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Licenciada, de 34 años y conduciendo su tractor: la joven orgullosa y feliz de vivir en el campo

Hablamos en Fin de Semana con Cristina con varios jóvenes que han encontrado satisfacción en renunciar a la vida en la ciudad y se han ido al mundo rural

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Cristina López Schlichting
@crisschlichting

'Fin de Semana' COPE

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 30 may 2021

Vivir en la gran ciudad sin duda es un aliciente para muchas personas dadas las numerosas ventajas: gran cantidad de comercios, mayores adelantos tecnológicos, etc.; sin embargo se corre el riesgo de pensar que en los pueblos no hay nada de interés salvo ver pasar el día. Craso error.

De hecho desde hace tiempo hay programas para apoyarlo, como ‘Erasmus rural’, con dos partes: Desafío y Arraigo. Está puesto en marcha por la Universidad de Zaragoza, a través del Servicio de Orientación y Empleo (UNIVERSA), en colaboración con la Diputación Provincial de Zaragoza. ¿En qué consiste? Luis Alfonso Castellano es técnico del Área de Asistencia y Modernización Local de la Diputación de Zaragoza y explica que ’Desafío’ busca estudiantes que quieran ir a vivir a un pueblo mientras queArraigo’ tiene la diferencia esencial de que está destinado a los graduados universitarios de los tres últimos cursos que vayan a ir a hacer esos primeros pinitos laborales y que sean de la zona, es decir, tienen que tener cierta vinculación con el territorio.


Como la mejor manera de conocer esto es por medio de testimonios de primera mano en Fin de Semana con Cristina hemos hablado con dos chicas que lo han vivido. Jennifer Lafuente estudió Marketing en Zaragoza y en 2019 le contactaron por una oferta de trabajo desde Erasmus Rural que aceptó. En junio de 2020, en plena pandemia, la universidad volvió a contactar con ella porque querían hacer otra vez la convocatoria, así que mandó su CV y la aceptaron en Bodegas Témpore. Ella pensó “agosto 2020, plena pandemia, oferta de trabajo… sin dudarlo”.

Por su parte Patricia de la Llana es estudiante del grado de Química y actualmente está trabajando en la empresa Certest Biotec de San Mateo de Gállego. Ella también fue avisada de este programa, respondió afirmativamente y empezó a trabajar. Anima, por supuesto, a aprovechar este tipo de situaciones.

Y tenemos un ejemplo aún más impresionante. Cristina Rodríguez tiene 32 años, es licenciada en Diseño Industrial y tiene un máster en Logística pero no trabaja en ninguna gran empresa de renombre mundial. Cristina vive en el campo y trabaja… en ese mismo campo, de hecho es agricultora íntegramente dedicada a ello. Conduce tractores y hasta tiene su mini huerto.

Cristina ha estado en Fin de Semana con Cristina, donde reconoce estar “muy contenta, más contenta que cuando vivía en la ciudad y en cualquiera de los trabajos que había tenido antes”. “El campo es muy sacrificado pero en el sector hay mucha innovación, eso hace que ya no hagan manos muy robustas como las de mi padre o mi abuelo ya no sean tan necesarias, pero realmente la maquinaria ha evolucionado mucho, me manejo bien midiendo 1,60 y pesando 58 kilos. A mí lo que me encanta es que se vive más despacio, la vida se exprime más, se basa en disfrutar de las pequeñas cosas que nos ofrece y que por el ritmo que llevamos no hay tiempo de apreciar”.

Ella vive en el pueblo pero no está desconectada en absoluto, es muy activa en redes sociales: “Cuando empecé con ellas lo hice para estar informada más que otra cosa, pero empecé a subir cosas de mi día a día porque disfruto con ellas, disfruto mucho con mi trabajo, y supongo que la veracidad de disfrutar con lo que haces se traslada y la gente le gusta”.

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Cristina asegura que quien se dedica a la agricultura “es una forma de vida”: “Los que lo hacemos tenemos unos hobbies determinados, nos gusta mucho estar en la naturaleza, la libertad, y al final todos los hobbies se relacionan con ello, como yo con mi huerto. Con él disfruto mucho porque lo cuido y como de él. Planto cereal de invierno como cebada y trigo y luego girasol”.

Nuestra agricultora explica que “tenía la vida encaminada a otros planes pero mi padre enfermó, cáncer de páncreas, y me cambió la vida. Vine a ayudarle por necesidad para poder atender el tema agrícola, es mi mejor maestro y aprendí de él”.

También reconoce que lo que más le gusta es el tractor y, lo que menos, el papeleo: “Cualquiera que se dedique a esto sabe que hay muchísima burocracia y a veces los papeles te sepultan, menos mal que hay muchas organizaciones agrarias o esto sería horrible. Lo que más nos gusta es estar en el campo, al aire libre, en el tractor y oyendo COPE”, ríe. “Cuando voy en el tractor genera curiosidad, cada vez menos porque aquí están acostumbrados a verme, pero cuando voy por la carretera general sí que me pitan los camiones”, detalla.

Cristina tiene estudios universitarios y hasta máster, ¿le han sido útiles en su desempeño actual? “Es curioso pero yo siempre había trabajado en temas logísticos, y ahora no dejo de usar esa ingeniería que aprendí porque se estropean muchas cosas y tienes que repararlas”.

Ah, y lo tiene claro, ella se queda allí: “Nunca lo vi como algo temporal, pretendo seguir con ello, estoy muy feliz aquí y no veo motivos para cambiar de profesión, la verdad. Animo a los que quieran hacer algo así porque la agricultura es un mundo muy bonito y, como decía, Cicerón, la agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre’. Aunque es difícil sin tierras y las inversiones iniciales son muy altas y por eso el relevo generacional es complicado, es casi necesario que te venga un poco de casa para poder comenzar”, termina Cristina.

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