Julián Barrio, arzobispo de Santiago: "Cada vez es mayor la necesidad de unos cimientos fuertes"

El prelado quiere "dar gracias a Dios" al clausurar este Año Santo Compostelano, "que nos invita a mirar con gratitud el pasado, pero que nos abre con tanta esperanza al futuro"

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Después de un bienio jacobeo marcado por la pandemia, Compostela se despide este sábado a las 16.30 horas del Año Santo más espectacular de su historia, al menos en lo que se refiere a llegada de peregrinos. La Puerta Santa de la catedral no tiene contador, pero se estima que entre peregrinos y visitantes este bienio ha podido ser atravesada por incluso millones de personas. Por eso, el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, quiere "dar gracias a Dios al clausurar este Año Santo Compostelano, que nos invita a mirar, por una parte, con gratitud el pasado, pero que nos abre con tanta esperanza al futuro".

El prelado indica en el número 4.115 de la Revista ECCLESIA que este tiempo Jubilar "ha sido una experiencia de gracia del que esperamos para nuestra Iglesia diocesana, y para toda la Iglesia en Galicia, España y el mundo, frutos abundantes de renovación personal y comunitaria que nos ayude a ejercer la fraternidad, avivar la esperanza, trabajar por la justicia e impulsarnos a llevar a todos la alegría del Evangelio de Jesucristo".

—Se cierra la Puerta Santa pero… ¿se abre la de la esperanza?

—Una de las preocupaciones en este Año Santo ha sido que los peregrinos antes de volver a sus lugares de procedencia fortalecieran su esperanza para caminar mirando al presente con la responsabilidad del testimonio y al futuro con la confianza de saber que el Señor peregrina a nuestro lado. En este sentido se cierra la Puerta Santa de nuestra catedral, símbolo del Año Santo, pero sigue abierta la Puerta que es Cristo, nuestra esperanza.

—Ha sido un Jubileo diferente, estuvo marcado durante la primera parte por la incertidumbre de la pandemia, y en la segunda, por una multitud extraordinaria de peregrinos que han visitado la tumba del Apóstol.

—El Señor siempre nos sorprende y va más allá de nuestras expectativas. El Año Santo 2021-2022 se iniciaba en medio de las consecuencias de la pandemia. Entonces las perspectivas eran inciertas. Posteriormente, hemos visto que un gran número de peregrinos ha visitado la tumba del Apóstol como referencia de la Tradición Apostólica que fundamente nuestra fe, y ha superado al de los tiempos de antes de la pandemia. Concretamente, hasta los primeros días de diciembre han sido más de 600.000 peregrinos los que han recibido la Compostela. El Año Santo ha sido un mensaje de esperanza cristiana que no es un ingenuo optimismo basado en el cálculo de probabilidades y que nos ha de motivar a edificar el presente y proyectar el futuro desde la verdad auténtica del hombre, desde la libertad que respeta esa verdad y desde la justicia para todos.

Balance de "este tiempo de gracia"

—En una época convulsa como la que vivimos, ¿cómo hacemos balance de "un tiempo de gracia" en el que se ha ejercido la fraternidad y se ha impulsado el mensaje del Evangelio?

—Es verdad que todo tiempo es un tiempo de gracia vivido en la providencia del Señor. Ciertamente, solo Él sabe lo que ha acontecido en el interior de los peregrinos que han participado en las gracias jubilares, sintiéndose urgidos a la conversión en el año de la gran perdonanza, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones y proyecciones. En todo caso, se ha percibido que el hombre de nuestros días quiere echar raíces en el suelo firme y estable de lo sagrado. Cuanto más rápidamente camina la humanidad, tanto mayor es la necesidad de unos cimientos fuertes. En medio de la crisis antropológica, espiritual y cultural que padecemos, estoy seguro de que el Año Santo Compostelano ha contribuido al despertar religioso y espiritual de muchas personas y esto se reflejará en nuestras comunidades cristianas. Hay que dejar constancia de la actitud religiosa y espiritual con la que los peregrinos han participado en las vigilias de oración, en las celebraciones penitenciales y en la celebración de la Eucaristía.

12.000 en Santiago

—Y además, con la "energía" de la PEJ…

—Los ecos de la Peregrinación Europea de Jóvenes han sido muy positivos. Más de doce mil jóvenes llegaron para ser testigos fiándose de Cristo, sabiendo que el Apóstol les esperaba, y que, como dice san Juan de la Cruz, en las cosas de Dios para ir a donde no sabemos, hemos de ir por donde no sabemos. Peregrinaron trayendo las esperanzas y las pobrezas materiales y espirituales de nuestros días, deseando fortalecer la fe, robustecer la esperanza y avivar la caridad, y manifestando la comunión eclesial con el Papa Francisco. Esta peregrinación con el testimonio de una fe, siempre viva y joven, ha sido una gracia especial de Dios dentro de las gracias jubilares de este Año Santo. Los jóvenes dieron color y calor a los caminos y a la ciudad del Apóstol con su alegría y entusiasmo evangelizador. Volvieron a sus lugares de procedencia para afrontar los compromisos diarios de su vida, transformar sus ambientes con la fuerza del Evangelio y ser testigos de lo que habían visto, oído y vivido, dando testimonio de su fe y razón de su esperanza. Seguramente que el Apóstol Santiago les ayudó a calzar las sandalias de la esperanza.

—La prórroga del Año Santo ha coincidido con el 40 aniversario del viaje apostólico de Juan Pablo II y su discurso a toda Europa desde Santiago. Unas palabras que nos siguen resonando hoy.

—Hemos recordado con gratitud el memorable discurso que con sentido profético pronunciaba san Juan Pablo II en la catedral compostelana hizo cuarenta años, el día 9 de noviembre de 1982, con ocasión de su primer viaje apostólico a España, en el que habló de las raíces cristianas de Europa y de su necesaria renovación espiritual y humana. El Papa llegó como maestro y como testigo, para confirmarnos en la fe y alentarnos en una nueva evangelización, tan necesaria entonces como lo es hoy para el mundo. Aquí, ante la tumba del Apóstol, hizo una solemne y vibrante llamada a la reconstrucción de Europa: «Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes». San Juan Pablo II era consciente de que Santiago de Compostela, meta de uno de los Caminos de peregrinación más importantes, conservaba la memoria de Europa y las raíces de su identidad. Nos recordó la riqueza que el cristianismo ha aportado a la cultura europea y que puede sintetizarse en la afirmación de la dignidad trascendente de la persona humana, del valor de la razón, de la libertad, entendida como la capacidad de establecer vínculos y construir algo común. Pero, al mismo tiempo, nos advirtió del riesgo de olvidar esas raíces cristianas que supondría prescindir de una inspiración y ayuda para uno de los mayores retos del presente: la unidad. En este sentido el papa Francisco escribía: «En Santiago, ciudad del extremo occidental de Europa, confluye todo el Continente. En ella se encuentran el centro y la periferia. Es por tanto un lugar altamente simbólico para redescubrir la gran riqueza de Europa unida en su tradición religiosa y cultural y por eso tan distinta de tantas peculiaridades que constituyen su riqueza». Es una llamada a recuperar con fidelidad creativa la herencia cristiana que ha tenido un influjo decisivo en el proceso de la configuración de Europa: las raíces cristianas de Europa. Descubrir estas raíces es tarea nuestra, como un modo de renovar la Iglesia y hacer realidad una Europa que siga siendo un lugar de acogida y crecimiento no solo en relación con lo material, sino, sobre todo, en humanidad.


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