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LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA

“Nacido para traer el infierno”. Esa era la frase que llevaba tatuada en el brazo Richard Speck

Fue el autor de 'La mataza de Chicago' que acabó con la vida de ocho estudiantes de enfermería

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MÁLAGA

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 03 mar 2024

Era una noche cálida del mes de julio de 1966. Una noche tormentosa y oscura. Para sofocar las altas temperaturas, las ventanas del número 2319 del barrio de Jeffery Manor estaban abiertas de par en par. Las estudiantes de enfermería de aquel apartamento descansaban tranquilas, sin intuir la terrible tragedia que se cebaría con ellas durante los siguientes minutos.

A las 11 de la noche, unos golpes resonaron en la puerta de la habitación de Corazón Amurao, despertando a la muchacha. Confiada, abrió, topándose de frente con un hombre completamente ebrio que empuñaba una pistola.

Aquel fue el inicio de la conocida como “la matanza de Chicago”. El siniestro personaje, Richard Speck, reunió en una habitación a las ocho estudiantes, maniatándolas. A ellas se unieron dos jóvenes que llegaron algo más tarde.

Sólo Corazón Amurao pudo salvarse al tirarse al suelo y rodar hasta quedar oculta debajo de la cama. Sólo ella evitó el terrible final del resto… fueron violadas, apuñaladas y estranguladas hasta la muerte.

Richard Speck fue detenido poco después y condenado a morir en la silla eléctrica, aunque se libró de su ajusticiamiento por un pequeño error burocrático. Pasó el resto de sus días en prisión… murió en su celda de un infarto en la mañana del 5 de diciembre de 1991. El lugar donde se encuentran sus restos mortales se mantiene en secreto.

Esta noche vamos a abrir el expediente de un personaje que llevaba tatuada en el brazo la frase: “Nacido para traer el infierno”... y desde luego que lo hizo. Richard Speck, un personaje que siendo solo un adolescente comenzó a abusar del alcohol, que no tardaría en consumir drogas y que muy joven empezó a delinquir. Un misógino (un hombre que odiaba a las mujeres) que, tras divorciarse de su esposa y madre de su hija, se instaló en Chicago, donde llevó a cabo la masacre que lo hizo tristemente célebre.

LOS HECHOS

Sergio Cámara Arroyo, es profesor de Derecho Penal y Criminología de la Universidad a Distancia (UNED) y ha pasado por La Noche de Adolfo Arjona, para abrir este expediente.

Vamos a situarnos en un día concreto: el 13 de julio de 1966. Aquel día, Richard Speck recibió una buena noticia: había conseguido trabajo como marinero en un buque que saldría al día siguiente.

Se marchó a unos billares, se tomó seis somníferos, bebió mucho alcohol, estaba descontrolado... y se fue a dar un paseo. Después se encontró con tres amigos que lo llevaron a un local en el que se inyectaron no se sabe qué... pero desde luego perdió la percepción de la realidad.

Richard Speck estaba fuera de sí cuando, en aquella noche de julio calurosa y tormentosa en la ciudad de Chicago, se adentró en el barrio donde se ubicaba una residencia de estudiantes, donde se coló a través de una ventana. Llamó a la puerta de una de las habitaciones y una joven llamada Corazón abrió la puerta.

El plan de aquel delincuente era robar. Pero lo que empezó como un robo se acabó convirtiendo en algo atroz.

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Llegó a la residencia otra chica más y una amiga, a las que también les pidió el dinero que tuvieran. A partir de ese momento, cogió una sábana, la rajó a tiras y las ató a todas. En un momento dado, cogió a una de ellas, se la llevó a otro dormitorio, la torturó, la violó y la mató. Mientras, todas escuchaban lo que estaba pasando... y una a una irían siendo víctimas del asesino/violador. Todas salvo una.

Corazón, la joven que inocentemente abrió la puerta a Speck aquella noche, consiguió rodar hasta debajo de una cama... y aquella fue su salvación. Tras violar y matar a las otras ocho chicas, el asesino se marchó... y Corazón salvó su vida. Cuando pudo salir de su escondite,.

Una escena dantesca, todo lleno de sangre y los cadáveres repartidos por las habitaciones. Ante el miedo de que el asesino siguiera allí, salió por una ventana y pidió auxilio a gritos. Los vecinos llamaron entonces a la Policía.

Tras cometer los asesinatos. Richard Speck se marchó a un motel y se durmió. Al despertarse a la mañana siguiente, vio que tenía las manos manchadas de sangre seca y una pistola al lado... no recordaba nada.

Fue fácil porque había dejado huellas por todas partes, una camiseta llena de sudor y ayudó la descripción que la superviviente hizo de él, que coincidía con la que hicieron otras personas que lo vieron aquella noche con un comportamiento extraño. El 16 de julio, la Policía hizo un llamamiento para pedir la colaboración ciudadana y dieron su nombre.

LA CONDENA

El autor de 'La matanza de Chicago' fue condenado a morir en la silla eléctrica, pero aquella sentencia a muerte no se ejecutó, sino que pasó el resto de su vida en prisión.

Los psiquiatras que estudiaron el caso de Richard Speck consideraron que estaba capacitado para afrontar el juicio por los ocho asesinatos de los que le acusaban, aunque matizaban que cometió los crímenes durante un episodio de demencia transitoria y que, además, tenía lesiones cerebrales por varios accidentes que había sufrido en su infancia y adolescencia.

El autor de 'La matanza de Chicago fue juzgado y sentenciado a morir en la silla eléctrica, aunque un error burocrático lo libró de aquel final. Pasó el resto de su vida en prisión. Murió en 1991, a los 50 años. Nadie reclamó su cuerpo... su propia hermana renegó de sus cenizas.


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