El robo o la suplantación de identidad es un delito que internet ha multiplicado en los últimos años. Consiste en hacerse pasar por otra persona por diversos motivos: desde cometer algún tipo de fraude, obtener datos de manera ilegal, cometer cyberbulling o incluso para contraer matrimonio con algún extranjero y facilitar así la nacionalidad del país.

Miguel Rojo, un valenciano de 44 años al que han acusado de 3 delitos que él insiste que no cometió, es una de esas personas que lo sufre en sus propias carnes.

La primera vez que supo que alguien estaba suplantando su identidad para delinquir fue cuando recibió una citación para un juicio en Pamplona acusándole de hacer apuestas en internet con la tarjeta de otra persona. Más tarde tendría que lidiar con una segunda denuncia en Vitoria por una línea de teléfono que habían puesto a su nombre.

Actualmente está inmerso en un tercer juicio. El 10 de marzo tiene que volver a personarse ante el juez en el País Vasco. No le está saliendo barato el que se le reconozca como víctima. Cuenta que “la cifra oscila por encima de los 2.000 euros”. Sin contar los costes del transporte de Valencia a Navarra o País Vasco y el coste de los hoteles en los que tiene que quedarse.

Un caso parecido es el de Sergi. “Perdí el DNI o me lo robaron”. A partir de ahí empezó a recibir mensajes de gente que supuestamente le había comprado un teléfono móvil que nunca había llegado. Después de los mensajes, lo que han llegado han sido citaciones judiciales a las que tiene que acudir para demostrar que él es la víctima y no el culpable de una estafa.

Como ellos, miles de personas se enfrentan al robo de identidad. Normalmente por bandas organizadas que se dedican a ello. Solo basta entrar en la aplicación de mensajería Telegram para encontrar un mercado negro oculto en el que cada día se venden cientos de documentos oficiales de gente que, en muchos casos, ni siquiera es consciente de ello.