La historia de los 40 seminaristas mártires de Burundi: se negaron a separarse en hutus y tutsis

El 30 de abril de 1997, 40 seminaristas de Buta, Burundi, se negaron a separarse por etnias, permaneciendo unidos ante el odio de la guerra civil

María Martínez López | OMP

Tiempo de lectura: 2’

Es 30 de abril del año 1997 en Burundi, en la zona centro-sur de África. Son las 5:30 horas de la mañana. Un grupo de hombres armados irrumpe en el seminario de Buta. Instan a los seminaristas a separarse por etnias: hutus a un lado y tutsis a otro. La amenaza está en el aire: uno de los dos grupos raciales sería asesinado. Los jóvenes que se preparaban para ser sacerdotes se reunieron y decidieron permanecer unidos. Su esperanza, salvarse. Su destino, sin embargo, es que fueron todos asesinados. Son los llamados"mártires de la fraternidad", que la Iglesia estudia beatificar.

El crimen que se cometió contra ellos se enmarca dentro del enfrentamiento entre hutus y tutsis había empezado a fraguarse en 1962. Ese año, Burundi alcanzó la independencia. Desde entonces, hasta 2005, tuvo lugar el conflicto étnico.

El 21 de junio, en la catedral de Bururi, al suroeste del país, su obispo, monseñor Venant Bacinoni, abrió la causa de canonización de estos "mártires de la fraternidad". En la causa están incluidos también otros cuatro mártires del largo conflicto entre burundeses hutus y tutsis.

"40+4" mártires de la fraternidad de Burundi

El primero de ellos es Michel Kayoya, sacerdote hutu asesinado por tutsis el 17 de mayo de 1972, durante un genocidio promovido desde el Gobierno y que en un año acabó con la vida de entre 80.000 y 200.000 hutus. Kayoya, que aún no tenía los 40 años, había dedicado su vida a la promoción de la Iglesia y de una sociedad libre. Había fundado un centro cultural en Buyogama e impulsado la creación de varias cooperativas.

Con una personalidad arrolladora, fue párroco, rector del seminario y ecónomo en la diócesis de Muyinga. Creó también un órgano de animación para los sacerdotes, la Union du Clergé Incardiné, que sigue hoy con sus actividades. Fue arrestado por el ejército y asesinado, no antes de haber cantado el Magníficat y haber dirigido palabras de perdón a los soldados que le iban a fusilar.

Expulsión y asesinato de misioneros

Por último, están incluidos en la causa los misioneros javerianos Ottorino Maule y Aldo Marchiol, asesinados de un tiro en la cabeza junto a la voluntaria Catina Gubert el 30 de septiembre de 1995 en Buyengero, entre las montañas que se levantan cerca del lago Tanganika.

Desde el comienzo del conflicto, los miembros de esta congregación se habían comprometido firmemente con la promoción de la paz y la convivencia entre etnias. Eso les valió, entre 1979 y 1981, la persecución y expulsión del país por orden del presidente, el dictador Bataza.

Durante su funeral, el entonces obispo de Bururi, monseñor Bernard Bududira, afirmó que su asesinato "es una verdadera vergüenza, un acto que atrae la maldición sobre quienes actúan bajo el impulso del odio". Pero insistía en "no caer nosotros en la trampa del odio y de la división. Los padres Maule y Marchiol siempre nos impedían seguir el camino de la confrontación".

Desde entonces, el pueblo los conoce como "los mártires de la paz". Y sobre la tumba de los tres se alza un cartel que, en lengua kirundi, afirma: "Ahiriwe abaremesha amahoro!", "dichosos los que traen la paz".

Religión