El origen de la Mona de Pascua y el secreto de su receta más tradicional

Este dulce típico de Semana Santa tiene unas raíces milenarias que simbolizan la llegada de la primavera, el final de la Cuaresma y los lazos familiares

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Tradicional mona de Pascua

Redacción Religión

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Con la llegada de la Pascua, las vitrinas de las pastelerías de nuestro país se llenan de auténticas obras de arte en chocolate: castillos, animales fantásticos, personajes de moda... Pero son las Monas de Pascua los dulces más emblemáticos del calendario festivo español en estas fechas. 

¿Por qué la Mona de Pascua se llama 'mona'?

La palabra mona proviene del árabe antiguo "munna", que significa provisión o regalo para la boca. Era una especie de tributo comestible que los campesinos entregaban a sus señores durante celebraciones importantes. Con el tiempo, esa ofrenda se fue transformando hasta llegar a lo que hoy conocemos como Mona de Pascua.

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Mona de Pascua

Durante la Edad Media, la Iglesia prohibía el consumo de huevos durante la Cuaresma. ¿Qué hacía la gente? Cocerlos y guardarlos. El Domingo de Pascua, esos huevos se llevaban a la iglesia para ser bendecidos y luego regalados. Así nació el simbolismo del huevo como vida nueva, un mensaje potente de resurrección… y también una excusa sabrosa.

Con los siglos, ese huevo bendito se colocó en el centro de un bollo de pan dulce —una especie de roscón esponjoso— y acabó recibiendo el nombre de mona. Y aunque hoy la mayoría opta por versiones de chocolate, la esencia sigue ahí: regalar algo especial, simbólico y, sobre todo, delicioso.

¿Cuál es el secreto de una buena mona?

Los buenos pasteleros lo saben: hacer una buena mona de Pascua es un arte. Para muchos, el verdadero secreto está en la masa. La receta tradicional lleva harina, azúcar, huevos, mantequilla, ralladura de limón y un toque de anís. Y sí, hay que amasarla con paciencia (¡nada de prisas!) para conseguir una textura esponjosa y aromática.

Luego está la forma: rosca, trenza… lo que quieras. Pero eso sí: el huevo incrustado no puede faltar. En su versión clásica, es cocido y pintado. En su versión moderna, es de chocolate y se transforma en castillos, superhéroes o hasta coches de Fórmula 1.

De padrinos a ahijados

Aunque en muchos lugares ya se celebra el Domingo de Pascua, el Día de la Mona por excelencia es el Lunes de Pascua. Ese día, familias y amigos salen al campo, a la playa o al parque a “comerse la mona” y, de hecho, la tradición dicta que el padrino regale la mona a su ahijado ese día. 

De esta forma, esta costumbre que se ha mantenido viva a lo largo de los siglos, no solo simboliza la llegada de la primavera y el final de la Cuaresma, sino también los lazos familiares y comunitarios.