Una misionera española en Kenia pide ayuda urgente para alimentar a familias sin recursos

La religiosa valenciana avisa que necesitan también arreglar los depósitos de agua del monasterio

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La religiosa valenciana de vida contemplativa María José Vila, misionera en Kenia desde hace 14 años, ha pedido ayuda a Valencia para poder alimentar a familias sin recursos que atienden dado que desde el pasado mes de marzo, su comunidad de Agustinas Recoletasse encuentra en situación de subsistencia “al haber terminado con las pocas provisiones que teníamos”.

La falta de medios debido a la pandemia “ha paralizado nuestro trabajo de elaboración de formas para consagrar y bordados litúrgicos” y, por tanto, los ingresos que percibían en el monasterio con su venta y con los que ayudaban a las familias también han cesado, según la religiosa, que es natural de la localidad valenciana de Guadassuar.

Desde la Fundación Ad Gentes del Arzobispado de Valencia le hicieron llegar durante el confinamiento, por el estado de alarma, una ayuda procedente de una donación particular, “que invirtieron en hacer pan y comprar comida pero la covid-19 les ha dejado sin apenas recursos”. Actualmente, y desde entonces, en su monasterio de la diócesis de Machakos-Makueni, trabajan, fundamentalmente, en la huerta y criando animales “pero comemos más a prisa de lo que supone la producción”, asegura. Son 15 religiosas en la comunidad, y dan de comer a más una veintena de personas que acuden todos los días a pedirles ayuda.

Asimismo, han acogido en unas dependencias junto al monasterio a un matrimonio joven sin recursos, con dos hijos “y otro en camino”, que atiende el establo y ordeña las vacas. “Necesitamos vender la leche para tener algo y hay que llevarla a la factoría a las 4 de la mañana y a las 4 de la tarde para que nos la cojan”, de tal manera que, para facilitar sus desplazamientos han decidido que se queden en el monasterio.

La familia “me pidió unos palos y unos plásticos para hacerse un refugio a la entrada del convento, pero me pareció inhumano y sin pensarlo y sin poder, reuní materiales de la huerta de la construcción y comencé a prepararle un cuartito en la esquina de la entrada del convento”, cuenta Mª José Vila que asegura que está rezando mucho, para que le llegue algo para poder terminarlo”, y así pagar la mano de obra y materiales, que asciende a más de 2.000 euros.

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Tanques de agua y tuberías deterioradas

A esta “difícil situación de necesidad” se suma también el deterioro de los tanques de agua potable “que amenaza con caerse por el mal estado de los hierros que los soportan” y “necesitan ser cambiados por estantes de cemento”. Según Mª José Vila, “hace poco se nos derrumbó una plataforma grande de dos tanques de 10.000 litros cada uno, pero gracias a Dios la pudimos levantar con la aportación de nuestros conventos y la ayuda de la ONG ARCORES”.

Los que ahora habría que cambiar son más pequeños, uno de 5.000 litros y, el otro, de 3000. Éste último “lo hemos podido levantar y ya casi está, aunque nos quedan pagar 300 euros de un total de 2.000 euros de presupuesto”. Pero con el tanque de 5.000 litros “ya no podemos y está a punto de derrumbarse”. Asimismo, las tuberías de las celdas de monasterio están obstruidas y necesitan ser reparadas así como las goteras del techo y la pintura del tejado.

Gold Mining in Kenya

KAKAMEGA, KENYA - FEBRUARY 16 : Workers, mostly women, wash rock pieces with water including mercury to find gold pieces blended in rock pieces in a washbowl at a mine in Kakamega a western town of Kenya on February 16, 2018. Mine in Kakamega, which used to be run by British Mining Company Rosterman in 1930s to 1950s, became active again. Workers here mine gold with their own means. Raw gold prices are set between 30 to 40 dollars per gram in the Eastern Africa country. (Photo by Recep Canik/Anadolu Agency/Getty Images)Anadolu Agency

La religiosa logró agua potable en 2013 tras cavar 8 pozos

En 2013, la religiosa valenciana María José Vila, que también vivió quince años en Filipinas, logró agua potable para poder mantener abierto su monasterio de Machakos-Makueni, en Kenia, después de haber perforado sin éxito ocho pozos durante cuatro años, y preparó también la construcción de una presa para llevar agua a la población.

El convento se encuentra ubicado “en una zona muy seca por eso necesitábamos agua con urgencia”, según indicó la misionera que consiguió después de cuatro años de intentos, abastecerlo de agua mediante la construcción de un aljibe y su canalización subterránea hacia el convento.
Aunque antes de iniciar este proyecto “nos aconsejaron abandonar y marchar a otro lugar”, ellas decidieron quedarse “para dar testimonio y seguir luchando porque no podemos huir de la penuria”.

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