Así logró Tino Sanz abandonar el mundo del espectáculo y de las drogas para volver a acercarse a Dios

Tras una infancia cercana a la Iglesia, se desvió del camino durante la adolescencia. A los cuarenta años ingresó en un centro de desintoxicación: "Obedecí a Dios"

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A sus 50 años, la vida de Tino Sanz ha sido una verdadera montaña rusa. Durante años fue preso de las drogas, de las que logró liberarse con esfuerzo y la ayuda de Dios. Actualmente reside en la localidad aragonesa de El Buste.

Desde sus primeros años, Tino se caracterizó por ser una persona de profundas creencias. De hecho, su infancia la vivió entre movimientos católicos. Era un habitual de la parroquia. Siempre mantuvo una relación muy estrecha con las Madres Vedruna, a quienes preguntaba por cuestiones teológicas, que siempre le interesaron.

Pero Tino llegó a una etapa difícil en la existencia del ser humano, repleto de cambios: la adolescencia. La rebeldía se fue apoderando de él, y poco a poco se fue desligando de la Iglesia. Llegó a pensar que asistir a Misa era propio de personas desfasadas, aunque realmente nunca renunció a su fe.

Una vez hecho el servicio militar obligatorio, Tino comenzó a cambiar con frecuencia de lugar donde vivir: Salou, Madrid o París fueron algunas de las ciudades donde vivió un tiempo. Fue en aquellos años de desorden cuando comenzó a consumir drogas: “Quise vivir una vida que no era para mí, me empeciné en ser una estrella del espectáculo, quise brillar por mí mismo, quise ser alguien para lo que no había nacido”, confesaba en declaraciones a ‘Iglesia en Aragón’.

Pese a su coqueteo con las drogas, sentía a Dios cerca. Gracias a las oraciones, Tino no se hundió completamente, y se mantuvo a flote: “En mi corazón escuchaba como Él me instaba a dejar ese mundo, pero no quise oírle”.

Los cuarenta, el punto de inflexión de Tino Sanz

Tino Sanz trataba de abandonar las sustancias que consumía, pero el mono se acababa imponiendo una y otra vez. Y así, en medio del caos y con su cuerpo cada vez más deteriorado, Tino se plantó en los cuarenta años.

Mientras algunos hablan de la crisis de los cuarenta, en este caso para nuestro protagonista fue beneficioso, ya que decidió recibir el Sacramento de la Confirmación: “Me acerqué a la Iglesia, cantaba en el coro de mi parroquia, ayudaba en las lecturas, colaboré con Cáritas…”

No obstante, las drogas seguían demasiado presentes en su vida. Consumía sin control. Por fin, a finales de 2014 decidió dar un giro de 180 grados a su vida y ponerse en manos de profesionales: “Ingresé en un centro de desintoxicación, en Prisma. La voz que había escuchado toda mi vida se puso seria y le obedecí”, relata.

Fue un proceso duro durísimo, pero salió adelante: “Esta enfermedad nunca se pasa, pero lo más hermoso de todo es que nunca perdí la esperanza. ¿Fueron mis fuerzas? Desde luego que no. Mi psicólogo me decía que al final lo iba hacer creer en los milagros”.

Tino decide conocer más de cerca a Dios

Tino decidió abandonar el mundo del espectáculo para volver a estudiar. Tras realizar las pruebas de acceso universitaria, comenzó el Grado de Teología en el CRETA, con el objetivo firme de conocer a Dios de una manera profunda: “Continué mis estudios de Ciencias Religiosas en la Universidad de Pamplona, cuidé de la persona que mejor me comprendió y amó en este mundo, que es mi madre. Aunque ella no me lo pidió, yo sentí que debía devolverle todas sus oraciones y lágrimas para que cambiara de vida. Tuve el lujo de estar con ella hasta que se marchó al Cielo”, explica.

Luego, se trasladó a El Buste, donde reside en la actualidad, y que Tino define como el “pueblo más bonito del mundo”. Asimismo, asegura que sigue sin perder la esperanza de que “puedo vencer cada día a mi enfermedad porque con la ayuda de Dios sé que puedo”.

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