Carta del obispo de Osma-Soria: «En la vejez seguirán dando fruto»

En su escrito de este mes, Abilio Martínez anima a los fieles, en especial a los jóvenes, a visitar a los ancianos, ya que según recuerda, «es una obra de misericorda»

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Queridos diocesanos,

El pasado 24 de julio celebramos la II Jornada Mundial de los abuelos y de los mayores, para la que el papa Francisco escribió un mensaje con el siguiente lema tomado del salmo 92: “En la vejez seguirán dando fruto” (v. 15). Es un escrito muy rico en cuanto a la calidez y el cariño que el Papa muestra por las personas de más edad. Todos recordamos, con dolor, la situación que nuestros mayores han vivido en el momento más duro de la pandemia. De ahí que el Santo Padre estableciera el año pasado, que esta Jornada se celebrase el cuarto domingo de julio, en torno a la fiesta de los Santos Joaquín y Ana, los abuelos de Jesús.

El cuidado de los mayores y potenciar el diálogo de estos con las nuevas generaciones es una de las preocupaciones constantes del papa Francisco. En la presentación de esta Jornada el prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el cardenal Kevin Farrell, señaló que “con la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, el Santo Padre nos invita a tomar conciencia de la relevancia de los ancianos en la vida de las sociedades y de nuestras comunidades, y a hacerlo de forma no episódica, sino estructural, y la Jornada ayuda a poner las bases para una pastoral ordinaria de esta época de la vida”.

Vivimos en un mundo marcado por la inmediatez, los avances técnicos y científicos… Por ello, hay ocasiones en las que nuestros mayores sienten que ya no tienen nada que ofrecer a esta sociedad y viven con poca esperanza y resignación este momento de su vida. Este mensaje del papa Francisco ofrece precisamente a nuestros mayores, todo un proyecto de vida: “Queridas abuelas y queridos abuelos, queridas ancianas y queridos ancianos, en este mundo nuestro estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura. Hagámoslo, aprendiendo a utilizar cada vez más y mejor el instrumento más valioso que tenemos, y que es el más apropiado para nuestra edad: el de la oración”.

En esta sociedad del descarte, en donde la ancianidad a veces asusta, este mensaje nos recuerda que una vida larga es una bendición y es, además, el signo vivo de la bondad y el amor de Dios. Un Dios que concede vida en abundancia. Ciertamente nuestras sociedades invierten mucho en cuidados médicos, asistenciales… pero hay que aportar también, proyectos de vida que ayuden a los más mayores a afrontar ese momento desde la perspectiva de que, a pesar de que las fuerzas empiezan a abandonarles o la enfermedad ponga en crisis las certezas, todavía, tienen muchos frutos que dar.

De igual manera que cuando estamos enfermos, el médico nos receta algún medicamento para mejorar nuestra salud física, el propio Papa da a nuestros mayores una receta para mejorar su salud espiritual: “cultivar nuestra vida interior por medio de la lectura asidua de la Palabra de Dios, la oración cotidiana, la práctica de los sacramentos y la participación en la liturgia. Y, junto a la relación con Dios, las relaciones con los demás, sobre todo con la familia, los hijos, los nietos, a los que podemos ofrecer nuestro afecto lleno de atenciones; pero también con las personas pobres y afligidas, a las que podemos acercarnos con la ayuda concreta y con la oración”. Se trata de ser protagonistas de nuestra propia vida, de sabernos útiles en cualquier momento de nuestra existencia. Cuando el Papa habla de la “revolución de la ternura” es una invitación a que los más mayores sean los artífices de ella.

Queridos diocesanos, os animo a todos y en especial a los más jóvenes, a que vayáis a visitar a los ancianos que se encuentran solos. Hagamos de ese encuentro la posibilidad de aportar esperanza al que, muchas veces, ya no espera nada de la vida. Visitar a los ancianos que están más solos es una obra de misericordia de nuestro tiempo.

Que María Santísima, Madre de la Ternura, nos haga a todos, especialmente a nuestros mayores, artífices de la revolución de la ternura, de manera que entre todos liberemos al mundo de la sombra de la soledad y la desesperanza.

Con mi bendición,

+ Abilio Martínez Varea

Obispo de Osma - Soria


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