

Ángel Expósito: "Cuando nos creíamos todopoderosos, un volcán, una tormenta o un virus te aplastan"
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Me resulta imposible ponerme en el lugar de la gente de la Palma. Puedo imaginar su espanto, pero aún así no podemos alcanzar su tragedia. La explosión del volcán, aunque avisada, alertada y prevista. Es una catástrofe para todas y cada una de esas personas. 6.000, 7.000, 10.000, las que sean. Una a una que van a tener que empezar de nuevo. Ni tierra, ni paredes, solo lo que guardes en la memoria, puede que no te lo cubra el seguro y todo ello sin saber siquiera cuándo va a acabar este horror.
Uno. Los recuerdos. ¿Te imaginas? Algunas fotos de mis padres y mis suegros, las fotos de los niños, los papeles y contratos (si es que los encuentro, que esa es otra), las tablets y los ordenadores (supongo), alguna joya especial, y adiós. No lo quiero ni pensar. Es como Pompeya pero en la isla de La Palma. Como el Vesubio pero hoy el Cumbre Vieja. Aquello en el año 79 del siglo 1. Esto en el año 21 del siglo 21.
Dos. El miedo. La pena y el miedo. Porque estamos viendo que la lengua de lava avanza enorme pero despacio. Muy despacio. ¿Y si la nueva boca sale por tu salón literalmente? Y si una dehesas explosiones te aplasta o te asfixia. El miedo por ti y por los tuyos.
Tres. La angustia. Lo que reflejan esos Canarios, las miradas de esas mujeres encima de las furgonetas es angustia. Un vértigo desconocido. Te lo planteo otra vez: ¿Te imaginas? Porque te puedes sentir segura, físicamente, pero cómo se cura el daño de la angustia y sus efectos psicológicos. ¿Podrías dormir? ¿Cómo se lo explican, cómo les calmas a tus hijos?
Cuatro. La solidaridad. Así a bote pronto, hay que volcarse, apoyar, pero ¿y después? Deberíamos hacer el esfuerzo social y político de no olvidarnos de La Palma. Por mucho tiempo.
Cinco. El olvido, incluso o sobre todo, nuestro olvido. Las noticias nacen, crecen y mueren. ¿Y cuando dejemos de hacerles caso qué?
Seis. La Naturaleza. La fuerza de la naturaleza en estado puro. No quiero ser tremendista ni hacer ninguna caricatura pero es imposible no hacerse una pregunta: ¿Qué está pasando?. El volcán, las lluvias, el coronavirus, todo ello es natural. Y no podemos controlarlo.
Siete. Nuestra debilidad es tal cual. En una sociedad llena de tabletas, móviles, pantallas, radares, satélites y drones. Cuando nos creíamos todopoderosos, controladores y dominantes, un volcán, una tormenta o un virus te aplastan. Deberíamos ser conscientes, también, de nuestra debilidad.
Ocho. No estorbar. No paro de pensar en lo que dijo Luis, un palmero en esta Linterna
Nueve. La ruina. La quiebra total de gente humilde. ¿Cómo se empieza de cero? ¿Se puede reconstruir algo sobre una kilométrica lengua de lava? Ya, ya sé que no les queda otra que sobrevivir y luchar, pero ¿con qué fuerzas? ¿Con qué dinero?
Diez. El futuro. Porque hoy y mañana y dentro de un mes tendrán el realojo y las raciones de Protección Civil, Cruz Roja o la UME. Pero, ¿de qué van a comer estas personas dentro de seis meses o un año? ¿Qué plátanos y dónde van a plantar y vender? ¿Y la hipoteca? ¿Bajo la lava? Lo dicho: No les olvidemos. ¿Algún día se les borrará de la memoria ese olor? ¿Podrán olvidar ese ruido?
¡Ah! Y mi posdata: recuerda, No es por ser
, pero se dice Unidad Militar de Emergencias. No Unidad de Emergencias Militar. Vamos, digo yo.