Jesús y los enfermos: La Unción de los Enfermos

Jesús y los enfermos: La Unción de los Enfermos

Agencia SIC

Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Mons. Francesc Pardo i Artigas Si leemos el evangelio apreciaremos claramente que Jesús mostraba una particular predilección por los enfermos. Envió a sus discípulos a sanar las heridas, a devolver la salud a los enfermos. De diversas formas, Jesús también hoy sale al encuentro de los enfermos, los acoge, les cura, los perdona, les transmite esperanza y los fortalece para afrontar los sufrimientos, inquietudes y dudas ante su situación. La Iglesia, con el soporte de la acción de Jesús, ha instituido para ellos un sacramento específico: la unción de los enfermos. La carta de san Jaime testifica la presencia de este sacramento en la primera comunidad cristiana: "Si entre vosotros hay alguien que está enfermo, que llame a los que presiden la comunidad para que le unjan con óleo en nombre del Señor y rueguen por él. Esta plegaria, hecha con fe, salvará al enfermo: el Señor lo sanará y le perdonará los pecados que haya cometido".

En relación con este sacramento he vivido situaciones muy diversas. Comento algunas para apartar "el temor" que en ocasiones suscita, como si fuera prólogo de la muerte, en lugar de una ayuda para vivir la situación más difícil que puede experimentar la persona.

– Cierto atardecer una familia me avisa que el abuelo está en fase terminal y me piden "la extremaunción". Añaden que no puede comulgar. Llego a la casa y, ciertamente, el abuelo está muy mal. Incluso parece que no se da cuenta de la situación. Me sugieren que sea rápido y discreto para no asustarlo. Me acerco y le digo en voz baja que Dios le quiere y desea perdonarle, que Jesús le acompaña y desea darle fuerzas. No responde, pero a mi me dio la impresión que abría un ojo y me apretaba la mano. Inicio la plegaria, una breve lectura y, cuando me dispongo a ungirle la frente y las manos con el óleo de los enfermos, apagan la luz de la habitación. Sólo permanece encendida una pequeña lámpara que apenas disipa la oscuridad. Me detengo, ya que no recuerdo de memoria todo el texto de la plegaria de la unción. En aquel momento, el abuelo haciendo un esfuerzo, y con un hilo de voz, les pide: "encended la luz, que el sacerdote no puede leer".

El miedo no lo tenía el abuelo, lo tenía la familia. Pese a su buena voluntad y a un amor mal entendido, deseaban que no se diese cuenta de nada. Pero él, al contrario, seguía la plegaria, como podía, y ayudaba.

– Servicio de urgencias en un hospital comarcal. El médico de guardia y las enfermeras se esfuerzan por estabilizar a un paciente que ha sufrido un infarto. Cuando lo logran, deciden que ha de ser ingresado urgentemente en una UCI y que debe ser trasladado en helicóptero. El hombre se dirige a la enfermera y le pide: "la unción de los enfermos". La enfermera consulta a la supervisora de noche y le dice al paciente que no disponen de este medicamento y que no se lo han recetado. El hombre le dice que avisen a su hijo y que esperen su llegada. El hijo es sacerdote y ya se ocupará de ello. Este paciente era mi padre.

No ha lugar a comentarios, pero si subrayar que los medicamentos y las atenciones son fundamentales, aunque para nosotros también lo es la palabra y la acción de Jesús, que fortalece, da paz y perdón.

– Un sacerdote del Penedés dedicado a los enfermos, muy conocido y apreciado, los visitaba con frecuencia. Había visitado a un hombre, agricultor de toda la vida, con quien conversaba de todo tipo de temas. El hombre enfermó gravemente, y su hijo pidió al sacerdote que no le hablase de Dios, que no recitase plegaria alguna, ni tratase de nada relacionado con "su religión". Don Elías, que era muy listo y bondadoso, cuando están a solas le dice al enfermo: "Pepe, repite conmigo: Dios, si existes? ten piedad de mi, que soy un pecador. Si he pecado? ayúdame, si puedes?". Cuando el hijo después de unos días retrae la visita al sacerdote, éste le responde que no ha hecho nada, que tan solo le dejó escoger. Un hijo no puede decidir por su padre lo que éste desea y necesita en estos momentos.

– En la unción comunitaria de los enfermos en las parroquias, hemos experimentado la paz, la alegría, la confianza y la fortaleza que da el sacramento a quines lo reciben.

No hemos de tener miedo al sacramento, porque es Jesús quien sana, sostiene, da fuerza, paz, perdón y serenidad al enfermo.

+Francesc Pardo i Artigas

Obispo de Girona

Tracking