Así ridiculizaba Pinin Brambilla a quienes criticaban sus técnicas para restaurar 'La Última Cena' de da Vinci

La restauradora italiana, que salvó este mural de Leonardo da Vinci, ha fallecido a los 95 años de edad

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El mundo del arte está de luto tras el fallecimiento, a los 95 años de edad, de la restauradora italiana Pinin Brambilla, que los entendidos recordarán como la mujer que restauró el fresco de‘La Última Cena’ de Leonardo da Vinci’,para muchos la “restauración del siglo”. No es para menos, teniendo en cuenta que la tarea se prolongó durante más de dos décadas, entre 1978 y 1999.

El Centro de Conservación y Restauración 'La Venaria Reale' en redes sociales lamentaba en las redes sociales la muerte de Pinin Brambilla: “No hay muchas palabras para saludar a una figura tan importante para nuestro Centro, para todos nosotros y para todo el mundo de la restauración. Su rigor y ejemplo seguirán siendo un punto de referencia y seguirá viviendo en nuestras elecciones y acciones”.

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'La Última Cena': realizada a finales del siglo XV y declarada Patrimonio de la Humanidad

‘La Última Cena’ es una pintura mural que fue realizada a finales del siglo XV (1495-1498) por Leonardo da Vinci. Encargada por Ludovico Sforza para el refectorio del Convento de Santa Maria delle Grazie en Milán, Italia, se cuenta que Leonardo no cobró por ella. La escena recrea la última cena de Pascua entre Jesús y sus apóstoles, a partir del relato descrito en el Evangelio de Juan, capítulo 13.

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Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1980, con el paso de los años y de los siglos, el cuadro se fue deteriorando. Según los expertos, aquella degradación comenzó poco después de finalizada la obra, debido a los materiales empleados por el pintor.

Una restauración de dos décadas no exenta de obstáculos

Se podría decir en este contexto que Pinin Brambilla salvó ‘La Última Cena’ para seguir disfrutando de ella. Veinte años de esfuerzo que no estuvo exento de polémica, ya que no fueron pocos los que criticaban las técnicas empleadas por la restauradora y su equipo. Críticas a las que la propia artista ridiculizaba: "No se puede hacer caso de lo que diga cualquier persona; he leído que se nos acusa de emplear un bisturí eléctrico, herramienta que desconozco y que me suena a martillo neumático. Es grotesco", llegó a afirmar la italiana después de que una concejala de Milán, Maria Bonatti, denunciara aquello ante Magistratura.

Por otro lado, Brambilla llegó a reconocer que en un primer momento estuvo a punto de arrojar la toalla, al no entender el estilo de da Vinci: "Cuando me acerqué por primera vez a la obra, me di cuenta de que no la entendía. Más tarde supe que ello ocurría porque no era Leonardo, sino una pintura con añadidos horrorosos del XVIII hasta el punto de que me parecía imposible la exaltación pública que provocaba. Me costó un mes llegar a este descubrimiento", confesaba.

En medio de aquellos trabajos, la milanesa remarcó que “la restauración perfecta no existe, pero lo que puede aproximársele más se da cuando alguien observa una obra y no aprecia ninguna intervención", reflexiona.

Según Brambilla, el triunfo de una restauración consiste en lo contrario de lo que habitualmente se entiende: “Precisamente en que nadie se aperciba de nada”.

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