Fallece en Roma la sevillana Madre Trinidad, fundadora y presidenta de la Obra de la Iglesia

Dedicó su vida a la misión de vivir y manifestar la riqueza espiritual de la Iglesia, ayudando al papa y a los obispos

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Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia, fundadora y presidenta de la Obra de la Iglesia, ha fallecido ayer miércoles, 28 de julio, a las cinco y diez de la mañana en Roma. Nacida en Dos Hermanas (Sevilla) hace 92 años, dedicó su vida a la misión de vivir y manifestar la riqueza espiritual de la Iglesia, ayudando al papa y a los obispos. La Santa Misa de exequias por su eterno descanso se celebrará el domingo 1 de agosto a las 15:00 en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma, y se podrá seguir en directo en la web de la Obra de la Iglesia.

La celebración eucarística presidida por Mons. Andrea Bruno Mazzocato, obispo de Udine (Italia), inauguró ayer la capilla ardiente, situada en la casa de apostolado de la institución “San Pedro Apóstol”. Junto a ella, la Parroquia de Nuestra Señora de Valme en Roma, confiada a la propia Obra de la Iglesia, acogerá diariamente, desde hoy jueves 29 y hasta el sábado 31 de julio, la Santa Misa y el Santo Rosario por la Madre Trinidad. Estos actos se podrán seguir en directo por la web de la parroquia.



El Papa San Juan Pablo II, en el decreto de aprobación pontificia de La Obra de Iglesia, quiso señalar el día 18 de marzo de 1959 como el origen de la fundación, a pesar de que la Madre Trinidad no pensaba entonces en una obra. El día de Pentecostés de 1963, el Señor le pediría: «Hazme La Obra de la Iglesia». Lo que el Señor hizo en ella en aquellos días, llenándola de su luz sobre todos los misterios de la fe, se convirtió en el motor de su acción apostólica en la Iglesia, respondiendo a la necesidad impuesta por Dios en su alma: «Vete y dilo, esto es para todos».

La Madre Trinidad es ejemplo sencillo y grande a la vez de lo que Dios obra en las personas que lo aman. Después de una larga y fructífera vida consagrada a Dios, el Señor la ha llamado a su presencia. En estos momentos de profunda esperanza resuena con fuerza el lema de su vida: ¡Gloria para Dios…!¡Solo eso…!¡Lo demás no importa…!



Una española universal

La Madre Trinidad Sánchez Moreno, que desde 1993 vivía en Roma, nació el 10 de febrero de 1929 en Dos Hermanas (Sevilla). El 7 de diciembre de 1946 vivió «una verdadera invasión de Dios», como ella misma relata. Su respuesta inmediata fue aquel: «seré tuya y para siempre», que sellaría al día siguiente en la Parroquia de Santa María Magdalena con su entrega ante la imagen de la Virgen, que marcaría así sus primeros y definitivos pasos de consagración total a Dios. Muy conocida y querida en su pueblo, con uno de sus tres hermanos llevó durante años el comercio familiar “Calzados La Favorita” en la calle Ntra. Sra. de Valme. En 1955 se trasladó a Madrid. Y cuatro años más tarde, en 1959, Dios irrumpió en su alma y la hizo testigo de lo vivido para llevarlo a todos, como el «Eco de la Iglesia».

En Sevilla, La Obra de la Iglesia tiene encomendada la parroquia de San Bartolomé y San Esteban, en el casco histórico de la ciudad. También cuenta con varias casas de apostolado, entre ellas la casa natal de la Madre Trinidad en Dos Hermanas. La Obra de la Iglesia, además, tiene centros estables en España (Madrid, Guadalajara, Cádiz, Toledo, Valladolid, Ávila), Italia (Roma, Albano Laziale y Rocca di Papa) y Guinea Ecuatorial (Malabo), aunque desarrolla desde ellos misiones apostólicas también en otros países. Más de 1.600 obispos de los cinco continentes, están en contacto con La Obra de la Iglesia, recibiendo y leyendo algunos de sus numerosos escritos que los ayudan en su misión diaria. Para alentar también esa misión que comparten, en su medida, pastores y grey, la Madre Trinidad grabó más de 1000 charlas desde principios de los años 60 del siglo pasado hasta nuestros días. En todos estos, ella misma comunica con lenguaje sencillo y profundo los misterios que Dios ha puesto en su alma.



Desde la India, Guinea Ecuatorial, Irak, Papúa-Nueva Guinea, Ecuador, Estados Unidos, Ruanda…, están llegando mensajes a Roma con motivo su fallecimiento, allí su vida y su palabra como «Eco de la Iglesia» resuena en diversos idiomas, aunque con acento sevillano.

La devoción a la protectora de su pueblo, Nuestra Señora de Valme, la llevó a pedir al papa Juan Pablo II que la parroquia que le encomendó en la Ciudad Eterna estuviera bajo su advocación. Años después, el Papa Benedicto XVI bendijo la imagen, realizada por el escultor sevillano José Antonio Navarro Arteaga, que evoca a la original. Recientemente, dicha imagen ha estado presente en diversas celebraciones en la Basílica de San Pedro de Roma presidida por el Papa Francisco. Desde Roma, la devoción a Valme se extiende por el mundo.



Al servicio de Dios y de la Iglesia: «Dios es para todos»

La Obra de la Iglesia recibió la aprobación como institución de derecho pontificio, por parte de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica de la Santa Sede en 1997. A través de sus centros de apostolado y parroquias, busca llevar a todos la luz que el Señor puso en el alma de la Madre Trinidad para ayudar a la Iglesia. Está formada por tres ramas de vida consagrada: sacerdotal, masculina seglar y femenina, que forman el cuerpo central de la Obra; así como por otros grupos que abarcan todos los estados y vocaciones en la Iglesia: personas casadas, solteras, consagradas a Dios privadamente, jóvenes y niños.

Todos con la misma misión de vivir profundamente su ser de Iglesia en una vida sencilla, siempre al lado del papa y los obispos, para ayudarlos con su vida y su palabra a presentar las riqueza espiritual de la Iglesia, siendo ante el mundo testigos vivos de lo que es ser hijos de Dios.

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Como indica el sacerdote Julio Sagredo, que la conoció desde los inicios de la fundación: «La esencia y la riqueza de esta Obra son las comunicaciones de Dios a la Madre Trinidad a lo largo de los años. En su alma, Dios fue depositando misterios de luz y sabiduría: La vida trinitaria, el misterio de la creación y redención de los hombres, el misterio del alma de Cristo, María, la Iglesia… Pero, al mismo tiempo que le iba dando a la Madre Trinidad el conocimiento de estos misterios, Dios le hacía comprender que todo esto se lo daba, no por ser un alma especial, sino por ser hija de la Iglesia».

Subrayando también que: «Todo lo que Dios hizo conocer y vivir tan fuertemente a la Madre Trinidad, ella no lo ha guardado en silencio. Dios mismo puso en su alma desde el principio una conciencia de que todo lo que estaba recibiendo era para llevarlo a todos, por que “¡Dios es para todos!”. Vivir y manifestar es la misión de La Obra de la Iglesia: Vivir junto a la Madre Trinidad los misterios que la Iglesia contiene, y manifestarlos a todos».

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