La corona de espinas que llevó Jesús: el relicario más impactante de Notre Dame y el misterio de sus 700 púas dispersas

‘La Noche de Arjona’ en COPE se adentra en el enigmático mundo de las reliquias más sagradas del cristianismo: desde la corona de espinas a la lanza del destino. ¿Verdades históricas o leyendas milenarias?

La corona de espinas que llevó Jesús: el relicario más impactante de Notre Dame y el misterio de sus 700 púas dispersas
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La corona de espinas que llevó Jesús: el relicario más impactante de Notre Dame y el misterio de sus 700 púas dispersas

Mónica GarcíaCarmen Cerbán

Málaga - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

A lo largo de la historia, el ser humano ha buscado pruebas tangibles de los grandes momentos que marcaron su destino. Uno de esos momentos cruciales es, sin duda, la Pasión de Cristo. Alrededor de este suceso se han tejido algunas de las leyendas más poderosas del cristianismo, materializadas en reliquias que han atravesado el tiempo y las fronteras: la corona de espinas, los clavos de la cruz, la Santa Faz, la esponja sagrada y la lanza de Longinos. 

En una edición especial del programa ‘La Noche de Arjona’, la cadena COPE ha reunido a expertos en teología, historia y arqueología sagrada para analizar no solo el recorrido de estos objetos, sino también su autenticidad, su impacto espiritual y su significado dentro de la tradición cristiana.

La corona de espinas: de Jerusalén a Notre Dame

La corona de espinas, que según los evangelistas fue colocada por los soldados romanos a Jesús para humillarlo, es sin duda una de las reliquias más impactantes. El profesor José Luis Barriocanal, licenciado en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma, explica en los micrófonos de COPE que esta práctica no era habitual en el mundo romano, lo que pone en evidencia lo excepcional del hecho. “No era común la coronación de espinas. No se tiene noticia de que existiera esta práctica. Es algo singular”, recuerda Barriocanal. 

Actualmente custodiada en la Catedral de Notre Dame, en París, esta reliquia sobrevivió al devastador incendio de 2019 gracias a la rápida intervención de los canónigos y de los bomberos. Tras una solemne ceremonia celebrada en diciembre de 2024, la corona de espinas regresó al templo gótico parisino, donde se expone todos los viernes del año en un relicario monumental diseñado por un arquitecto francés.

La pieza, sin embargo, ya no conserva las espinas originales, dispersas por todo el mundo y consideradas reliquias de tercera generación por haber estado en contacto con la corona. “La corona que se conserva en París es una circunferencia de ramas entrelazadas, pero no conserva las espinas originales. Se calcula que la corona original tendría entre 70 y 100 espinas. Hoy se reparten más de 700 consideradas reliquias de tercer grado”, afirma el profesor. La historia de este objeto nos habla tanto de devoción como de su uso político: fue adquirida por el rey Luis IX de Francia en el siglo XIII, consolidando París como centro espiritual de Europa. 

La corona de espinas que llevó Jesús: el relicario más impactante de Notre Dame y el misterio de sus 700 púas dispersas

La corona de espinas que llevó Jesús: el relicario más impactante de Notre Dame y el misterio de sus 700 púas dispersas

La Santa Faz: un rostro impreso en el alma del cristianismo

La tradición cristiana narra que una mujer, conocida como Verónica, ofreció un paño a Jesús para que limpiara su rostro ensangrentado durante el Vía Crucis. Aunque los evangelios no mencionan su nombre ni el gesto, esta escena ha calado profundamente en la piedad popular. En ‘La Noche de Adolfo Arjona’ el padre Miguel Ángel Cremades, rector del Monasterio de la Santa Faz en Alicante, relata cómo esta reliquia llegó a España. El lienzo, de lino y con dimensiones de unos 70 cm², muestra manchas de sangre con rasgos faciales y se conserva en un relicario que solo se expone al público una vez al año, el segundo jueves después de Semana Santa. Entre los relatos más conmovedores que giran en torno a las reliquias de la Pasión, destaca uno muy especial: el origen de la romería de la Santa Faz en Alicante. 

Romería Santa Faz de Alicante

Romería Santa Faz de Alicante

Una historia que entrelaza devoción popular, tradición agrícola y un hecho prodigioso que marcó para siempre la identidad de esta tierra. Lo cuenta con emoción Miguel Ángel Cremades, rector del monasterio santuario de la Santa Faz, quien recuerda que todo comenzó en el año 1489, cuando la comarca alicantina sufría una grave sequía. “En aquel año había una sequía muy pertinaz en estas tierras,” explica el capellán, “y los agricultores de la zona, desesperados, pidieron al párroco Pedro Mena hacer una romería desde la parroquia de San Juan de Alicante hasta el monasterio de los franciscanos, aquí en la ciudad de Alicante.” La petición fue atendida. Aquel 17 de marzo de 1489, la población entera salió en procesión con la reliquia en mano. El padre Mena portaba el paño con la imagen de la Santa Faz, cuando, en un lugar entonces conocido como el barranco de Juncaret, ocurrió algo que los testigos jamás olvidarían. 

Santa Faz de Alicante

Santa Faz de Alicante

“El padre Villacampa, franciscano, que portaba la reliquia en sus manos, empezó a sentir que el paño pesaba de forma extraordinaria, hasta tal punto que no podía sostenerlo,” relata Cremades. El gentío se acercó con asombro. Todos pudieron contemplar el fenómeno inexplicable: de la mejilla derecha del rostro impreso en el paño, una lágrima empezó a descender lentamente. “Fue algo sobrecogedor. La lágrima era auténtica. Ese acontecimiento es recordado aquí como el milagro de la lágrima, y desde entonces, todos los años, el 17 de marzo, se celebra en el monasterio con una misa solemne. 

El hecho quedó grabado en la memoria colectiva de la ciudad y dio origen a una de las romerías más multitudinarias de España. Cada año, miles de fieles caminan desde Alicante hasta el monasterio, reviviendo aquel gesto de fe ante la adversidad. “La Santa Faz se guarda dentro de un relicario precioso, ubicado en una hornacina en el camarín del santuario,” explica el rector. “Y solo se abre una vez al año, precisamente el segundo jueves después de Semana Santa, cuando se realiza la gran peregrinación.” Hoy, más de cinco siglos después, la reliquia de la Santa Faz de Alicante sigue siendo objeto de veneración y emoción. Un velo, una lágrima y una oración por la lluvia que se convirtió en historia. 

Los clavos de la cruz: ¿cuántos fueron y dónde están?

En el apasionante relato que nos ofrece ‘La Noche de Adolfo Arjona’ sobre algunas de las reliquias del cristianismo, hay lugar también para los clavos de la cruz. La figura de Santa Elena, madre del emperador Constantino, es fundamental en el hallazgo de las reliquias de la Pasión. Se dice que en el siglo IV encontró los clavos de la crucifixión. 

El canónigo de la Catedral de Valencia, Jaime Sancho, explica que existen más de 30 clavos atribuidos a la cruz de Cristo, aunque solo tres gozan de mayor credibilidad: dos convertidos en bocados para los caballos de Constantino y otro incluido en la famosa "corona de hierro" que se utilizó para coronar a distintos reyes en Italia. La Iglesia no certifica la autenticidad absoluta de estas reliquias, pero permite su veneración cuando se considera que existe una tradición verosímil. 

Imagen de archivo

Imagen de archivo

Así sucede con el Santo Cáliz de Valencia, o con estas reliquias metálicas, algunas de más de 30 cm, que han sobrevivido en catedrales y museos, entre la devoción y el escepticismo. 

La esponja sagrada: el gesto de compasión olvidado

Poco conocida, pero no por ello menos significativa, la esponja empapada en vinagre que fue ofrecida a Jesús en la cruz es mencionada por el evangelista Juan. Según relata en COPE el profesor de Historia de la Iglesia, Fermín Labarga García, esta práctica no era habitual, aunque se documentan casos de soldados o familiares que daban a los condenados bebidas con vino y mirra para aliviar el dolor. 

La esponja sagrada fue, según la tradición, encontrada por Santa Elena junto a la cruz y la lanza de Longinos. Se ha conservado en varios lugares: San Juan de Letrán en Roma, la Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén, Notre Dame y también en la Catedral de Valencia. No se han realizado estudios científicos exhaustivos sobre esta reliquia, pero sigue siendo objeto de veneración y símbolo de un acto de piedad en medio de la crueldad. 

La lanza de Longinos: entre la historia, el mito y el poder

Pocas reliquias han sido tan mitificadas como la lanza con la que el soldado romano, identificado posteriormente como Longinos, perforó el costado de Jesús. En ‘La Noche de Adolfo Arjona’ hablamos con Andrés San Pedro, autor y experto en arqueología sagrada, quien relata cómo la figura de Longinos no aparece como tal en los evangelios, sino que su nombre surge en el evangelio apócrifo de Nicodemo, en el siglo IV. 

Varias lanzas han sido consideradas como la verdadera: la de Antioquía, la de Viena (también conocida como "lanza del destino") y la conservada en el Vaticano. Sin embargo, los análisis han demostrado que son lanzas medievales, muy posteriores a la época de Cristo. 

Lanza de Longinos, reliquia que se encuentra en el Vaticano

Lanza de Longinos, reliquia que se encuentra en el Vaticano

El magnetismo de esta lanza fue tal que incluso Adolf Hitler se interesó por ella, convencido de su poder. En 1938, tras la anexión de Austria, mandó trasladarla a Nuremberg, sede simbólica del régimen nazi. En la historia, también Carlomagno, Napoleón y Constantino creyeron en la fuerza sobrenatural de esta arma, a la que se le atribuye la capacidad de otorgar invencibilidad a su poseedor. 

Reliquias: más allá de la autenticidad

En este programa especial de ‘La Noche de Adolfo Arjona’, queda claro que más allá de la evidencia científica o la certeza histórica, las reliquias de la pasión de Cristo han sido y siguen siendo símbolos de fe, objetos que mueven emociones profundas y representan el vínculo entre lo humano y lo divino. 

La Iglesia Católica, prudente, permite su veneración sin avalar necesariamente su autenticidad. Pero lo que es innegable es el poder de evocación que tienen. Son testigos silenciosos de siglos de historia, de guerras, de peregrinaciones, de conversiones y de milagros.  

Herrera en COPE

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Con Carlos Herrera

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