Religión

José Luis Restán

Director Editorial COPE

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La renuncia de Marx y el camino de las reformas

El Papa Francisco ha rechazado la renuncia que le había presentado el arzobispo de Múnich, cardenal Reinhard Marx, y le ha pedido que continúe ejerciendo su ministerio

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El Papa Francisco ha rechazado la renuncia que le había presentado el arzobispo de Múnich, cardenal Reinhard Marx, y le ha pedido que continúe ejerciendo su ministerio. Lo ha hecho a través de una carta que ha suscitado diversas interpretaciones. En ella no faltan manifestaciones de estima hacia Marx y su compromiso a la hora de afrontar la plaga de los abusos sexuales en la Iglesia, pero también encontramos referencias a la cuestión de la reforma eclesial que no encajan precisamente con algunas orientaciones que el purpurado lleva tiempo asumiendo públicamente. Uno de los aspectos que el cardenal subrayaba a la hora de solicitar al Papa que aceptara su renuncia era precisamente el malestar en torno al camino de las reformas, porque no todos los responsables de la Iglesia lo entienden de la misma manera.

Lo importante es ver lo que Francisco dice, no sólo en esta carta, sino en sucesivas intervenciones, algunas de los últimos días. El Papa asume la calificación de “catástrofe” con la que Marx se refiere a la cuestión de los abusos y al modo en que muchos responsables eclesiales la han afrontado hasta hace poco tiempo. Advierte también que “los sociologismos y los psicologismos, no sirven… asumir la crisis, personal y comunitariamente, es el único camino fecundo”. Francisco aborda la cuestión de la reforma, refiriéndose (también, aunque no solo) al proceso sinodal abierto en Alemania, que ha producido notorias tensiones en el cuerpo eclesial y con varios organismos de la Santa Sede que, conviene no olvidarlo, están al servicio del ministerio del Papa. “Se nos pide una reforma, escribe el Papa, que no consiste en palabras sino en actitudes que tengan el coraje de ponerse en crisis, de asumir la realidad sea cual sea la consecuencia… y toda reforma comienza por sí mismo. La reforma en la Iglesia la han hecho hombres y mujeres que no tuvieron miedo de entrar en crisis y dejarse reformar a sí mismos por el Señor. Es el único camino, de lo contrario no seremos más que “ideólogos de reformas” que no ponen en juego la propia carne”.

Estas palabras contenidas en la carta conectan con las que Francisco ha pronunciado en sendas homilías, en Pentecostés y en el Corpus Christi, recogidas en un significativo editorial publicado por el portal Vatican News: “si faltan el asombro y la adoración, no hay camino que nos lleve al Señor. Tampoco habrá sínodo, nada...". Según explica el propio director editorial del Dicasterio Vaticano para la Comunicación, Andrea Tornielli, es una frase que dice mucho sobre el modo en que el Papa ve el "proceso" que se pondrá en marcha para el próximo sínodo y los caminos sinodales ya en curso (léase el alemán).

Dicho editorial subraya las palabras de Francisco en varias ocasiones recientes: “el Sínodo es más que un Parlamento... sin el asombro y sin la adoración, la Iglesia se mundaniza y acaba asumiendo categorías políticas e ideológicas”. Y hace hincapié en que el Papa viene advirtiendo sobre el riesgo de que se coloquen en primer plano nuestros proyectos y planes de reforma, en lugar de la escucha del Espíritu Santo: “si faltan el asombro y la adoración, si faltan la escucha del Espíritu y la primacía del conjunto de la Iglesia, no habrá sínodo… como mucho, habrá un buen Parlamento”.

La escucha del Espíritu y la primacía del conjunto de la Iglesia son dos cuestiones que estaban escritas con fuerza en la carta que Francisco dirigió al pueblo de Dios en Alemania, en julio de 2019, para acompañar el camino sinodal que por entonces se emprendía. Interpretaciones aparte, el Papa ha pedido a Marx que no se aparte de la brega, que trabaje junto a otros hermanos que pueden tener perspectivas legítimamente diferentes, y que la Iglesia en Alemania camine con la Iglesia universal presidida por Pedro, abriendo la puerta al Único que siempre la salva, con lágrimas y vergüenza por la historia de pecado que nos asedia, pero fiados en la promesa de que nunca abandonará a Su Iglesia.

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