Argüello recuerda en COPE cómo vivió la muerte de Franco: "Llevábamos semanas escuchando el parte médico, podía ocurrir en cualquier momento”

En 1975, el hoy presidente de la Conferencia Episcopal cursaba Quinto de Derecho. Su compromiso político y social dio paso a un espíritu de reconciliación que desembocó en su ingreso en el seminario: "Supuso para mí un giro"

José Melero Campos

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 El 20 de noviembre de 1975 el hoy presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, estudiaba Quinto de Derecho. Volcado en la Universidad y en la conciencia social y política del momento, la muerte de Franco supuso a sus 22 años un giro de 180 grados en sus expectativas vitales.   

“Estaba en el Colegio Mayor Lasalle, yo hacia Quinto de Derecho entonces, acostumbraba a madrugar mucho y pude tener conocimiento de la noticia en cuanto la radio empezó a hablar del fallecimiento del General Franco, llevábamos semanas escuchando el parte médico habitual y pensando que podía ocurrir en cualquier momento”, ha recordado aquellos momentos Argüello en 'La Linterna'.

Y es que a mediados de los setenta, Argüello no tenía en mente ingresar en el seminario para ser sacerdote. Aquella decisión vino más tarde tras años de discernimiento personal y de Transición política en España.

“En ese momento estaba muy entregado a mi vocación jurídica y de alguna manera también social y política. Yo era delegado de facultad, habíamos vivido en septiembre de ese 75 el cierre de la Universidad, eso supuso un compromiso grande de organizar la llamada 'universidad paralela' y diversas gestiones de todo tipo, y me produjo una especial conciencia de la situación social y política del momento. Al seminario fui unos cuantos años más tarde. Lo que comenzó a partir de la muerte de Franco, la Transición supuso para mí un giro de mis expectativas más inmediatas que culminaron en ir al seminario ya en 1983”, ha detallado el también arzobispo de Valladolid.

ReconciliacióN: la palabra que brotó con más intensidad en Luis Argüello

Ese compromiso social y político de aquellos años vibrantes en España, supuso para Luis Argüello el descubrimiento de que lo que estaba en juego durante la Transición a la democracia “era algo más profundo” que nuestra convivencia. “Tuve algún desencanto en las relaciones con los nacientes partidos políticos de la época y en realidad descubrí que lo que sentía era otra cosa, que tenía una llamada a un ministerio orientado al sentido de la vida, la comunión y la reconciliación”, ha recalcado.

Y es que reconciliación es la palabra que mejor podría resumir aquellos años, y que brotó de manera intensa en la vida de Argüello: “Yo pertenezco a una familia muy vinculada a la España del General Franco con personas queridas que habían muerto en la guerra. Al mismo tiempo había conocido en la Universidad otras situaciones, la importancia de las libertades sociales y políticas y otra mirada sobre la realidad. En medio de esa división interior entre la afectiva de mi familia y la que luego vas descubriendo desde lo que vives y estudias, pues la palabra que me salió en el tiempo siguiente fue reconciliación”, ha explicado.

Argüello subraya el papel destacado de la Iglesia en la transición democrática

Como ya haría en su discurso de apertura de la Asamblea Plenaria que los obispos celebran esta semana, el presidente del episcopado ha tenido un recuerdo para el cardenal Tarancón o el papel destacado de curas como los de Vallecas en la Transición hacia la democracia y en los últimos coletazos del Franquismo.

“En el discurso hice referencia a 1946, cuando el cardenal Enrique Pla y Deniel impulsa la creación de un movimiento cristiano ligado a la clase obrera y desde ahí se produce un germen con significación especial en los años sesenta que el Concilio Vaticano II impulsa y que luego adquiere una forma pública en algo del que celebraremos los cincuenta años estos días, la homilía de Tarancón en la iglesia de los Jerónimos en la misa de Acción de Gracias del 27 de noviembre de 1975”.

Una homilía en la que Tarancón defiende que “la fe cristiana no es una ideología política ni puede ser identificada con ninguna de ellas, dado que ningún sistema social o político puede agotar toda la riqueza del Evangelio ni pertenece a la misión de la Iglesia presentar opciones o soluciones concretas de Gobierno en los campos temporales de las ciencias sociales, económicas o políticas. La Iglesia no patrocina ninguna forma ni ideología política y si alguien utiliza su nombre para cubrir sus banderías, está usurpándolo manifiestamente. La Iglesia, en cambio, sí debe proyectar la Palabra de Dios sobre la sociedad, especialmente cuando se trata de promover los derechos humanos, fortalecer las libertades justas o ayudar a promover las causas de la paz y de la justicia con medios siempre conformes al Evangelio”.