Diego Garrocho: "Cuando el nuevo Papa ha nombrado a San Agustín, no ha hecho sólo una vuelta al pasado, sino que ha tenido un gesto de inteligencia y de esperanza"

El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, destaca la relevancia histórica e intelectual de San Agustín como pionero en la introspección filosófica y la teología cristiana

Diego Garrocho
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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Pues San Agustín de Hipona, además de santo y padre de la Iglesia, fue un filósofo que vivió entre los siglos IV y V y que nació en Argelia, muy cerca de la frontera con Túnez. Hay buenos motivos para considerarlo uno de los talentos puros más brillantes de toda la historia del pensamiento. Tanto es así que pensadores contemporáneos poco sospechosos de ortodoxia, como Jacques Derrida, vivieron obsesionados con la figura de este pensador.

Como padre de la Iglesia, San Agustín hizo aportaciones doctrinales determinantes sobre la Trinidad, la gracia o el pecado, pero su legado puramente filosófico también es inmenso. Ahora que tienen tanta visibilidad las autoficciones y la literatura del yo, podemos decir que San Agustín fue la primera persona en construir una autobiografía en sentido pleno. Sus Confesiones son un ejercicio de introspección y autonarración que cambió para siempre la manera en la que la cultura occidental planteó el autoconocimiento. Y que nadie espere encontrar una biografía inmaculada: San Agustín tuvo una vida muy pecadora.

Otra gran aportación del de Hipona la encontramos en ese mismo libro, Las Confesiones, en el capítulo 11, en el que examina la naturaleza del tiempo. Y es que, con gran tino, el filósofo de Hipona afirmó que todos sabemos lo que es el tiempo hasta que alguien nos lo pregunta, y en ese momento se vuelve casi imposible de definir. Mucho tiempo después, otro filósofo como Heidegger, en el siglo XX, le concedió a San Agustín la vitola de ser quien mejor había pensado este problema de la temporalidad.

Y, por último, Agustín sentó también las bases que permitirían conciliar el poder terrenal y secular con el poder divino y eclesiástico. Y ahora que tanto hablamos de secularización o de las relaciones que deberían existir entre la Iglesia y el Estado, este debate no puede abordarse de forma responsable sin tener en cuenta las aportaciones del filósofo de Hipona.

Así que, cuando el nuevo Papa ha nombrado a San Agustín, no ha hecho sólo una vuelta al pasado, sino que ha tenido un gesto de inteligencia y de esperanza.

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