Diego Garrocho: "No hay que ser valientes por necesidad, sino por una razón mucho más poderosa: debemos ser valientes porque es bello"
El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, afirma que la valentía se aprende y debe vivirse porque es bella

Madrid - Publicado el - Actualizado
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Pues la valentía en sede clásica es una virtud, y que la valentía sea una virtud puede resultar en principio algo contraintuitivo. No en balde, si hacemos memoria y recordamos los consejos de nuestros padres, es probable que evoquemos muchas más invitaciones a la prudencia —"no te tires de cabeza a la piscina" o "no montes en moto"— que a la valentía en sentido estricto.
Sin embargo, si pensamos con más atención, es muy probable que desde pequeños se nos hayan ofrecido modelos y ejemplos de personas valientes. En la Grecia clásica, la valentía era una virtud paradigmática. El término original andreía podría traducirse casi como virilidad o incluso como hombría, una etimología injusta y falaz que excluía a las mujeres de la condición valiente.
Uno de los poemas fundacionales de nuestra tradición, la Ilíada, fue calificado por Simone Weil como el poema de la fuerza, pero bien podría denominarse como el poema de la valentía. De hecho, en el canto VI encontramos una frase memorable de Héctor, quien explica a su mujer que debe presentarse en la guerra de Troya no por mera obligación, sino porque ha aprendido a ser valiente. Es decir, que la valentía también puede aprenderse.
Ser valiente constituye un término medio entre dos contrarios, entre la cobardía y la temeridad, pues con respecto al miedo podemos equivocarnos tanto por exceso como por defecto. El valiente no es quien carece de miedo, sino quien teme lo que debe temerse.
Además, Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, resuelve de una vez por todas por qué debemos ser valientes, y no es por conveniencia ni por exigencias de la ciudad. Según el filósofo, no hay que ser valientes por necesidad, sino por una razón mucho más poderosa: debemos ser valientes porque es bello.