La mexicana Estíbaliz Carranza no tuvo piedad con su marido aquella noche del año 2008. Mientras él estaba sentado frente al ordenador, su esposa se le acercó por detrás llevando en sus manos una escopeta. Lo asesinó de un tiro en la cabeza.

Buscando deshacerse del cadáver del hombre, lo descuartizó con una sierra eléctrica, y metió los trozos del cuerpo en cubetas de helado vacías que luego llenó con cemento, y que escondió en el sótano de su heladería de Viena, en Austria.

Apenas dos años después, tras haber comenzado una relación sentimental con otro hombre, lo mató a tiros mientras éste descansaba en la cama. Como ya hiciera con su marido, también lo cortó en trozos y lo guardó dentro de aquel sótano, en este caso metido en congeladores.

Estíbaliz, que sería conocida en los medios de comunicación como “la baronesa de hielo”, fue detenida y juzgada por el doble asesinato, siendo condenada a cadena perpetua, que cumple en la actualidad en una prisión austríaca.

Ella misma declaró en su momento: “Una parte de mi cerebro… es roja. Cuando se pone en marcha, no puedo hacer nada por evitarlo”.

Abrimos su expediente… y también ponemos sobre la mesa el caso de otro mexicano… también asesino… también descuartizador.

Se trata de Javier Méndez Ovalle. En junio de 2013, tras una discusión, estranguló hasta la muerte a la chica con la que había

coqueteado, para después descuartizarla y arrojar sus restos a varios bidones de basura.

Actualmente cumple una pena de 50 años de prisión.