Carta del obispo de Alcalá de Henares: «¡Muestra que eres madre!»

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En la fiesta de la Candelaria, la Purificación de la Virgen, de 1996, se me comunicó que el Papa Juan Pablo II me había elegido como obispo de la diócesis de Segorbe-Castellón.Tenía 48 años y estaba inmerso en una multitud de actividades docentes y pastorales que ocupaban mi mente y mi tiempo.Siempre, pensaba, me faltaba tiempo para perfeccionar mis acciones y proyectos.En medio de esta vorágine de trabajos acumulados, en el comienzo del mes de febrero, me llegó a través de Nunciatura la decisión del Papa de la familia.

Ocupado en tantas iniciativas, referidas a la pastoral familiar y de la vida, recién comenzado el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia en Valencia, estando entusiasmado con las iniciativas del Santo Padre, no podía rehusar su decisión aunque, además de la sorpresa, me sentía pequeño y abrumado ante la tarea que se me confiaba.Ya en la misma Nunciatura de Madrid solicité, antes de responder a la solicitud del Papa, ir a la capilla y encomendar mi respuesta a la intercesión de la Virgen y decirle: ¡Madre, en ti confío!

De regreso a Valencia, me dediqué a dejar ordenadas mis tareas y a concluir, en lo posible, los trabajos emprendidos.Mientras tanto me solicitaban que diera a conocer mi lema episcopal para preparar el escudo, confeccionar el báculo y editar los subsidios litúrgicos para la consagración episcopal en la Catedral de Segorbe.Recuerdo que busqué en los salmos y en los evangelios y cartas apostólicas alguna referencia breve a la familia o a la dignidad de la vida humana.Mientras tanto, en mi interior, como un susurro, aparecía una llamada a nombrar a la Virgen María y su influencia en mi vida cristiana y sacerdotal.


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