David Fernández, exludópata (39): “A mi padre le diagnosticaron cáncer terminal y, en vez de estar con mi familia, me dediqué a jugar. Mi padre falleció”
Él mismo explicaba en 'La Tarde' por qué este problema casi acabó con su vida y contaba cómo fue el proceso de recuperación hasta volver a su vida normal
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Hay decisiones que, aunque parezcan nimias, marcan el curso de toda una vida. Algunas de esas decisiones te cuestan miles de euros, como ese viaje que tienes pendiente con tu familia, y otras, solo dos euros. Sin embargo, el coste no se mide en el dinero que has tenido que poner, sino en las consecuencias devastadoras.
David tenía dos monedas de un euro y, con ellas, su vida cambió en un momento. Tenía solo 20 años y, una tarde, su vida dio un vuelvo para siempre. Había quedado con sus amigos en una bolera y, tras ver una máquina tragaperras, decidió gasta los dos euros que traía en el bolsillo.
La mala suerte llegó cuando, en un minuto, le tocaron 80 euros y, con ellos, abrió la puerta del infierno en el que se vería inmerso los dos años posteriores. Gracias a Dios, hoy puede contarlo porque está limpio.
Ahora vive en Vigo, tiene dos hijos, un trabajo y no olvida el inframundo en el que estuvo para que, con el tiempo, nunca tenga que volver.
Una espiral de la que era imposible salir
Ganas 80 euros en unos minutos es algo que muchos desearían, pero es un deseo envenenado. Con estos 80 euros iniciales a David le picó el gusanillo de jugar y, dos días después, volvió a la máquina tragaperras. La suerte, otra vez, no estuvo de su parte y ganó otros 80 euros.
Ahí es cuando comenzó el infierno y, meses después, se vio sumido en una espiral de la que era imposible salir. “Cuando llevaba 4 o 5 meses jugando, me dedicaba a buscar dinero por casa y vender cosas, me di cuenta de que tenía un problema. Lo que hacía era para el juego, y también robé a mi padre y mi madre, todo lo que cobraba se acababa” confesaba roto en 'La Tarde'.
Lo que antes era solo un pequeño entretenimiento, se convirtió en toda una rutina y llegó a jugar todos los días de su vida. “Si no lo hacía, me sentía bastante mal. Sobre todo eran tragaperras, jugué una vez online, pero me gasté tanto dinero en un par de horas que no volví a hacerlo más” explicaba.
David Fernández
El problema se volvió más y más difícil de resolver, cuando tenía que pedir a sus padres que cubriesen los desperfectos de su cuenta corriente porque no tenía con qué pagar sus deudas.
“Mi familia lo pasó muy mal, ocurrió en un momento en el que a mi padre le diagnosticaron un cáncer terminal” decía con tristeza. “En vez de dedicarme a estar con mi familia, estaba a otras cosas. Fui a la asociación porque me lo pidió mi padre, pero no hice nada porque fui obligado”.
Una solución a su problema
Rápido, David se dio cuenta de que no podría salir jamás de su problema si él era el primero que no quería resolverlo. Pero eso no pudo sentirlo hasta que tocó fondo.
Roto de dolor tras la muerte de su padre y viendo que no había salida a su problema y que, en realidad, lo único que hacía era dañar a su familia, decidió coger su furgoneta e irse a Madrid a vivir.
Sin embargo, las cosas no cambiaron mucho. “Estuve cinco meses viviendo en un coche que no tenía seguro, trabajaba y pedía un adelanto, en muchos sitios me despedían, y en lugar de irme a comer, me iba a un salón de juegos y me gastaba los 500 o 600 euros que cobraba” contaba.
Su ludopatía iba en aumento, y, sin encontrar una solución, pensó en quitarse la vida. “Después de hablar con mi madre, me di cuenta de que, o lo hacía por mí, o la cosa iba a acabar mal. Me vine a Vigo, me fui a la asociación y estuve 18 meses en rehabilitación y lo superé” confesaba.
Durante ese tiempo, tuvo que controlar mucho su dinero y fue adaptándose a la idea de que no podría pasar nunca más por un salón de juego. Lo único, cuenta, que le hizo salir de su bucle fue contar con el apoyo de su familia.