El Consejo Mundial de Iglesias insta al patriarca Kirill a pedir una tregua por la Pascua ortodoxa

Algunos miembros del organismo ecuménico plantean la expulsión de la Iglesia ortodoxa rusa por su posicionamiento sobre la guerra

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El Consejo Mundial de Iglesias (CMI) ha pedido al patriarca Kirill de Moscú que intervenga y pida públicamente «un alto el fuego durante al menos unas horas» con ocasión de la Pascua, que las Iglesias ortodoxas celebran este domingo, 24 de abril. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, también ha hecho un llamamiento similar a Rusia y Ucrania para que desde este jueves y hasta el domingo haya una «pausa humanitaria» que permita habilitar corredores humanitarios.

«Los fieles ortodoxos y greco-católicos en Ucrania, en Rusia y en todo el mundo se preparan para celebrar al final de esta semana la fiesta más importante del año, el Día de la Resurrección», recuerda el secretario general en funciones del CMI, reverendo Ioan Sauca, en una carta fechada el día 19 y remitida desde la sede de la institución en Ginebra. «Soy consciente —escribe a Kirill «con profundo respeto y amor filial»— de que no está en su poder y autoridad detener la guerra o influir en quienes tienen tales poderes de decisión. Pero los fieles esperan una palabra de consuelo de Su Santidad. Piensan que si usted sale con una declaración pública y una solicitud, como padre espiritual de tantos millones de ortodoxos tanto en Rusia como en Ucrania, eso podría tener un impacto».

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Respetar la Pascua

Sauca, sacerdote de la Iglesia ortodoxa rumana, recuerda al patriarca que «incluso en los momentos más difíciles de persecuciones, guerras y sufrimientos, nadie pudo impedir que los fieles cantaran y proclamaran con valentía el himno de Pascua que afirma la victoria de la vida sobre la muerte, de la luz sobre las tinieblas, de la libertad sobre la tiranía». Y evoca, para demostrarlo, dos episodios históricos: el cese de combates en la Primera Guerra Mundial durante un corto espacio de tiempo para que los soldados pudieran intercambiar «el saludo de la Resurrección», y la época del gulag, donde hubo fieles cristianos a los que se permitió entonar el himno pascual delante de la fosa común en la que poco después serían ejecutados.

El dirigente del CMI expresa también su preocupación por las noticias que hablan de que «se planea atacar las iglesias durante las celebraciones de la noche de Pascua». «Todos vemos que la guerra se ha intensificado, lo que indica que la paz no podrá alcanzarse tan pronto como todos hubiéramos deseado y esperado», se lamenta.

Esta es la segunda vez que Sauca se dirige al patriarca ruso desde el inicio de la invasión de Ucrania, el pasado 24 de febrero. En una primera carta, del 2 de marzo, le rogaba: «Por favor, alce su voz y hable en nombre de los hermanos y hermanas que sufren, la mayoría de los cuales son también miembros fieles de nuestra Iglesia Ortodoxa».

Su llamamiento cayó en saco roto. Kirill no solo no criticó la agresión, sino que en sus distintas intervenciones la justificó, presentando el ataque a Ucrania como un acto de defensa de la Madre Rusia.

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¿Expulsión de la Iglesia ortodoxa rusa?

Ello ha hecho que en las últimas fechas un número creciente de voces hayan condenado el «nacionalismo religioso» del patriarca ruso, al que se refieren como «el instrumento de la propaganda de Putin», y solicitado la expulsión de su Iglesia del Consejo Mundial de Iglesias.

Una de esas voces es la del exarzobispo de Canterbury, Rowan Williams. «Cuando una Iglesia apoya activamente una guerra de agresión, sin condenar las violaciones flagrantemente obvias de cualquier tipo de conducta ética en tiempos de guerra —sostiene el antiguo primado anglicano—, otras Iglesias tienen derecho a plantear este tema».

Sauca se ha manifestado hasta ahora en contra de la adopción de tan drástica medida argumentando que la misión de la institución, desde su fundación en 1948, es la de fortalecer el diálogo ecuménico. «El fácil excluir, excomulgar, satanizar; pero estamos llamados como Consejo Ecuménico a representar un lugar de encuentro y diálogo, a escucharnos aunque no estemos de acuerdo», afirmó el pasado 11 de abril.

Según sus estatutos, un miembro del CMI puede ser expulsado en tres supuestos: a petición de la propia Iglesia; porque la base teológica o los criterios para su pertenencia no hayan sido mantenidos; y porque la Iglesia en cuestión haya descuidado obstinadamente sus responsabilidades de pertenencia.

La decisión ha de ser adoptada por el Comité Central de la institución, cuya próxima reunión está prevista tenga lugar en Ginebra del 15 al 18 de junio. En verano de este mismo año también, del 31 de agosto al 8 de septiembre, tiene lugar la Asamblea General. La cita tiene lugar en la ciudad alemana de Karlsruhe bajo el lema «El amor de Cristo mueve al mundo hacia la reconciliación y la unidad».

Una hipotética expulsión no debería suponer ningún trauma para la Iglesia ortodoxa rusa, pues esta ya amenazó en 1997 con abandonar la institución a causa de la aceptación por parte de algunas de sus Iglesias miembros del sacerdocio femenino y por sus posicionamientos sobre la homosexualidad.

El CMI congrega a 352 Iglesias, denominaciones y confraternidades cristianas que representan a 580 millones de fieles en 120 países. A él pertenecen la mayoría de las Iglesias ortodoxas, y decenas de Iglesias anglicanas, bautistas, luteranas, metodistas y reformadas. La Iglesia católica no forma parte del organismo, aunque colabora con él. El Papa Francisco visitó su sede en Ginebra en 2018, con ocasión del septuagésimo aniversario de su fundación.

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