La primera gran decisión que podría tomar el nuevo Papa antes de salir al balcón de la Basílica de San Pedro
El Papa Francisco recuperó esta antigua tradición tras Juan XXIII y supondría el primer gran gesto simbólico del próximo pontificado
El entonces Mons. Baldisseri después del Cónclave del Papa Francisco
Madrid - Publicado el
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Tras la segunda fumata negra, los cardenales siguen reunidos para elegir al nuevo Papa y las puertas de la Capilla Sixtina siguen cerradas. Rezos, votaciones, miradas silenciosas, inspiraciones del Espíritu Santo... y un pequeño gesto que podría ocurrir cuando haya nuevo Pontífice. Sin cámaras, sin micrófonos, sin declaraciones: la entrega del solideo cardenalicio —el zucchetto rojo— por parte del nuevo Papa al secretario del cónclave. Con este gesto el nuevo Papa elige al primer cardenal de su pontificado.
No es una norma litúrgica. No aparece en la constitución apostólica Universi Dominici Gregis. Pero es un signo profundamente simbólico, lleno de historia y tradición. Se trata de una antigua costumbre, casi secreta, que en su momento cayó en el olvido... y que el Papa Francisco rescató con un gesto espontáneo en 2013. Ahora, ese gesto podría ocurrir de nuevo, y con él, se escribiría el primer gesto simbólico del próximo pontificado.
Una costumbre que va y viene con los siglos
En los primeros minutos después de su elección, el nuevo Papa es todavía un hermano cardenal que, con una mezcla de asombro, humildad y obediencia, acepta la tarea que se le ha encomendado: ser el sucesor de Pedro.
En ese momento —mientras recibe el nombre papal, se cambia de vestidura y se prepara para presentarse al mundo en la Sala de las Lágrimas— existe una antigua tradición que permite al recién elegido manifestar un primer acto de gratitud hacia quien lo ha acompañado en esos momentos decisivos: el secretario del cónclave.
En 1958, el entonces cardenal Angelo Giuseppe Roncalli —Juan XXIII—, una vez elegido Papa, colocó su solideo rojo sobre la cabeza del secretario del cónclave, monseñor Alberto di Iorio. Un gesto sencillo que no pasó desapercibido. Di Iorio sería luego creado cardenal en el primer consistorio de Roncalli.
Juan XXIII
Después de Juan XXIII, la costumbre se perdió. Ni Pablo VI, ni Juan Pablo I, ni Juan Pablo II, ni Benedicto XVI repitieron ese gesto. Parecía una tradición extinguida. Hasta que llegó la noche del 13 de marzo de 2013.
Francisco y Lorenzo Baldisseri
Minutos después de ser elegido, el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio aceptó su elección con una sonrisa y una frase ya histórica: "Que Dios os perdone por lo que habéis hecho". Luego, mientras se preparaba para dar su primera bendición como Papa Francisco, uno de los maestros de ceremonias le recordó una antigua costumbre: la del solideo cardenalicio entregado al secretario del cónclave.
Papa Francisco, tras su elección en 2013
Francisco, sin dudarlo, se quitó el zucchetto rojo y lo colocó sobre la cabeza de monseñor Lorenzo Baldisseri, entonces secretario del cónclave. La escena no fue captada del todo, pero en las imágenes del balcón de San Pedro, Baldisseri aparece en segunda fila con el zucchetto rojo sobre sus vestiduras episcopales moradas. Al día siguiente, asistió a la misa con los cardenales en la Capilla Sixtina todavía con él, aunque aún no era oficialmente cardenal.
Mons. Baldisseri con el Papa Francisco
monseñor Ilson de Jesus Montanari
En el cónclave de este año, el rol de secretario recae en monseñor Ilson de Jesus Montanari, un arzobispo brasileño nacido en Sertãozinho en 1959. Estudió Derecho y Economía antes de ingresar al seminario y continuar su formación teológica en la Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma. Fue ordenado sacerdote en 1989, y desde entonces ha alternado el trabajo pastoral con una sólida carrera dentro de la Curia.
monseñor Ilson de Jesus Montanari
Desde 2008 forma parte de la Congregación para los Obispos —uno de los organismos más influyentes de la Iglesia—, y en 2013 el Papa Francisco lo nombró su número dos, es decir, secretario de ese dicasterio. Además, desde 2014, Montanari es secretario del Colegio Cardenalicio y desde 2020, también vicecamarlengo de la Santa Iglesia Romana, lo que lo convierte en una figura clave en el funcionamiento del Vaticano durante la sede vacante.
Discreto, respetado por cardenales de distintos continentes y profundamente conocedor del mapa episcopal mundial, Montanari ha sido una presencia constante durante las reuniones previas al cónclave. Y hoy, podría ser testigo —e incluso protagonista— de uno de esos gestos que no hacen ruido, pero que marcan la historia.
¿el nuevo papa tendrá ese gesto?
¿Está ocurriendo ahora ese gesto dentro de la Capilla Sixtina? Nadie lo sabe con certeza. No hay confirmaciones, ni debe haberlas. Tal vez, el nuevo Papa posará su solideo rojo sobre la cabeza de Montanari. O tal vez no. Quizás veremos la señal en las imágenes que llegarán desde el balcón: un pequeño gorro rojo sobre una cabeza que hasta ayer vestía de púrpura.
una promesa silenciosa
La Iglesia universal espera. En las calles de Roma, en parroquias de Brasil, en comunidades rurales de África, en iglesias de Filipinas, millones de personas miran hacia la chimenea de la Capilla Sixtina. Esperan la fumata blanca. Esperan el nombre. Pero antes, puede que el nuevo Papa figa mucho…
Porque antes del nombre, antes del birrete, antes del aplauso y de la bendición Urbi et Orbi, quizás ya ha habido una señal. Una promesa silenciosa. Y un primer cardenal —aunque aún no oficial— que ha recibido el testigo invisible del nuevo pontificado.