La catedral de San Pedro Rabat en Marruecos cumple un siglo de vida: "En la Misa de los domingos se llena"

Pese a las dificultades, la catedral sigue funcionando en un país cuyos habitantes, musulmanes en un 99%, no pueden convertirse a otras religiones

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La catedral de San Pedro de Rabat cumple este mes de noviembre un siglo de vida. En los últimos tres años, el cardenal Cristóbal López Romero es arzobispo y por tanto responsable máximo del templo. A sus casi setenta años, el religioso ha recorrido buena parte del mundo, ya que desde que fue ordenado sacerdote en 1979 en Barcelona, fue destinado a Paraguay, luego a Marruecos, de ahí a Bolivia, a España y de nuevo al país magrebí.

La Catedral de San Pedro de Rabat, un templo blanco de arquitectura vanguardista con líneas sencillas y cuadradas, se erige en el corazón de la ciudad, cerca de su estación central. Tiene delante una pequeña plaza, por la que pasan dos líneas del tranvía que transformó a la ciudad.

Se inauguró el 17 de noviembre 1921 durante el Protectorado francés cuando, recuerda el cardenal López Romero, se levantaron decenas de templos en Marruecos.

Hoy en día, de todas las iglesias que edificaron los franceses en Marruecos solo perviven una treintena, tres de ellas en Rabat: San Pedro, San Francisco de Asís (que oficia misas en español e inglés) y Pío X.

"Nuestra iglesia es insignificante, porque es minúscula, pequeña, diminuta, pero es significativa. Porque tenemos un mensaje que comunicar, algo que decir a este país y al mundo entero", explica e EFE el arzobispo de Rabat, sentado en un templo vacío que celebra misa todos los días, pero solo el domingo en su altar mayor. Ese día, afirma, "se llena" con centenares de personas.

Pese a las dificultades, la catedral sigue funcionando en un país cuyos habitantes, musulmanes en un 99%, no pueden convertirse a otras religiones: "Algunos me dicen: 'En Marruecos no se puede evangelizar'. Y yo doy un puñetazo sobre la mesa y digo: '¿Cómo que no? Si no se pudiese, no estaríamos aquí'".

Su objetivo en Marruecos, reconoce el arzobispo, es dar ejemplo y trabajar por un mundo "de paz, de justicia, de libertad, de verdad". "Eso es lo que queremos que crezca y eso lo hacemos no solo los cristianos, sino también los musulmanes".

Él y el resto de sacerdotes en el país magrebí no pueden difundir de palabra el cristianismo, ni animar a leer sus escritos fuera de su comunidad: "Nosotros llevamos el evangelio, pero no debajo del brazo, sino como un testimonio de vida".

En Marruecos, explica, hay unos 30.000 cristianos. Una cifra que hay que coger "con pinzas" porque no hay censos. Casi todos son subsaharianos, pero también hay "expatriados" trabajando en el país, sobre todo franceses y españoles, y mujeres cristianas casadas con marroquíes, las llamadas "parejas mixtas". "Somos de más de 100 nacionalidades diferentes de los cinco continentes".

Los feligreses "flotantes" son los turistas -algunos permanecen meses en Marruecos- y los migrantes que cada día acuden al templo. Ante este fenómeno -que no problema, corrige a la entrevistadora-, para el arzobispo la solución no es "blindarse", sino "cambiar el mundo", porque "mientras las leyes económicas sigan siendo las que son, va a seguir habiendo migraciones".

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