Burgos se vuelca en la acogida y acompañamiento a migrantes: "Aún nos queda mucho por mejorar"

La archidiócesis presenta la Jornada del Migrante y refugiado con el testimonio de quienes llegaron a la ciudad escondidos y que ahora la sienten "como su segundo pulmón"

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La acogida y el acompañamiento a los migrantes es un trabajo más que necesario en una sociedad. En concreto, en la burgalesa, que crece en número de residentes procedentes de otras latitudes y que vienen huyendo, principalmente, de las guerras y las sequías provocadas por el cambio climático. El 8,2% de la población burgalesa es de origen extranjero, unas cifras que representan el 6,1% en el conjunto de Castilla y León y el 11,6% en España.

Así lo ha explicado la archidiócesis de Burgos, que ha organizado una rueda de prensa este 20 de septiembre para presentar los actos de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado que la Iglesia celebra este 25 de septiembre.

"Vida buena"

Así, en el acto, ha intervenido Mohamed Souahib Conde salió de Guinea Conakry en agosto de 2017. Llegó a Italia y de ahí se desplazó a España porque era el país donde había soñado residir. En Barcelona vivió por algunas semanas en la estación de tren, hasta que encontró a una africana con la que pudo compartir alojamiento tres meses. Poco a poco fue conociendo la vida de otros migrantes que le pusieron bajo la pista de Lepe.

Allí se presentó pensando encontrar un trabajo que nunca llegó. Malvivió en la ciudad onubense durante dos años y ocho meses, durmiendo bajo unas tablas y unos plásticos. Hasta que un día conoció en la mezquita a un marroquí que le habló de Burgos, el lugar donde él trabajaba y donde vivían otros muchos guineanos. Y aquí se plantó.

Una vez en la ciudad conoció la ayuda Cáritas, donde después de dos semanas viviendo en su albergue, fue derivado a los programas de Atalaya Intercultural. La casa que posee esta entidad en el barrio de Fuentecillas –donde en la actualidad residen doce personas– le ha permitido a Mohamed emprender por fin una «vida buena». Mejoró su español a través de clases de formación; ha obtenido el carné de conducir y ha encontrado trabajo en una conocida empresa de reformas. «Burgos es mi segundo pulmón, ahora tengo una vida mejor. Tengo trabajo y cada mes puedo ayudar a mi familia», revela agradecido a Atalaya y a cuantos «se sacrifican por ayudar a los demás».

Romper barreras

Su testimonio es el claro ejemplo de que «junto a migrantes y refugiados podemos construir un futuro mejor». «Es verdad que Burgos es una ciudad acogedora, pero aún queda mucho por hacer», ha denunciado la delegada de pastoral de Migraciones, Hilda Vizarro. A su entender, «somos acogedores al 80% pero aún hay que mejorar. Porque aunque nos veamos en la calle, en el supermercado o el autobús nos falta quitar estereotipos» para que los migrantes puedan acceder al trabajo o a una vivienda, principalmente: «Te piden tres pagos anticipados para un alquiler y eso no se puede pagar. Y si te ven que eres negro o llevas velo, peor todavía».

Lo diverso no es una amenaza

Así lo vivió Carolina Ludueña, una argentina que ha constatado que «si te detectan por tu acento», las puertas se cierran. Por fortuna, ha tenido suerte para entrar en el país y encontrar trabajo –su abuelo era español–, pero constata que las mayores dificultades residen en encontrar vivienda. «Hoy por hoy ya me vuelto a mi vida de Argentina, soy catequista y vivo una vida estable. No venimos por placer, sino a buscar trabajo y ayudar a nuestra familia y entre todos tenemos que eliminar la barrera del idioma, el color o la vestimenta», ha animado.

Todo porque «el trabajo de los migrantes, su juventud, su entusiasmo, su capacidad de sacrificio enriquecen a las ciudades y a las sociedades que los acogen», ha indicado Manuel Martínez, responsable de comunicación de Atalaya Intercultural. Ante la celebración de la 108 Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, que celebra la Iglesia este domingo, ha insistido en que «podemos vivir juntos». «Se trata de un potencial que se manifiesta pronto si se les ofrecen oportunidades». «Algunos ven en lo diverso una amenaza y buscan como soluciones reforzar identidades nacionales o fronteras. Otros vemos la diversidad como una oportunidad para nuestras sociedades plurales en las que el acento se centra en la acogida y la integración sentando las bases de una auténtica cohesión social».



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