La historia de los mártires jesuitas: llevaron a Jesús al pueblo hurón pagando con su vida

Fueron siete sacerdotes jesuitas y un hermano quienes evangelizaron hasta la guerra con los iroqueses, que les costó la vida para ganar la Vida.  

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Para la Iglesia de Canadá hoy es un día para recordar sus orígenes, los hombros y las vidas sobre las que descansa el cristianismo al otro lado del Atlántico. El recuerdo les traslada cuatro siglos atrás, a la Francia del siglo XVII. Es la cuna de los ocho mártires jesuitas que se encargaron de llevar a Jesús a los pueblos indígenas de la actual Canadá. Esta labor, a la que se entregaron por entero, les costó la vida en unos martirios atroces que se produjeron entre 1642 y 1649.

Eran siete los sacerdotes y un laico los que desembarcaron en diferentes momentos en torno a 1623 en suelo canadiense. Su objetivo: misionar a aquellas gentes. Lograron hacerlo, con paciencia, oración y sufriendo penalidades. A ellos se les atribuyen la fundación de los pueblos de San José, San Ignacio, San Luis y Santa María. Desde allí, sus historias nos han llegado en lo que se conoce como las “Relaciones jesuíticas”. Eran cartas que ellos escribían allí y enviaban a Francia y que han llegado a nosotros.

¿De qué hablaban esas cartas? De su labor diaria con el pueblo hurón. Actualmente, estos indígenas poseen una reserva en Quebec, Canadá. La catequesis, la enseñanza de las oraciones o el Bautismo eran algunas de las prioridades de los misioneros. Sin embargo, antes de enseñar, tuvieron que aprender el idioma o las costumbres. Las misiones progresaban y daban frutos, sobre todo, entre los niños. 

Como corderos en medio de lobos: martirio y legado de los misioneros en el pueblo hurón

En medio de su trabajo, estalló la guerra con los iroqueses, otro pueblo asentado en esas zonas. Era el año 1642 cuando apresaron a los dos primeros: el Padre Isaac Jogues, y el hermano Renato Goupil. Renato perdió la vida cuando un indio lo sorprendió intentando evangelizar a quienes iban a ser sus verdugos, y lo mató. Isaac permaneció como prisionero más de un año. Lo torturaron y mutilaron. En su tiempo de cautiverio, coincidió con otro de sus compañeros, el Padre Juan Ladande. Ambos fueron asesinados poco tiempo después.

Los mártires jesuitas sufrieron toda clase de torturas de los iroqueses

Los mártires jesuitas sufrieron toda clase de torturas de los iroqueses 

Al acabar este primer episodio de violencia, llegó la paz. Por lo menos para los hurones. No para los misioneros, ni para los iroqueses. Mientras los primeros continuaban enseñando y predicando, los segundos afilaban las armas y preparaban de nuevo la guerra. Cuando estuvieron listos, volvieron a atacar a los hurones en la misión de San José, donde también perdió la vida (con minúscula) el Padre Antonio Daniel. Desde ese punto, los iroqueses asaltaron las otras misiones de San Ignacio, San Luis y Santa María, llevándose consigo las vidas de Juan Brébeufy y Daniel Lalemant. El último en dar su vida fue el Padre Natal Chabanel cuando la guerra asoló la misión de San Juan Bautista en la que vivía.

El Papa Pío IX los canonizó en 1930 y más de 370 años después, su historia sigue viva en Canadá y en la Iglesia. Actualmente, la comunidad de los hurones aun permanece, con fidelidad a Jesús gracias a estos misioneros en la misión de Lorette.

Imagen de la reserva huron de Wendake, Canadá

Imagen de la reserva huron de Wendake, Canadá 

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