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María Blasco: el secreto del envejecimiento (y cómo frenarlo), en manos de una española

La bióloga molecular y directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), pasa por Fin de Semana con Cristina para contar cómo se dedicó a estudiar su campo

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Cristina López Schlichting
@crisschlichting

'Fin de Semana' COPE

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 12:17

Ella es una de las investigadoras científicas más brillantes de España y fue vicedirectora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, del que hoy es directora. Casi nada. Investigación, ciencia y talento bien aprovechado es lo que encontramos en María Blasco que hoy pasa por ‘amigos del programa’ en Fin de Semana con Cristina para recordar, primero, sus gustos musicales y su predilección por las guitarras eléctricas y el rock alternativo: “Me viene de la adolescencia, de escuchar los Pixies, y ahí me empezó a gustar ese tipo de rock, y de ahí Nirvana, PJ Harvey, fui descubriendo nuevas bandas y mi favorita, Patti Smith, a cuyo concierto en Madrid hace poco fui, fue impresionante, parece que ha rejuvenecido, está mejor que nunca, fue realmente muy bueno”.

La especialidad de María es el envejecimiento y el cáncer: telómeros y telomerasa, los conceptos en los que se centra su labor como investigadora y directora del CNIO, ahí lleva once años. “Estamos compitiendo siempre con el centro que hay en Holanda, subiendo y bajando en el ránking, primer y segundo puesto, allí es buenísimo y hay muchos colegas. Hace unos meses estábamos en el número 1, ahora en el 2, va bailando, depende de los trabajos de alto impacto que publiquemos”.

Momento de hablar de la pasión por la investigación, algo natural en ella: “De pequeña aprendí mucho porque tenía mucho tiempo, los veranos en Alicante son largos y eso fomentaba la imaginación y la lectura. Ya me daba satisfacción intelectual saber el porqué de las cosas, al principio pensaba que quería ser periodistas porque hacían trabajos de investigación e intentaban entender sucesos y eventos, pero luego me decanté por investigar el porqué de la vida y funcionamiento, y de ahí nace mi pasión por la biología molecular y la bioquímica más adelante”. De ahí que quede bien claro lo que pidió a sus padres, muy distinto del resto de niñas: “Por eso les pedí un juego de química, nunca muñecas, no me interesaban mucho porque me gustaba aprender cosas”.

Y a pesar de esta seriedad y necesidad de investigar, ella se siente identificada con un icono de la juventud de muchos hoy adultos pero niños en los 80 y 90: Pippi Långstrump, alias Pipi Calzaslargas. “Creí viendo a Pipi, una niña libre creativa, imaginativa, con sus amigos siempre con las trastadas, pero siempre totalmente libre. A mi generación le ha influido mucho y yo hice colección de capítulos con los vídeos, y cuando mi hijo tenía 7 años se los puse y le encantó. Es algo atemporal, es fascinante cómo les gusta a los niños”.

Llega entonces el día decisivo: en COU, llegó un profesor que la marcó, y así lo relata: “Había elegido ciencias casi a regañadientes porque me encantan la historia y la literatura y al final me fui por ciencias por ser algo más complejo y podría aprender cosas que de otra forma no podría, pero no tenía claro qué quería estudiar de ciencias, si Matemáticas o alguna ingeniería porque me gustaba la idea de que fuera algo aplicado. Entonces un día vino a darnos clase un científico de la Universidad de Alicante, cuyo nombre averigüé hace poco, y nos habló de la biología molecular y de ingeniería genética porque se podían aislar los genes, cortar y pegar con técnicas más primitivas que las de ahora, pero ya se podía hacer, y yo entendí que se podía averiguar cómo funcionaba la vida y el origen de las enfermedades, y eso podía ser una gran revolución, y a mí eso de descubrimiento y posible aplicación me motivaba muchísimo, así que le pregunté qué debía estudiar, me dijo Biología y, si podía ser, en la Autónoma de Madrid; a partir de ahí fue mi objetivo. Él cambió mi vida, yo tenía 18 años y estoy cien por cien segura de que no sería bióloga molecular de no ser por él”.

40 años después, uno de los institutos de Secundaria de San Vicente del Raspeig, lleva su nombre y también tiene una calle: “La verdad es que impresiona un poco. Cuando me dijeron lo de la calle les dije que no quería, pero bueno, al final tuve que decir que sí y ahora tengo alguna otra más, como en Ciudad Real y en otro pueblo de Alicante, Pinoso”.

María empezó la carrera en Valencia y luego llegó a Madrid, entonces conoció a Margarita Salas, la famosa bioquímica, y pudo trabajar con ella: “Fue otra suerte. Yo estudiaba Biología en Valencia y cuando fui a elegir la especialidad estaba la bioquímica pero era muy química, tenía poco de biología molecular, y yo me había quedado con la idea de irme al Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, así que un día contacté directamente con los catedráticos de Bioquímica y de Biología Molecular de la Autónoma de Madrid para que me recibieran y me ayudaran a buscar un grupo en el centro y que eso me facilitara pedir el traslado de expediente a la Autónoma y poder trabajar en el Centro de Biología Molecular. La verdad es que fueron muy atentos y el catedrático me recibió y, además, trabajaba con Margarita Salas y fue él quien me presentó a ella que, además, estaba buscando estudiantes para hacer prácticas en su laboratorio mientras estudiaban la carrera, y así la conocí. Fue un flechazo porque a ella le gustó al momento mi currículum y mis ganas de investigar y ser científica y a mí me encantó la actividad que había en su grupo y saber que era la mejor investigadora de este país, una gran suerte dar con ella”.

Llega el momento de hablar en términos científicos, pero tampoco muy profundos para que se pueda entender. Los telómeros, a los que define como los “herretes de los cordones de los zapatos”, es decir, serían los “herretes de los cromosomas, una especie de protectores”: “El telómero en sí mismo, formado por la molécula del ADN, no codifica por genes, no tiene información genética, es una secuencia repetida que podría parecer que no tiene interés y de hecho cuando se vieron por primera vez les pareció decepcionante y el resultado ni se publicó, pero resulta que estos telómeros tienen un papel importantísimo en proteger todo el resto del material genético, y aunque son secuencias repetidas sin información, son el sitio de unión de unas estructuras que hacen de herrete, de protección, y por tanto son fundamentales para la vida y nuestro material genético”.

Y esto es importante porque hay una relación directa en el envejecimiento y el acortamiento de los telómeros: “Sí, se puede medir, y de hecho del CNI sale una tecnología para ello y comercializa”, detalles que concreta en el audio que acompaña a esta noticia, “da una idea de la capacidad de regeneración del organismo”. Ella se los ha medido y reconoce que “no van mal del todo, un poco más cortos de lo que esperaba pero bien”.

¿Entonces los telómeros se pueden alargar? María explica la realidad tras ello y concreta consejos para evitar que se acorten demasiado: “Cuando nos dañan el organismo, como fumar, se acortan un poco más, pero hay formas de evitarlo”, formas que también detalla en el audio.

María ha logrado, además, aumentar la longevidad de un ratón: “Lo hemos visto en ellos y podríamos aplicarlo en humanos. La longevidad es modulable y buscamos, más que aplicarlo en nosotros, es poder usar para frenar la progresión de enfermedades degenerativas. En todo caso podríamos aumentarnos la longevidad, sería incluso mayor que en ratones porque esos animales envejecen muy rápidamente”. ¿La inmortalidad? También lo explica, aunque reconoce que “morir vamos a morir aunque sea por una enfermedad no relacionada con el envejecimiento”.

Para terminar, Blasco se niega a dar la razón a los que piensan que España en un “país de tercera” en lo que a investigación se refiere: “No es cierto, ni mucho menos. De hecho hay un programa de excelencia, por parte del Gobierno, llamado Centro de Excelencia Severo Ochoa o Unidad de Excelencia María de Maeztu, y tenemos 50 centros en España. Están al nivel top internacional en las distintas disciplinas. Son punteros y eso ha ocurrido en los últimos 20 años, ha habido un crecimiento muy grande. La crisis ha afectado mucho y hemos perdido talentos, pero España es un país muy atractivo para que vengan científicos de todo el mundo a hacer ciencia ya que se vive muy bien y hay centros de investigación de primera línea”.

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