Carta del obispo de Guadix: «Guadix: misioneros del Primer Anuncio al estilo de san Torcuato»

Francisco Jesús Orozco presenta las líneas de trabajo pastoral de la diocesis granadina para el curso que acabamos de iniciar

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Introducción: Fidelidad ante un mundo deconstruido

Iniciar un nuevo curso es siempre ser agradecidos con el Señor que nos regala un tiempo de Gracia para volver a renacer juntos en su Amor y en la llamada a ser testigos misioneros en medio del mundo.

Y lo hacemos en un mundo que está herido por las consecuencias de la pandemia del Covid-19, que nos ha mostrado la verdad de los límites y de la fragilidad humana y nos ha recordado, en la muerte de tantas personas, que somos peregrinos. También nos ha enseñado el don precioso de la solidaridad y de la fraternidad para afrontar juntos los acontecimientos agresivos a los que se enfrenta el ser humano. La realidad también nos lleva a las guerras y enfrentamientos mundiales en los que hay una verdadera carrera por el dominio de la economía, de las energías, de los mercados y de toda clase de poder para dominar y aplastar a los más débiles.

En España descubrimos de forma acelerada cómo se impone una cultura anticristiana y atea que, amparada en ideologías, mira con sospecha a la Iglesia, sin reconocer su aportación actual y centenaria al bien común y su servicio al lado de los descartados y débiles. Se ningunea su empeño por una sociedad más justa en su vocación, tantas veces anónima, de ser eje fundamental de la humanización social. Pareciera que Dios, los valores trascendentes y la mirada a la eternidad, fueran mitos que estorban a la libertad del hombre y la Iglesia fuera un parásito que nada aporta al bien de los hombres, de las culturas y de la convivencia. Nos toca ser Iglesia en un contexto donde ya el hombre no se concibe a la luz de la revelación cristiana y donde el mundo se construye desde un orden mundial que intenta redefinir una nueva antropología interesada y populista. El resultado de este nuevo orden lo experimentamos todos los días en lo que han llamado la deconstrucción de valores naturales y fundamentales, en la agonía de principios fundamentales como el respeto y el cuidado de la creación, de nuestra casa común; la injusta distribución de medios y bienes para todos; el respeto y la custodia de la vida desde su concepción natural hasta su ocaso; la educación y el respeto al protagonismo de los padres para educar a sus hijos; la corrupción generalizada y la gestión deficitaria del dinero público, priorizando los propios intereses frente al bien común; el trato a los inmigrantes y a quienes más necesitan acogida y caridad; la vulneración de derechos fundamentales y el respeto a la libertad religiosa; la expropiación encubierta de la propiedad privada y el patrimonio cultural religioso; la agresividad en las relaciones y la omisión de valorar derechos fundamentales, etc.

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