"Dios es el silencio del cual proceden todos los sonidos"

"Dios es el silencio del cual proceden todos los sonidos"
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Cuando uno se entrega a la vida, y en particular a la parcela de la literatura, espera encontrar ?sobre todo si el libro es bueno?, una máxima como la que está grabada con tiza y cal en las pizarras que pueblan los jardines del desierto carmelitano de San José de Las Batuecas, a las faldas de la Peña de Francia.

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"Dios es el silencio del cual proceden todos los sonidos".
Este aparente doble oxímoron presentado, el de jardines y desierto; silencio y sonido, se desenmascara, se hace trizas gramaticalmente hablando, cuando entremedias de esa ecuación, opera, de forma velada la mayor parte de las veces, la voluntad de Dios.
En la sociedad que le prende fuego a la nieve, como nos mostraron por Twitter durante el temporal de Filomena, y que se desgañita por hacerse oír desde sus atalayas de adobe digital, irrumpe, un año más, ajena al transcurso de los siglos, el ruido y la enfermedad, la Cuaresma.
La Cuaresma es la preparación de una pregunta que encuentra respuesta el Domingo de Resurrección:
La cosmovisión de la Iglesia católica, por la centralidad del misterio que la sustenta, ha creído desde su orígenes en el valor y forma de la persona. De ahí que no incurriera, en sus primeros años de alumbramiento, en el panteísmo o en la morfología animalesca de la deidad última.
Los católicos no creemos en un híbrido entre Hánuman y el Gólem de barro judío. No creemos que Dios sea un dispensador de favores a través de un sistema meritocrático, mal que le pese a muchos. Los católicos, todo lo sencilla y llanamente que se puede explicar la radicalidad del secreto del cosmos, creen, viven y experimentan a un hombre sublimado hasta la última de sus células por Dios.
Y en torno a esto hacen su vida rítica, que alcanza en la Cuaresma, el penúltimo tramo de la última cima.