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Un repaso por los crímenes y desapariciones pendientes por resolver

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José Melero Campos

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 14 jul 2019

En apenas unos días, el 27 de julio, se cumplirán dos años de la muerte de Lucía, la pequeña de tres años que fue hallada sin vida entre los raíles de la vía cercana a la estación de tren de la localidad malagueña de Pizarra. Tanto las circunstancias que rodearon su muerte como su desaparición horas antes del hallazgo, están repletas de incógnitas. No obstante, la Audiencia Provincial de Málaga archivó el caso en junio de 2018.

Una de las grandes incógnitas es cómo pudo la menor, pese a su corta edad, caminar sola por las vías, en medio de la noche, los cuatro kilómetros que separaban el bar de la estación de Pizarra donde cenaban sus padres hasta donde fue localizada horas más tarde. Sus padres, Antonio y Almudena, sostienen que la pequeña era incapaz de hacer ese recorrido sin ayuda. Para Antonio, detrás de la desaparición hay una tercera persona: “Lo mantengo desde la primera noche. A mi hija se la llevaron. Ni la aplastó el tren ni deambuló sola por la vía.”

Ante estos interrogantes, los padres se siguen movilizando para reclamar que se reabra la investigación. Para ello, iniciaron una recogida de firmas que presentarán en el Congreso de los Diputados“Hemos recogido de momento unas 90 mil firmas. Estamos desesperados, no sabemos a quien acudir. Hemos hablado incluso con ministros que de boquilla nos apoyan, pero a la hora de la verdad ni nos cogen el teléfono.”

Antonio ha reiterado que no se creen la versión oficial de los hechos que recoge la Guardia Civil“En el informe se decía que mi hija murió a las 06:45h de la mañana como consecuencia del arrollamiento del tren, es decir, ocho horas después de que estuviera cenando la noche anterior. En la autopsia se percibe como en su estómago había comida y su vejiga estaba recubierta de pipí. Lo normal es que ocho horas después de cenar ya hubiera hecho. de sobra, la digestión. Había comida porque murió mucho antes de lo que dictan los documentos oficiales."

El padre de Lucía ha añadido que no es posible que muriera como consecuencia del choque del tren: “A mi hija la arrojaron a la vía ya fallecida. El motivo no lo sé. Quizás fue un accidente de tráfico y, por la desesperación del conductor, decidió quitársela del medio arrojándola a los raíles a cuatro kilómetros de la estación donde estábamos cenando. La juez nos toma por tontos si piensa que me voy a tragar que mi hija se echó a dormir en la vía por el cansancio que tenía después de horas caminando.”

Otras de las incógnitas es por qué los trenes funcionaron desde primera hora de la mañana cuando estaba en activo el aviso de la pérdida de una niña en las inmediaciones de la estación. El primer convoy partió en dirección Álora. Según la versión oficial, fue el tren que asestó el golpe mortal a Lucía. Antonio sigue sin comprender a día de hoy por qué comenzaron a funcionar los trenes y quien dio la orden.

La familia espera que algún día se de respuesta a tantas preguntas. Mientras tanto, su vida continúa siendo un infierno: “Cada día notamos más su ausencia. Vamos a remover cielo y tierra para llegar hasta el final del caso. Almudena lo lleva fatal. Cuando regresa a casa del trabajo, cierra las persianas, coge las fotos y se echa a llorar. Hemos recibido apoyo psicológico, pero es inútil. Ya nada tiene sentido para nosotros."

El paradero de Cristina es un misterio tras su desaparición: “La familia está muerta en vida”

El 9 de marzo de 1997 fue la última vez que se supo del paradero de Cristina, que por aquel entonces tenía 16 años. Aquel día, se desplazó hasta la casa de su novio, diez años mayor que ella. El motivo de la cita era precisamente para poner fin a la relación.

Aquella noche, Cristina no durmió en casa de sus padres, en Cornellà. La investigación por su búsqueda sigue hoy abierta. Su madre, Luisa, afirma que mientras, sobreviven como pueden: “Vamos tirando, porque hay que seguir adelante.  El día a día es muy difícil. No sabes hacia donde ir, a qué puerta llamar.”

En este tiempo, las pistas han sido escasas. Tan solo una misiva anónima enviada a los padres de Cristina en el que decía: "Busquen a Cristina en Gavà, en la riera de Sant Climent y Laguna del Remolar, que hay entre los cámpings antiguos, el Toro Bravo y el Tres Estrellas. De esta manera se acabará este dolor que llevan durante todo este tiempo.” La búsqueda resultó ser un fracaso. Tampoco se descubrió al autor de la carta.

En cualquier caso, las pistas reforzaron lo que ya sospechaba la familia desde un primer momento: que la desaparición no fue voluntaria: “Desde el primer momento lo teníamos claro, sabíamos que algo había pasado."  Y es que Cristina, como apunta su madre, era una chica feliz: “Siempre estaba contenta, era alegre, en la flor de la vida con 16 años. Quería ser azafata. Nunca la vi triste.” 

El primer sospechoso fue la pareja de Cristina, Javier, al ser la última persona que la vio. Pero Luisa, 22 años después, también duda: “Ya no sé qué pensar. La policía investigó pero los medios de hoy son mejores. Yo nunca tuve relación con su novio. Fui a su casa para comentarle que mi hija no había ido a casa. Él me contestó que la había dejado en la carretera de L'Espluga, y ahí terminó la relación. Desde que desapareció, cada año convocamos manifestaciones y diferentes actos pero él nunca ha participado. A partir de ahí no sé más.”

Luisa ha perdido la esperanza: "Pero a veces pienso que mientras no sepa nada, hay que seguir hacia adelante. Hay muchos cadáveres que están sin identificar. Los gobiernos deben trabajar en eso.”

José lamenta que nadie haya pagado por el crimen de su hija: “Sus asesinos siguen viviendo en el pueblo”

Los padres de Ana María ya no saben que hacer para descubrir a los autores del asesinato de su hija. El 16 de noviembre de 1997, las calles de Puertollano estaban húmedas. Había niebla. Aquel día, fue hallado su cadáver, junto a un contenedor de escombros. Estaba semidesnuda. Había recibido un total de quince puñaladas.

Ante estas circunstancias, José y su mujer viven una pesadilla. Jamás se encontraron pruebas concluyentes. Hasta el momento nadie ha pagado por aquel crimen: “Todo está igual que el primer día, porque la investigación no se llevó a cabo bien. 22 años han pasado y los asesinos siguen en la calle.  Están esperando a que el asesino diga...he sido yo”, lamenta el padre de la víctima.

El novio de la joven, Diego Vállez, fue en su momento uno de los principales sospechosos, al estar con Ana María aquella fatídica noche. Tras su detención, fue puesto en libertad ante la falta de indicios o pruebas consistentes. José nunca se llegó a imaginar que pudieran ocurrir estos hechos: “No sabíamos nada. No la veíamos rara los días anteriores ni preocupada. Yo creo que el novio sabe lo que ocurrió y quienes fueron. Pero no suelta prenda."

Desde que se produjo el crimen, la relación de la familia con la pareja de Ana María es nula: “Debe saber lo que ocurrió, porque esa noche estuvieron juntos. Pero no suelta prenda ni él ni los que declararon en su momento. No sé cómo pueden vivir con este peso. Si estaban investigados es porque sabían algo, pero no dicen la verdad por miedo. Es difícil que no dejaran ninguna huella. Eso es porque no se hizo bien el trabajo desde la investigación.”

José nota cada instante la ausencia de Ana María: “Tenemos la foto de ella en el salón y la vemos cada momento. Muchos días subimos al cementerio para ver la lápida, y la recordamos. Mi mujer lo lleva fatal. Yo noto que está muy decaída. Cuando habla con alguien se viene abajo. No puede ni hablar.”

La esperanza nunca se pierde, pero José se muestra pesimista: “Después de 22 años es muy difícil que algún día se sepa lo ocurrido. El caso se reabrirá si alguno de los autores confiesa. La esperanza está perdida. Si supiéramos quien fue, tendríamos la satisfacción de al menos conocer quién lo hizo y por qué. Queremos ver al autor u autores en la cárcel. Estoy seguro de que es gente que vive todavía en Puertollano.”

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