La comunidad de monjas que acepta a personas con Síndrome de Down en la vida consagrada

Su historia comienza en 1985 y, de no estar reconocidas canónicamente, hoy son 10 miembros en la comunidad, 8 de ellas con síndrome de Down

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Las Pequeñas Hermanas Discípulas del Cordero, que viven en el centro de Francia, forman la primera comunidad contemplativa en el mundo que recibe a personas con síndrome de Down en la vida consagrada.

Esta aventura se originó en los años ochenta, por una amistad entre la Madre Line, convertida poco después en Superiora de las Hermanitas Discípulas del Cordero, y Véronique, una joven con síndrome de Down que quería consagrarse al Señor. Es la historia que cuenta esta semana el portal Vatican News.

El Derecho canónico y las reglas monásticas no prevén la admisión a la vida religiosa de las personas con discapacidades mentales, así que Line y Véronique tardaron 14 años en ver reconocidos los estatutos de esta comunidad tan especial. Comenzaron en 1985 en un pequeño apartamento. En 1995, el creciente número de "miembros" obligó a las Hermanitas a mudarse, mientras seguía el proceso para su pleno reconocimiento eclesial.

Las Hermanitas discípulas del Cordero son actualmente 10: ocho de ellas con Síndrome de Down. Es verdad que éstas necesitan apoyo en su vida diaria, pero la vida contemplativa les permite vivir a un ritmo regular, lo que les ayuda especialmente. La vida cotidiana incluye la Misa, la oración y el trabajo en los talleres de tejido y cerámica, y recientemente han creado un jardín de plantas medicinales.

"Traen alegría a la sociedad y, sobre todo, traen amor al mundo, que tanto lo necesita"

La hermana Veronique explica que han pasado 34 años desde que sintió la llamada de Jesús; es consciente de su discapacidad pero afirma que es feliz y ama la vida, y reza por los niños con síndrome de Down que no sentirán esta misma alegría de vivir.

Para las jóvenes con Síndrome de Down el discernimiento se hace como con todas las demás vocaciones: cuando una persona se realiza, es allí donde el Señor la llama. De lo contrario, vuelven a casa. "Ellas saben entender muy bien si no es una verdadera vocación", explica madre Line.

La experiencia atípica de esta comunidad parece responder a un desafío antropológico para el mundo de hoy, sujeto al dictado de la eficiencia y la productividad. Madre Line encuentra en las religiosas con síndrome de Down una increíble fuerza espiritual: "Conocen la Biblia, la vida de los santos, tienen una memoria fabulosaSon almas de oración, muy espirituales, muy cercanas a Jesús", dice asombrada, viendo en su sencillez un signo profético para nuestro tiempo. "Traen alegría a la sociedad y, sobre todo, traen amor al mundo, que tanto lo necesita".

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