Carta del obispo de Astorga: «Construir el futuro con los migrantes y refugiados»

Jesús Fernández recuerda las palabras del Papa y nos pide comprometernos a dignificar a los migrantes y refugiados «escuchando su grito de auxilio»

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El pasado día 5 de septiembre, los que formamos el Consejo General de Cáritas Española, acompañados por el Cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Española monseñor Juan José Omella, tuvimos la oportunidad de visitar al Papa Francisco en el Vaticano. ¿El motivo? La celebración de los 75 años de la institución. El Santo Padre, además de felicitarnos, nos ofreció algunos sabios consejos de cara a nuestra actividad caritativa y social. Además, nos recomendó un libro titulado “Hermanito”, en el que se narra la vida de un migrante de Guinea Conakry que, después de tres años de dura travesía, llegó a España donde, gracias a una acogida fraterna, pudo recuperarse.

El Papa Francisco está firmemente comprometido con migrantes y refugiados, a la vista está. Lo demuestra también la colocación en la plaza de San Pedro del monumento a ellos dedicado, un monumento conmovedor que no deja indiferente a nadie: la barca repleta de gente que huye hacia tierras mejores no sólo surca el suelo, sino que abre también brecha en el corazón de los indiferentes.

El próximo día 25 de septiembre, la Iglesia celebra la 108 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, bajo el lema: “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados”. Con este motivo, el Santo Padre vuelve a llamar a nuestra puerta. El lema, en primer lugar, es una invitación a construir el futuro. Como cristianos, la primera tarea que se nos encomienda es la edificación de la Iglesia. Como cualquier construcción material, también la de la Iglesia precisa de la colaboración de los distintos ministerios y carismas: el ministerio pastoral y de gobierno, y los ministerios laicales. Pero no debemos olvidar que la primera palabra la tiene el arquitecto, que es el que diseña el proyecto al detalle. Pues bien, en la edificación de la Iglesia, el arquitecto es Dios que se hace entender a través de la voz del Espíritu Santo. Es al Señor al que le debemos el diseño de una Iglesia que camina siempre, sin reposo, hacia una vida en santidad, al servicio de los hermanos; una Iglesia Pueblo de Dios en marcha que camina unida hacia la meta del Reino de Dios.

Pero el sueño de Dios sobrepasa los límites de la propia Comunidad eclesial: efectivamente, sueña con que se haga presente en medio del mundo el Reino de Dios que se inauguró con la resurrección de su Hijo Jesucristo. Este Reino germina ya en la vida de los que han acogido la salvación, y espera el concurso de todos los obreros para llevarlo adelante hasta su consumación. Efectivamente, el sueño divino que compartimos los creyentes en Jesucristo, espera llevar a feliz término la ciudad futura, la “ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios” (Heb 11, 10), la Nueva Jerusalén, “morada de Dios con los hombres” (Ap 21, 3).

Muchos son los males que aquejan a la humanidad y se ve lejano el horizonte que acabamos de iluminar. No obstante, confiados en la fuerza de la resurrección del Señor, auxiliados por la gracia, y sintiéndonos llamados a colaborar, queremos apostar por el respeto a la dignidad de todas las personas y de todos los pueblos (cf. FT 126). Nos esforzaremos en percibir y apreciar el tesoro que nos traen los migrantes y refugiados: su valentía, su afán de superación, su amor a la vida, su juventud, su carácter emprendedor… Pero, sobre todo, nos comprometemos a dignificarlos escuchando su grito de auxilio y dándoles participación en la construcción de ese futuro que Dios sueña. Se trata de un proyecto inclusivo y que, como dice el Papa en el Mensaje que nos ha regalado para esta Jornada, “sitúa en el centro a los habitantes de las periferias existenciales”. Con ellos quiere el Señor edificar su reino, “porque sin ellos no sería el reino que Dios quiere”.

+ Jesús Fernández González

Obispo de Astorga


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