Eduardo Strauch revive la tragedia de los Andes: "La decisión más fácil..."

Nos visita uno de los supervivientes del accidente aéreo de los Andes para compartir su testimonio sobre los 72 días que cambiaron su vida en la llamada “sociedad de la nieve”.

Eduardo Strauch, en Herrera en COPE
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Eduardo Strauch, en Herrera en COPE

Redacción Herrera en COPE

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“Gracias a una pequeña radio viví los momentos más felices y más angustiosos de mi vida”, ha confesado Eduardo Strauch al comenzar su entrevista en Herrera en COPE. Aquel aparato fue su único contacto con el mundo durante las semanas que pasó perdido junto a otros compañeros en los Andes, tras el accidente aéreo de 1972.

El relato de Strauch sigue estremeciendo más de 50 años después: “En el momento del impacto estuve seguro de que era mi final”, ha recordado. Y sin embargo, aquella primera noche “imposible de describir”, marcada por el frío extremo, la falta de abrigo y alimento, fue también el inicio de una lección de resistencia humana: “Empezamos a maravillarnos de lo que es el ser humano: la capacidad de adaptación a cualquier cosa”.

Uno de los momentos más duros que ha revivido en la conversación con Alberto Herrera fue el descubrimiento de que debían alimentarse de los cuerpos sin vida: “Fue el esfuerzo mental más intenso que tuve que hacer”, reconoce. “Al principio sentías que te estabas enloqueciendo, pero después entendías que era la única alternativa. Y yo quería vivir”. La decisión, asegura, fue tomada en grupo y en silencio, asumiendo entre él y sus primos la difícil tarea para aliviar a los demás.

Strauch no ha eludido los momentos más dramáticos, como el de la avalancha: “Llegó un momento en que dije: estoy muerto. Y después, empecé a sentir un tremendo placer, una plenitud intensa… hasta que volvió el oxígeno”.

También ha relatado la emoción inigualable del rescate, cuando escucharon la noticia por la radio y, poco después, el sonido del helicóptero: “Fue una explosión de felicidad. No recuerdo caras, pero sí los sonidos, los olores y la alegría inmensa”.

Al regresar, las reacciones fueron dispares. Algunos familiares de los fallecidos los recibieron con amor, otros no pudieron soportar verles: “Necesitaban culpar a alguien de ese dolor”. Pero ha asegurado que la película de Bayona ha servido para reconciliar muchas heridas: “52 años después, volvimos a transformarnos en una gran familia todos”.

Strauch ha vuelto más de veinte veces al Valle de las Lágrimas: “Es mi retiro espiritual. Mientras el cuerpo y la mente me lo permitan, seguiré yendo”. En ese silencio de la montaña ha encontrado una verdad que hoy comparte como legado: “El amor en todas sus formas es lo único que importa. Y no hay que desperdiciar un minuto, porque no sabemos cuándo se acaba”.

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