Luis del Val: "Representar a tus vecinos en unos Juegos Olímpicos es ya un honor al alcance de muy pocos"

Analiza el profesor el papel de España en los recién terminados Juegos Olímpicos de París 2024

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Luis del Val valora el papel de España en los Juegos Olímpicos de París 2024

Luis del Val

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE” en los recién terminados Juegos Olímpicos de París 2024 y el papel de España:

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Escucha el monólogo de Carlos Herrera de este lunes, 12 de agosto

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Hace más de un siglo, en 1908, al clausurarse los Juegos Olímpicos de Londres, Pierre de Coubertin, como presidente del Comité Olímpico Internacional, pronunció aquella frase, tantas veces repetida: “Lo importante es participar”.

Pero en esta sociedad -más competitiva que inteligente, y mucho más egoísta que solidaria- les debe parecer antigua, y todos nos hemos puesto a contar medallas, con esa rigurosa desconfianza con que Ricardo Darín contaba los clavos de las cajas de su ferretería, en una inolvidable película.

Entre los deportistas -como entre los escritores, los fontaneros, o los cultivadores de cebollinos- hay soberbios y humildes, pero en mi temprana juventud, cuando tuve oportunidad de acercarme o entrevistar a alguno de los grandes deportistas, enseguida asumí que los grandes, los grandes de verdad, siempre eran humildes.

Federico Martín Bahamontes, por ejemplo. O Manolo Santana, que me lo presentó Paco Santos, en su despacho, y al cual tuve ocasión de tratar, cuando se prestó a ayudar al Ayuntamiento de Madrid, y tomó el teléfono y comprometió a las figuras del tenis mundial a que participaran en un trofeo tan nuevo, que, claro, carecía de prestigio.

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No he tratado, ni he estado con Nadal o con Alcaraz, pero a través de sus manifestaciones y respuestas, si el balear jamás muestra una pizca de presunción, el murciano, por ejemplo, se refiere a sus padres con un respeto antiguo y señorial, como cantaba María Dolores Pradera.

Sí que me han sorprendido, en cambio, las manifestaciones escasamente corteses de algunas componentes del equipo femenino de fútbol, tan alabado, tan halagado, tan mediático, que convirtió al equipo en un grupo autoritario que despachó al entrenador que tenían e impuso, como entrenadora, a la mujer que eligieron, con los resultados que todos conocemos. En estas Olimpiadas puede que hayan aprendido que el triunfo está lleno de padres y el fracaso siempre es huérfano.

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Y no me refiero a ellas para hacer leña del árbol caído, porque ni son leña, ni árboles que haya que derribar, sino para recordar que, solamente, representar a tus vecinos en unas Olimpiadas es ya un honor, que está al alcance de muy pocos. Y bienvenidas sean las medallas, y el podio, y el sonido de tu himno, pero es un juego, olímpico, claro, pero juego.

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