Mons. Eusebio Hernández Queridos hermanos y amigos: Quiero en este domingo dirigir mi carta semanal a todos los que habéis recibido el sacramento de la Confirmación, o bien, lo recibiréis a lo largo de este año. Tenemos la dicha en nuestra diócesis, a pesar de ser pequeña y con una población envejecida, de que sois muchos los que cada año, tras haber recibido la catequesis preparatoria os acercáis a recibirlo.
Dentro de las posibilidades que nos ofrece el directorio de la diócesis recibís este sacramento a diversas edades, unos después las catequesis de poscomunión, otros al terminar la ESO e, incluso, adultos que en su momento no lo recibieron pero que habéis descubierto, pasados los años, la necesidad de completar con la Confirmación vuestra Iniciación Cristiana.
Celebramos en este domingo la solemnidad de Pentecostés, día en el que concluye el tiempo de Pascua y revivimos la venida del Espíritu Santo sobre los primeros discípulos. En ese momento comienzan a comprender todo lo que habían vivido con Jesús y la fuerza del Espíritu los impulsa a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra.
Podemos decir que la Confirmación es un "pentecostés" personal para aquel que la recibe. La preparación que habéis tenido en la catequesis os ha hecho comprender más las palabras de Jesús y, sobre todo, lo que desea es que comprendiéndolas las viváis; para ello se os da la fuerza del Espíritu Santo.
Si sois receptivos y dejáis que el Espíritu Santo viva y actúe en vosotros, todos los dones que Él os ha dado os acompañaran y ayudarán a lo largo de toda vuestra vida. Así, los dones del Espíritu: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y santo temor; que el ministro del sacramento ?el obispo o su delegado- ha pedido para vosotros en la oración de la celebración de la Confirmación, os acompañarán y ayudarán toda vuestra vida.
No tengáis miedo a acoger estos dones y a vivir como hijos de Dios y como cristianos; para ello seguid formándoos en vuestra vida cristiana, dad testimonio de que creéis en Cristo, sed también vosotros sus "apóstoles".
En el sacramento de la Confirmación se os ha ungido con el Santo Crisma que es un aceite perfumado y bendecido por el obispo, que hace presente al Espíritu Santo. Como os han explicado en la catequesis ese aceite significa la "gracia" abundante que se derrama sobre vuestras almas y, la gracia, es la fuerza del mismo Dios que siempre os acompaña en vuestras vidas, aunque a veces no somos totalmente conscientes de ello.
Este aceite es también"bálsamo", es decir, hace presente la capacidad de Dios de curarnos en el corazón, sobre todo en los momentos de dolor o de dificultad; es el bálsamo del amor de Dios que cura y fortalece, que nos da vigor para vivir como hijos de Dios amando y sirviendo a los demás.
Es, asimismo, un aceite perfumado, una materia olorosa que nos recuerda y hace presente que, aunque el mundo viva en la corrupción, nosotros somos fortalecidos para huir de ella, y que a través de nuestro testimonio vamos llevando y difundiendo en todas partes el "buen olor de Cristo".
Recordad también que no estáis solos, si deseáis vivir como cristianos la Iglesia siempre estará a vuestro lado, os ayudará a conocer y amar más a Jesucristo, a rezar, y tendrá siempre las puertas abiertas para que podáis celebrar vuestra fe y fortaleceros en la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos.
Pido al Señor, en este día de Pentecostés, que todo esto se cumpla en vosotros y si alguno de vosotros oye la voz de Dios que lo llama, sin miedo respondedle.
Con todo afecto os saludo y bendigo.
+ Eusebio Hernández Sola, OAR
Obispo de Tarazona