Los seres humanos somos una especie tropical. Hemos vivido en climas cálidos durante la mayor parte de nuestra historia evolutiva, lo cual podría explicar por qué tantos de nosotros pasamos el invierno acurrucados bajo una manta. Hay algunos que directamente viven con miedo a ello, como explica Mar Gómez en Poniendo las Calles.

El cuerpo humano tiene una gran capacidad para adaptarse a diferentes condiciones de temperatura. Primero, desde un punto de vista fisiológico, con varios procesos como es la sudoración en verano o el tiritar o la piel de gallina en invierno. Todos ellos consumiendo una gran cantidad de calorías.

Cuando hace mucho frío, el cerebro activa órdenes para regular la temperatura. Una de estas órdenes es la constricción o estrechamiento de los vasos sanguíneos que pasan cerca de la piel. Es mejor que la sangre se aleje de los lugares fríos y proteja zonas vitales como los órganos. Por eso la piel se queda pálida.

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A temperaturas de 20 o 30 grados bajo cero, reales o simuladas, dependiendo del viento, las partes expuestas al frío, como la nariz, orejas o rostro, pueden empezar a congelarse. Con estas temperaturas, en tan sólo 20 minutos una persona puede morir congelada, aunque la hipotermia no se nota fácilmente.

Miedo

Una fobia es un temor irracional hacia cosas o situaciones que no son peligrosas, pero que puede provocar una ansiedad severa, así como otros síntomas físicos, conductuales y psicológicos. Sentir miedo ante determinadas situaciones es algo habitual en las personas, una reacción natural ante una experiencia que implica un peligro real.

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Este tipo de miedos extremos suelen manifestarse por primera vez en la infancia, más habitualmente en mujeres, y normalmente remiten de manera espontánea sin llegar a más. En algunos casos no es así, se cree que debido a una alguna experiencia traumática, y se mantiene en la etapa adulta.

Aunque las personas que sufren este tipo de fobias entienden que su miedo es infundado, se sienten incapaces de controlarlo. Estas situaciones limitan su vida, llegando a resultar muy difícil enfrentarse a su día a día. En general, en la mayor parte de los casos los fóbicos temen al pánico que pueden llegar a experimentar.

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De esta manera, puede llegar a sufrir un ataque de pánico al estar expuesta o simplemente solo de pensar en determinados objetos o situaciones. Además, es capaz de ser consciente de que este miedo es irracional, pero no poder hacer nada para controlarlo, lo que genera una profunda sensación de impotencia.

La criofobia y cómo vivir cuando tienes miedo al frío

En este sentido, la ansiedad ante una fobia se puede manifestar con síntomas físicos como sudoración excesiva, aceleración del ritmo cardíaco, escalofríos, mareos o dificultad para respirar, entre otros. La persona puede llegar a tener pensamientos distorsionados respecto a la situación o estímulo.

"El miedo al frío que se llama criofobia", revela Mar Gómez en Poniendo las Calles, "este miedo está relacionado y es muy incapacitante en los meses de invierno o los climas muy fríos, donde tenemos una presencia de nieve y hielo que es bastante habitual". Se puede tratar mediante terapia psicológica, generalmente a través de terapias de conducta.