El periodista Antonio Pelayo desvela cuál es la reliquia que guarda de Juan Pablo II: "Un recuerdo especial"

En una entrevista concedida a Aleluya, el corresponsal de Atresmedia en el Vaticano ha repasado su prestigiosa trayectoria y ha recordado algunas anécdotas de su vida en Roma

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Antonio Pelayo es uno de los periodistas más veteranos y más respetados de habla hispana de cuantos están en Roma, con una trayectoria de décadas cubriendo la información del Vaticano. Trabaja como corresponsal en Roma para Antena 3 y colabora con COPE y la revista Vida Nueva.

Charlando con Antonio Pelayo uno tiene la sensación de que podría estar horas contando anécdotas sobre el Vaticano, los viajes papales y su relación con San Juan Pablo II. Confiesa tener una de las mejores reliquias que se puede tener del Papa polaco y recuerda una divertida anécdota con Papa Benedicto XVI.

Fue ordenado sacerdote en Madrid en 1968. Tras graduarse como periodista en la Escuela Oficial de Madrid, en 1970 comenzó a trabajar en el diario Ya y en el semanario Vida Nueva. En 1976 fue nombrado corresponsal de Ya en París, donde permaneció nueve años, siendo durante dos años presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera en Francia.

En 1986 se trasladó a Roma, siempre como corresponsal de Ya, y a partir de 1990 comenzó a trabajar también para Antena 3. Ha acompañado al Papa San Juan Pablo II en la mayoría de sus viajes a través del mundo, así como a Benedicto XVI y actualmente al papa Francisco.

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¿Usted quería ser de mayor periodista o sacerdote?

El periodismo llega muy tarde a mi vida y llega en oblicuo, yo quería ser sacerdote. Hice los 13 años de la carrera para ser sacerdote en la Universidad de Comillas. Antes de ser ordenado sacerdote yo escribía piezas relacionadas con el cine que me gustaba mucho. A mí el cine me gustaba mucho, no en vano soy de Valladolid donde ha habido y sigue habiendo una Semana Internacional de Cine, pero como una cosa marginal en mi vida.

Nunca pensé en ser periodista, pero la vida a veces te reserva unas sorpresas y me llevaron a ser lo que soy ahora. Periodista corresponsal de Antena 3, de la revista Vida Nueva y de la COPE donde tengo el honor de colaborar desde 36 años, todos los domingos.

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¿En este difícil mundo del periodismo, quién fue su maestro?

Hubo varios, pero realmente quien me impulsó fue José Luis Martín Descalzo porque yo entonces empecé a colaborar en Vida Nueva como crítico de cine con el antiguo director que era José María Pérez Lozano y, en el año que me ordeno sacerdote, al volver de Alemania donde estuve 4 meses habían cambiado el director por José Luis Descalzo.

Y cuando lo fui a saludar, con ese carácter brusco, me dijo que estaba perdiendo el tiempo y quería que empezase a escribir de otras cosas. Le respondí que escribía de lo que sabía. Y fue él que me encarrilló a entrar en la información religiosa.

Luego, a través del arzobispo Antonio Montero, cuando le hicieron obispo auxiliar de Sevilla y él era redactor religioso del Ya, pensaron en mí y en Manuel de Unciti para que lo sustituyéramos en la sección religiosa que, en aquellos años, 1970-1971, eran años muy conflictivos en la relación Iglesia-Estado y representaba un periódico importante.

Fue entonces cuando hice la carrera en la Escuela Oficial de Periodismo dejando la idea de que hiciera la tesis doctoral en teología. Cambié la teología por el periodismo y yo creo que la teología no ha perdido gran cosa y no sé si tampoco el periodismo ha ganado, pero la vida de cada uno es como es.

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Estuvo unos años de corresponsal en París, luego llegó a Roma. ¿Le atraía más la información vaticana o en general Italia?

Yo estando ya en París tuve que hacer una corresponsalía general, pero los temas religiosos me interesaban y cubrí por ejemplo el viaje de Juan Pablo II a París que fue un viaje bastante complicado y en cierto modo bastante poco feliz. Después de nueve años en París pensé que era más lógico que yo fuese a Roma como corresponsal fundamentalmente para los temas religiosos que a mí realmente eran los que más me interesaba.

En mi caso el periódico optó por que yo fuera corresponsal general y, durante todos estos años lo sigo siendo. Estamos cubriendo la enésima crisis política, he visto nacer 30 nuevos gobiernos en Italia. Lógicamente a mí me siguen interesando muchísimo los temas religiosos por qué con lo que más me siento en sintonía y lo sigo con grande interés. Es una tarea que un sacerdote puede hacer bien.

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CORTESÃ?A

Usted ha vivido gran parte de su trayectoria periodística con San Juan Pablo II, ¿qué recuerdos tiene del Papa polaco?

Tengo muchos recuerdos porque fueron muchos años y le he acompañado en muchísimos viajes en los cinco continentes.

Tengo un recuerdo muy especial el día que cumplí 25 años de mi ordenación sacerdotal tuve el privilegio de poder concelebrar la Misa con él en su capilla privada. Ya había estado otra vez, pero esa vez fue muy especial porque al acabar la Misa, que concelebramos el Santo Padre, un obispo francés y yo, y quitarnos los ornamentos sacerdotales, el Papa me llamó, cogió la estola con la que había celebrado la Misa y me la puso sobre los hombros y me dijo: “Para que tenga usted un recuerdo especial de un día como hoy”. Efectivamente esa estola la tengo como una de las mejores reliquias que uno puede tener del Papa Juan Pablo II. Monseñor Dziwisz me dijo que era una estola con la que había celebrado muchas veces la Misa.

Pero tengo muchos recuerdos de él en los viajes, en la cercanía. Era un hombre que yo había conocido antes de ser Papa cuando era arzobispo de Cracovia. Esa fue una impresión enorme, coincidí con él cuando celebraba una Misa muy solemne en la Iglesia de Santa María en Cracovia para celebrar la canonización del Padre Kolbe. Una Misa llena de gente, una homilía interrumpida por aplausos y tuve la oportunidad de saludarle en la sacristía donde me dije una frase que nunca se me olvidará: “España es ese país que yo amo tanto”. Le pude acompañar en su viaje a España, un viaje apoteósico en 1982 donde recorrió la península: Barcelona, Madrid, Santiago, Javier, Loyola, Valencia, Sevilla…todos los que hemos vivido es viaje no lo podremos olvidar.

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¿De todos estos viajes papales, hay alguno que no olvidará?

Todos los viajes que el Papa polaco hizo a su país natal fueron impresionantes. Por supuesto el primero fue un viaje de conquista. Todos sabemos que Polonia seguía en un régimen comunista, con el que el Cardenal Wojtyla había tenido enfrentamientos y cuando fue elegido Papa el gobierno soviético se alarmaron enormemente, pero no podían ignorar que era un ciudadano polaco que tenía todo el derecho en visitar su patria, su pueblo y su casa. Fue la primera vez en el que el pueblo polaco pudo manifestarse públicamente y ese fue un viaje de conquistador donde recorrió más de una ciudad y fue impresionante.

Tampoco el segundo tuvo menor interés, en el año 1981, cuando Polonia estaba bajo la ley marcial que había impuesto el general Jaruzelski y el Papa quiso abordar ese problema. Pudo entrevistarse con Jaruzelski y fue un viaje de reconquista.

Y luego puedo decir que los viajes con el Papa a África fueron muy tocantes. Allí veías como estos países, pobres como Chad o Burkina Faso, como la gente pasaba el día y la noche esperando para verle, a veces 20-30 segundos en el coche. Para ellos, y lo veías en sus ojos y en su mirada, era como un rayo iluminador.

Ha habido otros viajes como el de Nueva York a las Naciones Unidas. Ningún viaje del Papa dejó de tener un impacto. En todos los países que visitaba, fueron países desarrollados o más pobres. No te digo América Latina, imagínate lo que eran los viajes a México donde al pobre Papa no le dejaban dormir porque había mariachis, cantos, folclore, delante de la Nunciatura.

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Me gustaría hablar de los últimos dos Papas, ¿tiene alguna anécdota con Benedicto XVI y y Francisco?

El Papa Benedicto XVI es un hombre discreto, de un carácter diferente de Wojtyla. He tenido un gran respeto por su extraordinario talento teológico, los libros los he estudiado.

Puedo contar una pequeña anécdota muy especial. Yo era muy amigo del Cardenal Antonio María Javierre, amigo del Cardenal Ratzinger con el cual compartía cuestiones teológicas y un día me invitó a comer en su casa junto con Ratzinger. Fue un gran honor y fue una comida de muy alto nivel intelectual donde yo estuve callado todo el tiempo porque era lo mejor que podía hacer. Fue una comida agradable.

El cardenal Javierre no bebía al tener un problema renal y al final de la comida le dijo al card. Ratzinger si quería acabar la comida con un brandy español. Y al principio Ratzinger dijo que no. Javierre replico que el brandy se llamaba Card. Mendoza. Y Ratzinger dijo: “Ah bueno si es Card. Mendoza bien porque es el único cardenal que no me hará daño”. Esto demuestra que Ratzinger también tiene un delicado sentido del humor.

Y del Papa Francisco puedo decir que he tenido la fortuna y el honor de acompañarle en sus viajes, de haber concelebrado con él más de una vez la misa en Santa Marta, cuando cumplí los 50 años de sacerdocio por ejemplo. He tenido bastantes ocasiones de hablar con él, puedo decir que tengo el honor de que sea una de mis lectores en la revista Vida Nueva que recibe semanalmente. Recuerda cosas que he escrito que quizás yo no recuerdo y él me comenta. Este Papa como sabemos todos es un Papa extremadamente cercano. Te tienes que decir a ti mismo que es el Papa y no un sacerdote cualquiera. Permite una conexión espiritual muy profunda con él.

Es un gran reformador y está llevando adelante con una tenacidad muy propia de él esta reforma de la Iglesia. Quizás él sabe que no va a poder acabar y no sabemos cuanto la Providencia le puede conceder, pero algunas de las tareas son largas, la Iglesia es un organismo muy complejo y eso hace que se necesiten años para poderse reformar.

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Una de las imágenes de este año tan complicado de la pandemia fue la Plaza San Pedro vacía y el Papa, bajo la lluvia, rezando. ¿Usted había vivido alguna imagen similar anteriormente?

Nunca. Esa fue una imagen que ni Steven Spielberg se lo hubiera podido imaginar como atmósfera. Reconozco que me impactó profundamente como a todo el mundo.

En un momento en que la humanidad se estaba dando cuenta del drama que estaba viviendo y del que va a vivir todavía durante algunos meses, esperemos que sean los menos posibles, imaginar esa escenografía y ver al Papa caminar lentamente, subir lentamente hacia el altar e impartir la bendición con el Santísimo a esa plaza vacía donde solamente se escuchaban las sirenas de las ambulancias que pasaban era una imagen de un impacto tremendo. La única imagen que estoy seguro haber visto nunca. He estado en San Pedro miles de vacía, siempre es una plaza extraordinaria, llena de gente, a las 6 de la mañana, a las diez de la noche, pero esa imagen no tiene paragón.

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¿Qué consejos le daría a un joven periodista que quiere acercarse a esta profesión a veces tan complicada?

Yo a todo el mundo le digo que hay que ser profesional. No seas periodista por afición, para estar en el candelero, o ser periodista para ser inoportuno en las preguntas. El periodismo es una profesión, y además tiene que ser cada vez más profesional porque tiene que ser más especializado.

No se puede ser al mismo tiempo periodista deportivo, científico o religioso. El periodismo es estudio y trabajo, horas sentado delante del ordenador, escuchando y hablando con la gente, intentando sacar a la gente la verdad que tiene y eso es muy complejo.

Le temo al aficionado periodista. No meterías nunca en una sala operatoria a un señor que no sabe operar y no se debería llamar a opinar a uno que no sea un buen periodista que se ha estudiado el tema y que sabe lo que tiene que responder a las preguntas que se le pueden plantear.

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