Nopoki, la universidad para los indígenas de la Amazonía creada por un obispo franciscano

La Universidad de Nopoki fue creada por Gerardo Zerdín, obispo en la Amazonía peruana

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Entramos en la última semana del Sínodo sobre la Amazonía y en ese contexto se ha presentado en Roma una iniciativa singular de formación universitaria para las comunidades indígenas.

Nopoki es una universidad para los indígenas que puso en marcha hace 14 años el obispo Gerardo Zerdín en la ciudad de Atalaya, en la Amazonía peruana. Zerdín es un franciscano que llegó hace 45 años, procedente de su Croacia natal. Durante once años fue párroco en Atalaya, una especie de poblado del “Far West” en medio de la selva, donde llegan aventureros, arribistas y colonos deseosos de explotar sus enormes riquezas de madrea, petróleo y otras materias primas.

En 2002 el papa le nombró obispo del Vicariato Apostólico de San Ramón, territorio similar en extensión al de Austria, que pastorea con la ayuda de una treintena de sacerdotes. Mons. Zerdín pensó el modo mejor de responder a las necesidades de las comunidades indígenas, aisladas por las dificultades topográficas pero también por la falta de una formación adecuada y por la disparidad de lenguas.

Comprendió que la urgencia mayor era formar docentes bilingües capaces de asumir un liderazgo en sus comunidades nativas. Ahí estaba el germen de una universidad única en su género cuyo nombre es Nopoki, que significa “estoy aquí”, en lengua shipiba.

En 2006, con la ayuda de la ONG española CESAL, comenzó la puesta en marcha de este centro universitario bilingüe, en cada una de las lenguas locales y en castellano, donde acuden jóvenes de las distintas etnias. Los propios jóvenes nativos han ayudado a construir el campus de Nopoki, donde estudian y conviven con jóvenes de otras etnias, algo nada habitual en la región. Con el tiempo se han introducido talleres sobre producción agropecuaria, carpintería, artesanía indígena, cocina, corte y confección e informática.

Todo ello permitirá al centenar de jóvenes que se forman en estas aulas, impartir y promover estos oficios en diversas escuelas rurales y en sus propias comunidades. Una iniciativa como ésta no soluciona el vasto problema del empleo juvenil o del desarrollo de esta región, pero sí favorece que surjan personas que se vuelven protagonistas y se convierten en esperanza para otros. Esa es la historia cotidiana que se vive en Nopoki.

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