El día que el Olympique de Marsella llenó el Vélodrome con un tifo homenajeando a la Virgen María: "Hacia ti se elevan nuestros cánticos"
La afición marsellesa rindió tributo a sus raíces cristianas con una pancarta espectacular del Niño Jesús y la Virgen María antes de aplastar 5-1 al Saint-Étienne en la pasada temporada
El homenaje del Olympique de Marsella a la Virgen María
Madrid - Publicado el
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El Olympique Marsella protagonizó uno de esos momentos que trasciende lo que ocurre en el terreno de juego. Antes del encuentro contra el AS Saint-Étienne, la afición marsellesa desplegó un tifo monumental que paralizó el estadio Vélodrome: una imagen colosal de la Virgen María sujetando en brazos al Niño Jesús, acompañada de una frase que resume la fe de toda una ciudad. "Ô bonne mere, vers toi montent nos chants", ("Oh buena madre, hacia ti se elevan nuestros cánticos"). No era un gesto aislado de una pequeña peña, sino un homenaje masivo, coordinado y declarativo que marcaría la tarde. Marsella, una de las ciudades francesas con mayor población musulmana, decidió honrar públicamente sus raíces cristianas desde el corazón de su estadio más emblemático.
Lo que hizo especial aquel momento fue que el propio club lo celebró en redes sociales con orgullo, sin titubeos, sin disculpas. El Olympique Marsella no se avergonzó del tifo ni lo ocultó; al contrario, lo compartió con sus seguidores como si fuera una victoria en sí misma. En un mundo donde muchas instituciones deportivas evitan hablar de fe para no "ofender" o para parecer más "neutrales", el Marsella y su afición decidieron lo contrario: ser auténticos, ser claros, ser declarativos. La ciudad es un crisol religioso, un espacio donde conviven distintas creencias y culturas, y sin embargo, la mayoría decidió recordar que la identidad histórica de Marsella está profundamente ligada al catolicismo. Hay una raíz, hay una tradición, hay algo que reconocer.
Aquel día, como si el tifo hubiera dado alas a los jugadores, el equipo ganó 5-1 de manera abrumadora. Desde el primer minuto, el Marsella de Jean-Louis Gasset impuso un dominio total que dejó sin opciones al Saint-Étienne. Amine Gouiri abriría la lata con un golazo desde fuera del área en apenas su tercer partido con los marselleses. Luego vendría un penalti convertido por Mason Greenwood, seguido de más goles que hacían tambalear al rival. Michael Murillo, Gouiri nuevamente, y Adrien Rabiot completarían una exhibición ofensiva que se convertiría en una noche para recordar. El resultado final, 5-1, fue una declaración de intenciones: el Marsella no solo ganó, sino que lo hizo de manera contundente, como si aquel tifo inicial les hubiera canalizado una energía diferente.
El homenaje que recordaba quiénes eran realmente
Meses después, ese tifo sigue siendo recordado como un acto de valentía colectiva. La ciudad de Marsella es una de las urbes francesas con mayor población musulmana, un hecho geográfico e histórico innegable. Y precisamente por eso, el equipo francés sorprendió al desplegar una pancarta gigante de la Virgen María y el Niño Jesús con el lema: «Ô bonne mere, vers toi montent nos chants». No fue un acto de exclusión hacia otras religiones, sino un recordatorio profundo: esta ciudad tiene historia, tiene raíces cristianas, y esas raíces siguen siendo parte de lo que son.
La Virgen María es una figura venerada en el catolicismo, y el Niño Jesús representa el corazón de la fe cristiana. Ambos juntos, en esa pancarta gigante despliegue en el Vélodrome, no eran simplemente símbolos religiosos, sino símbolos de pertenencia. La afición marsellesa estaba declarando: "Esto es quiénes somos. Esto es de dónde venimos". En una era donde todo parece relativizarse, donde el pragmatismo se impone sobre la autenticidad, aquel gesto tuvo un peso particular. El tifo del Olympique Marsella no era una afirmación de supremacía religiosa; era una afirmación de identidad, un acto de amor hacia la propia historia, hacia lo que realmente te constituye como comunidad.
Un recordatorio de que la fe y el deporte pueden coexistir
Lo que sucedió en el Vélodrome aquel domingo de febrero se convierte ahora, meses después, en un recordatorio de algo crucial: la fe no desaparece del deporte, sino que encuentra nuevas formas de expresarse. No se trata de superstición naive ni de rituales vacíos. Se trata de personas que, en medio de un mundo secularizado y fragmentado, deciden recordar de dónde vienen, qué valores los sustentan, y cuál es su verdadera identidad colectiva.