Una presencia que vence al escepticismo

Bill Hayden, ex Gobernador General de Australia, ha recibido el bautismo a los 85 años tras una vida declarándose ateo

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Entre las muchas historias que he podido contar este año en el programa El Espejo, en COPE, me ha venido a la memoria la del ex Gobernador General de Australia, Bill Hayden, que ha recibido el bautismo a los 85 años tras una vida en la que siempre hizo gala de un ateísmo militante y polémico. Vivió una infancia difícil debido a que su padre bebía y maltrataba a su mujer y a él mismo. Se vinculó desde muy joven a la izquierda, y su carisma le encumbró al liderazgo del Partido Laborista. Entre los años 1989 y 1996 ostentó el cargo de Gobernador General de Australia, y durante ese periodo recibió el premio “Humanista del Año” por su pública confesión de ateísmo, algo insólito hasta esa fecha en un cargo como el suyo. Por si quedaba alguna duda, en 1996 dejó la política tras anunciar su apoyo a la eutanasia y a los matrimonios homosexuales.

Había sido una especie de látigo para la Iglesia católica en su país, y la paradoja es que Hyden haya decidido pedir el bautismo precisamente ahora, en plena crisis por la desastrosa gestión de los casos de abusos a menores y con los peores índices de aprecio de la institución eclesial. Con su legendaria y ácida ironía ha reconocido que no faltarán quienes se mofen de él por este paso, y sin embargo está contento de haber descubierto que “hay más cosas en la vida que sólo yo”, y de haber sentido “una fuerte llamada a dedicarse al bien de los demás, delante de Dios”.

En realidad, aunque pocos lo sabían, Hayden venía haciéndose preguntas desde hace años y era consciente del vacío que le acompañaba. Para su conversión ha sido clave la relación con una religiosa de las Hermanas de la Misericordia, Sor Ángela Doyle, que fue administradora de los Hospitales Mater en Brisbane, una ciudadela sanitaria para los pobres en la zona en que él mismo creció al final de la Gran Depresión. Todo esto nos permite entender su decisión: primero, sus preguntas humanas, que nunca desaparecieron bajo el manto de su escepticismo algo procaz; segundo, el encuentro con una persona, alguien en quien pudo reconocer la fe como un hecho viviente y no como un conjunto de preceptos y doctrinas. Tras su última visita a esta religiosa, que tiene ya 93 años, salió con la fuerte sensación de que había estado en presencia de una mujer santa, y se encontró deseando llamar a la puerta. Sus viejos prejuicios y la mala prensa de la Iglesia en su país no han sido un obstáculo. Al revés, Hayden espera que su bautismo ayude a otros a ver la importancia de la Iglesia con ojos nuevos, especialmente en esta época triste de noticias de abusos...

La historia de Bill Hayden me ha venido a la memoria mientras leía el libro “El abrazo”, en el que el sociólogo Mikel Azurmendi relata su encuentro con una comunidad cristiana (la “tribu” de Comunión y Liberación, como él la llama) que le ha obligado a poner en cuestión numerosas convicciones sobre lo que es el cristianismo y lo que se puede esperar de él en este momento histórico. Para su sorpresa ha descubierto que “Cristo y la vida coinciden”. En las últimas páginas del libro, Azurmendi cita un texto del filósofo George Steiner, que describe nuestra encrucijada como “un sábado de lo desconocido, de la espera sin garantías (el sábado en que Cristo yace amortajado)… y confiesa que hoy “nos cuesta mucho imaginar el domingo… y sin la esperanza del domingo tal vez nos veríamos abocados al suicidio”.

A la pregunta de Steiner sobre “si habrá un domingo para el hombre” (confiesa no tenerlo nada claro), Azurmendi no responde con un argumento filosófico sino acusando el dato de que existen los cristianos (una extraña tribu en el mundo de hoy), y esos cristianos afirman que viven el domingo, y lo sostienen con su vida endomingada. El viejo sociólogo ha cambiado de método y se ha dejado tocar por los hechos que ha encontrado, y desde ahí se permite ofrecer una sugerencia al sabio Steiner: “todavía está a tiempo de mirar hacia gente de alma endomingada y cara de resucitados, gente cuya vida apunta hacia la verdad de lo humano”. Me parece que eso es lo que ha hecho también Bill Hayden en nuestras antípodas, descubrir que sí existe el domingo, porque ha encontrado gente que lo vive con una autenticidad que vence cualquier escepticismo. La historia se repite así desde hace más de dos mil años.

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