No es algo inusual, de hecho seguro que a todos aunque sea solo aluna vez nos ha pasado. ¿El qué? Quedarnos dormidos y sus consecuencias como, por ejemplo, perder un vuelo, un tren, un acontecimiento…

Y eso es lo que les ha ocurrido a algunos de nuestros‘fósforos’ de ‘Herrera en COPE’ que por culpa de quedarse dormidas o retrasarse no han podido disfrutar, por ejemplo, de unas vacaciones.

María Ángeles nos recuerda dos anécdotas. La primera cuando, de noche, iba en el coche camino al aeropuerto de Almería y se dio cuenta que no llevaba las luces encendidas. El problema, a los pocos metros se encontraba la Guardia Civil que le obligó a pararse por el tema de las luces y como consecuencia perdió el avión. Y la otra, trabajando ella en Madrid recibió la noticia de que su padre había sufrido un infarto en Sevilla. Durante más de una hora estuvo intentando coger un taxi en la Castellana, algo que califica de ‘misión imposible’, por lo que perdió el AVE.

Alberto, que vive en Ibiza viajaba a Madrid a la boda de su hermano con algunos días de antelación. Sin embargo, al llegar al aeropuerto se encontró con unos amigos que habían ido a la Isla a darle una sorpresa, por lo que Alberto decidió quedarse allí y cambiar el billete de avión al día siguiente sin saber lo que ocurriría. Cuando llegó al aeropuerto, su avión no pudo salir porque había pinchado una rueda y, cuando finalmente pudo viajar, llegó al convite de la boda.

Fernando nos cuenta que una vez trabajando en México, recordando la cantidad de habitantes y coches que hay en el D.F., en su empresa con tantos empleados eran frecuentes las excusas cuando llegaban tarde. De hecho, cada fin de año se premiaba a la mejor excusa. Sin embargo, una vez cuando llegó un empleado les dijo que al salir de su portal se había caído un hombre de una tercera planta. Lo triste es que fue un hecho real.

María, nos cuenta que una vez llegó tarde al trabajo y su jefe era muy estricto de tenía muy mal humor. En aquella ocasión se inventó la excusa que se le había roto el lavavajillas y se le había inundado la cocina con la mala suerte de que tres días después se le inundó la cocina de verdad.

A Gustavo y a su mujer le dieron mal la hora de salida de su avión cuando estaba en la luna de miel. Por suerte, cuando llegaron al aeropuerto el avión había sufrido una avería y pudieron coger el vuelo.

Y por último, Gloria que una vez tuvieron que ir de entierro a Cuenca e iban apurados de tiempo. Cuando llegaron allí se encontraron con muchos coches con destino a una iglesia en lo alto de un monte. Cuando llegaron arriba comprobaron que no se trataba de un funeral si no de una boda.