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Herrera recibe la Capa de Honras alistana: “No me vale para Sevilla, pero sí para el alma”

El comunicador de COPE, el mejor valorado y más seguido de la radio española, subraya su “fascinación” por una prenda que le impresiona desde hace años 

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Así ha sido el discurso de Herrera

COPE.es

Tiempo de lectura: 6'Actualizado 15 nov 2018

La asociación para la promoción y el estudio de la capa alistana ha impuesto este miércoles a Carlos Herrera la capa de honras y respeto tradicional de la comarca zamorana de Aliste en reconocimiento a su contribución a la hora de difundir esta vestimenta tradicional.

Carlos Herrera, que este jueves presenta desde Zamora 'Herrera en COPE', ha reconocido la "honda impresión" que le causó la primera vez que vio esta prenda hace seis años en la procesión conocida popularmente como de las Capas Pardas de Zamora.

Ha agregado que le llena de orgullo que le hagan entrega de "una capa de pastor" que es "el símbolo por excelencia" de algunas de las procesiones más tradicionales de la provincia de Zamora.

Herrera recibe la capa de honras alistana: “No me vale para Sevilla, pero sí para el alma”

 

Carlos Herrera, que pese a su origen andaluz se ha declarado "un castellano y leonés moral", ha confesado que su "fascinación" por la capa parda alistana fue "un amor de lejanía" hasta que en 2012 asistió a las procesiones de la Pasión zamorana.

Antes de la imposición de la capa, el director de COPE en Castilla y León, el zamorano Luis Jaramillo, ha exaltado esta prenda tradicional que se elabora con un paño grueso de color pardo elaborado con la lana de ovejas negras con las que ya se pastoreaba en la comarca zamorana de Aliste en el siglo XIII.

Jaramillo ha subrayado que Carlos Herrera es un "gran amante" de las tradiciones, por lo que será "uno de los mayores defensores y valedores" a la hora de divulgar "una señal de identidad clara de la tierra zamorana".

Esta vestimenta se utilizó tradicionalmente como prenda de abrigo por los pastores de Aliste, Tábara, Alba y la zona portuguesa limítrofe.

Con el tiempo, a la capa pastoril más modesta se le añadieron diversos adornos en tela negra para conformar la que es conocida como capa alistana de honras y respeto, que era utilizada en los acontecimientos más señalados.

Herrera recibe la capa de honras alistana: “No me vale para Sevilla, pero sí para el alma”

La entrega de esa capa a Carlos Herrera se ha llevado a cabo tres días después de que también se haya distinguido con esta prenda al etnógrafo y musicólogo zamorano Joaquín Díaz en la VI Jornada de Exaltación de la Capa Alistana celebrada en la localidad de San Juan del Rebollar (Zamora).

Del mismo modo, el pasado 31 de octubre se entregó una capa alistana al Papa Francisco I durante la recepción pública que el Pontífice celebró en el Vaticano.

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El próximo objetivo de la asociación que promociona esta vestimenta tradicional es la de que algún miembro de la Casa Real española acepte también que se le imponga esta prenda de abrigo, para lo que ya se han iniciado gestiones, según ha detallado el presidente de la asociación, Félix Marbán.

Anteriormente también han recibido la capa parda alistana responsables institucionales como el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy o el expresidente de la Junta de Castilla y León Demetrio Madrid y Marbán no ha descartado que, si lo desea, se le imponga también al actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Discurso de Herrera tras recibir la capa alistana

Queridos amigos:

Estoy malísimo. Pero cualquiera se pone bueno cuando se encuentra con los aires sinceros de una ciudad, de una tierra en concreto, cuando uno se encuentra con el viento que viene honrado, que viene honesto. El viento que te envuelve en tierras de Zamora. Esta capa que habéis colgado sobre mis hombros, que, hombre, ideal para pasear por la calle Sierpes de Sevilla en agosto no es, pero que desde luego ha tenido que abrigar muchas almas a lo largo de la historia, en los campos, cuando hacía frío de verdad, cuando aquellos hombres andaban con las ovejas por estas tierras de Zamora que tan bien he pateado, haciendo el Camino, disfrutando de la honradez sobria de cada momento de Zamora.

Yo soy un castellano y leonés moral, y lo he sido toda mi vida. Yo mantengo, de hecho, que los andaluces somos unos castellanos y leoneses que nos ha dado más el Sol, que ha ido condicionando un poco nuestra forma de vida y de ver las cosas. A Sevilla vino a salvarnos un leonés. Era tan bueno que lo veneramos cada 30 de mayo, es el patrón de la ciudad.

Yo podría hablaros mucho acerca de cómo llegó mi fascinación por las capas. Un amor de lejanía, un amor como el que se puede tener por una actriz a la que no conoces ni has visto nunca pero te emociona, o un artista singular, o una persona de la que te han hablado. Yo veía vídeos y vídeos, le preguntaba a Luis (Luis Jaramillo, director de COPE Zamora), me interesaba por cómo eran las cosas, hasta que un día vas y te encuentras con tu amada. Y hoy resulta que tu amada te mira y te acepta en su seno. Y entras y te impresiona cuando ves venir la cofradía con el Cristo a las tantas de madrugada, en una noche fresquita, aquella de primavera. Y cantas el Miserere. Y notas que hay algo que te ha dejado dentro en ese momento que no sabes cómo explicar. Yo me dedico a explicar las cosas, con lo cual si no sé explicarlo, malamente…

Han hecho referencia, tanto la señora presidenta, como Félix (Félix Marbán, presidente de la Asociación Capa Parda) como todos a un artículo que escribí en una ocasión como consecuencia precisamente de aquellas horas zamoranas. La auto-cita siempre es despreciable, me vais a permitir que os lea algún pasaje de ese artículo: 

"Capas alistanas de estameña parda, de aquella de los pastores de entonces, farol de pajar, hierro forjado, en las manos; sonido de la matraca, el hondo pesar del bombardino, cuarteto fúnebre de viento; Cristo del Amparo, cuesta de Pizarro, vía crucis en la plaza de San Ildefonso, tránsito por la puerta del Obispo; miserere de la tierra de Aliste en San Claudio de Olivares, silencio de Zamora en horas de miércoles a jueves, sobrecogimiento y frío; románico intratable, bellísimo, incontestable. Dejen todo lo que tengan que hacer y salgan a correr la orilla del Duero en una lenta marcha de estremecimiento y rigor, como cuando dolía la muerte de Dios ante el desconocimiento de su resurrección en domingo. Hay que saber callar ante el paso de una hermandad de penitencia como las Capas Pardas de Zamora, y estarse quieto y guardar reverencia y aprender a ser testigo de prodigios mudos, sencillos, conmovedores. No hay saetas, ni vítores, ni marchas ni palabra alguna: solo un crucificado de aire barroco al que aún no sabemos a ciencia cierta a quién atribuir y ciento cincuenta hermanos (ni uno más; hay frondosa lista de espera) cubiertos por el misterio lanar de una capa, a los que acompaña el lamento sordo de una noche de misterio y rezo, a los que enfunda en lúgubre oscuridad la sola luz de la luna de abril. Es una hermandad de apenas cincuenta y pocos años, aunque parezca nacida en la noche de la edad media, creada al calor de las procesiones de la comarca de Aliste, de la que tanto hay que hablar. Es una España austera, silenciosa, antigua, severa, madre de la fascinación en cada uno de sus extremos. Es una España reciamente comarcal llevada al calor románico de la joya del Oriente peninsular, de esa Zamora inabarcable de un solo vistazo que sigue esperando amantes recostada en el Duero, ansiando escuchar «palabras de amor, palabras», cantando siempre el mismo verso, «pero con distinta agua». 

Y en los prodigiosos alrededores, donde Portugal queda a mano, Bercianos. Bercianos de Aliste. Viernes Santo, Santo Entierro. Hombres de rostro antiguo, surcados por todos los vientos, vestidos con la túnica blanca con la que habrán de ser amortajados cuando mueran, desclavan al crucificado y lo introducen en la urna con la que procesionan hasta el cementerio, no más allá de un par de kilómetros del pueblo. Van y vuelven, en apenas dos horas de los últimos rayos del sol zamorano de abril, acompañados por una legión de buscadores de oro cofrade y por dos o tres operadores de cámaras escandinavas, televisiones del más allá y narradores de la apasionante España de dioses rurales. La ermita es una fotografía en color de la mejor Castilla, del mejor León, de blanco y negro. No quedan esos aspectos, esas caras, en el relato plástico de las ciudades. Hay que ir a buscarlas al origen viejo de las tierras, a todos los Bercianos de Aliste que pueblan este viejo solar, allá donde hay más Dios en el pan y más contradiós en las ortigas del desamparo. Los casados visten los hábitos que les zurcieron sus esposas; estas aguardan la vuelta de esos maridos que quedaron en la altura de los hombres de los años veinte y juntos celebran un año más el Viernes invitando a los forasteros a arroz con bacalao. 

Zamora no le ha pedido a nadie que vaya a verla, pero está entusiasmada de recibir paseantes de hermandades y cofradías, amantes corazonados de una Semana Santa desmedidamente hermosa. Bercianos de Aliste se transforma en una capa de pastor con la que encaramarse a lo fantástico, al realismo mágico más insospechado, como un puñado de maravedíes esparcido entre la desolación inverniza recién torcida, como un resoplido de búfalo sobre el cansado roncar de la tierra".

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