La diócesis de Canarias ha recibido con gran alegría la noticia de que la Santa Sede ha reconocido que el sacerdote Antonio Vicente González vivió las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad en grado heroico. Nació en Agüimes (isla de Gran Canaria) en 1817 y desde su ordenación fue el primer párroco de Santo Domingo, en el barrio de Vegueta, en Las Palmas.

En 1847, cuando la hambruna llegó a la isla, instaló en su parroquia un centro de caridad pionero. Ese mismo centro se transformó cuatro años después en un pequeño hospital improvisado para hacer frente al cólera.Las condiciones insalubres en lasque vivían los pobres propiciaron la rápida propagación de la enfermedad, y el miedo se apoderó de parte de la población de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que huyó despavorida.Pero el padre González siguió al pie del cañón y se dedicó a hacer de médico, de padre, de hermano y de sacerdote.

En junio de 1851, mientras arreciaba la epidemia, dijo a sus feligreses que él iría todos los días a las siete de la mañana a celebrar la misa, y que si algún día no llegaba sería porque el Señor habría aceptado ya el sacrificio de su vida. Llegó la mañana del día 23 de Junio y Antonio Vicente no aparecía. Fue cuando todos comentaron: “nuestro cura ha muerto“. La Iglesia reconoce también como martirio la exposición libre a un grave riesgo para la vida llevada a cabo por amor a los necesitados. Antonio Vicente González pasó a la historia como “el Buen Pastor Canario”, tal como le proclamó la comunidad diocesana rindiéndole homenaje.

Ahora mismo se investiga, dentro de su causa de canonización, un posible milagro obtenido por su intercesión entre 2005 y 2006, ya que una familia de Gran Canaria se encomendó a él para salvar la vida a uno de sus miembros, aquejado de un aneurisma de cuarto grado que le mantuvo dos meses en coma.