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Qué opina COPE de La Iglesia en la pandemia

Descubre alguna de las líneas editoriales más importantes de COPE durante este 2020 sobre el papel de la Iglesia en la crisis de la covid-19

Qué opina COPE de La Iglesia en la pandemia

VATICAN MEDIA HANDOUT

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 22:49

Durante este año 2020 todas las instituciones se han involucrado en la lucha contra la covid-19, que ha sido la principal protagonista durante el año que este 31 de diciembre cerramos. La Iglesia también ha sido clave en este proceso. Todas las personas que la hacen posible, han acompañado una vez más a los más indefensos en este proceso que se ha llevado la vida de muchas personas y ha ofrecido esperanza a otros miles de personas.

Todo esto hace entrever el papel imprescindible que tiene la Iglesia en nuestra cultura, un papel que no debe desaparecer en ningún momento y al que todas las instituciones deben apoyar a través de sus actos. A continuación ofrecemos las mejores líneas editoriales que hablan precisamente sobre el papel que ha tenido la Iglesia, así como la Santa Sede, en la crisis social y sanitaria que ha provocado la aparición de la covid-19 en nuestras vidas.

La pandemia y las pandemias (14/05/2020)

Hoy los creyentes de todas las religiones dirigen su oración al Padre común frente a la expansión de la pandemia en el mundo. Se trata de una iniciativa del Alto Comité instituido el pasado año tras la firma del Papa Francisco y el Iman de Al-Azhar, Ahmed Taieb, del histórico documento sobre la Fraternidad Humana. La oración, la penitencia y las obras de caridad constituyen una respuesta de todos los creyentes para pedir a Dios que preserve a la humanidad y haga que nuestro mundo sea más humano y fraterno después de la pandemia. Días atrás, al anunciar su adhesión a la iniciativa de esta Jornada, el Papa invitaba a rezar no solo por el fin de esta pandemia, sino de las demás pandemias que afligen al mundo, entre ellas una frente a la que Naciones Unidas ha alertado con especial dramatismo: la pandemia del hambre que ya ha provocado en lo que va de año cerca de cuatro millones de víctimas.

El cardenal Miguel Ángel Ayuso, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, ha señalado que nos encontramos ante la oportunidad de arraigar el valor de la fraternidad y la coexistencia para el futuro. Es bueno, añadía, que los líderes religiosos y los responsables de la vida social y política, tengan un momento de oración y solidaridad para invocar el fin de la pandemia. La fe no se confunde con la política, pero pertenece a la experiencia común de los ciudadanos y debe encontrar su justa expresión en la plaza pública. De hecho se ha mostrado como un recurso de primer orden para la construcción del bien común en estos días.

Cultura del descarte en tiempos de coronavirus (31/03/2020)

La cultura del descarte, que con tanta frecuencia denuncia el Papa Francisco, está mostrándose con toda su crueldad en las controversias éticas surgidas en todo el mundo a raíz de la pandemia global que padecemos. Ponen los pelos de punta las noticias descarnadas de que algunos protocolos establecidos para decidir sobre el acceso a los recursos escasos están basados solo en la esperanza de vida. Se llegaría así a descartar a los ancianos o a las personas que no tuvieran más de dos años de esperanza de vida. La aplicación fría de esta suerte de utilitarismo es inhumana.

Toda vida humana tiene una dignidad intrínseca insoslayable. No debe utilizarse el criterio de la edad de forma aislada para decidir sobre el acceso a los recursos escasos. Es necesario buscar siempre alternativas mejores como la derivación a otros centros, o la solidaridad interterritorial que tanto se debate en estos días. Lo que deben buscar las autoridades a toda costa es conseguir el máximo de medios para sortear la escasez, lo que exige movilizar todos los recursos personales y materiales disponibles, tanto públicos como privados.

Como ha subrayado el Comité de Bioética de España, es necesario un juicio prudencial en cada caso. Ningún protocolo puede aplicarse sin más de manera mecánica, todo ser humano tiene derecho a una consideración personal. Como sostenía con agudeza el Doctor Marañón, no existen enfermedades sino enfermos y esa expresión común, tan llena de sensibilidad humana y sabiduría, debe ser subrayada en estos tiempos de encrucijada que nos toca vivir.

Un sábado para usar la razón (11/04/2020)

Hoy la Iglesia Católica celebra el Sábado Santo, el día en el que Jesús de Nazaret reposó en el sepulcro. España vive un largo Sábado Santo desde que dio comienzo la pandemia con más de 15.000 muertos por el coronavirus en unas estadísticas que habrán de ser repasadas seguramente al alza.

Estamos en unos de esos momentos en los que la realidad, la más dura y la más objetiva, ha irrumpido en nuestra vida planteándonos preguntas que habíamos aplazado. Habíamos aplazado la pregunta sobre la muerte y la enfermedad. Y ahora esta largo Sábado Santo nos ha obligado a preguntarnos sobre la muerte, con dignidad, en silencio, como un gran deber cultural que habíamos rechazado.

Este largo Sábado Santo que vive España desde comienzos de marzo nos invita a usar la razón y el corazón de un modo diferente a como los habíamos usado hasta ahora. Ya no es posible detenerse en las apariencias. Ante los féretros en el Palacio de Hielo, ante las residencias de ancianos heridas por la devastación, ante el miedo y ante la destrucción de empleo, ante el sacrificio del confinamiento a todos se nos desafía a usar nuestra inteligencia y nuestro afecto de un modo diferente.

¿Hay algo capaz de darnos esperanza en este día oscuro del que no podemos huir? La sociedad española, que tantas energías tiene para la solidaridad, para cuidarse de los otros, no debería aplazar esta pregunta ni precipitarse en responderla. Es decisiva.

Luto y memoria agradecida de una sociedad (30/04/2020)

Muchas son las heridas que la pandemia del Coronavirus está dejando en una sociedad que vive aún bajo sus efectos. Una de ellas viene de la forma en que se han afrontado la muerte y el luto. Mientras continúa el lento desgranar de las cifras de fallecidos, siempre trágicas, es hora de recuperar la memoria de quienes ya no están entre nosotros. La sociedad española tiene una deuda de justicia y gratitud con las víctimas de esta pandemia, en especial con las que se han ido sin el consuelo de la cercanía y el afecto en la última despedida, sin la celebración litúrgica que haga posible ese vínculo de unión a través de la plegaria. En no pocas ocasiones han sido los sanitarios quienes han estado presentes en el último aliento, a veces también los militares. Un acto más de profunda humanidad.

Es cierto que la sociedad española es plural pero eso no significa que el Estado pueda menospreciar la dimensión religiosa, relegándola al ámbito privado. La muerte es también un acontecimiento de relevancia pública en la vida de las personas. En este período en que se atisba la vuelta a la normalidad, puede plantearse la declaración de luto oficial en España, acompañada de gestos que recuperen la memoria de quienes nos han dejado. Hay que dar el protagonismo debido a los que han muerto, que no son meros números, sino biografías siempre singulares, e invitar a la sociedad al reconocimiento y la plegaria por quienes nos han legado una herencia de progreso que no ha sido públicamente agradecida, como era debido.

Misionero para un cambio de época (13/03/2020)

Un trece de marzo, hace siete años, los cardenales reunidos en el Cónclave eligieron al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, como sucesor de Pedro, el cercano servidor que preside a la Iglesia en la caridad. En este tiempo el Papa Francisco ha alentado la esperanza de una humanidad que se enfrenta a nuevos y agudos retos, que van desde los acelarados procesos de cambio social a los flujos migratorios, pasando por nuevas circunstancias que alteran el estado de seguridad de nuestra vida, como esta pandemia del coronavirus. El Papa Francisco, que predica un Evangelio sin glosa y que se ha empeñado a fondo en la reforma de la Iglesia, se ha convertido en una referencia ética mundial a la que se vuelven los ojos de una humanidad herida.

Francisco ha traído, con la novedad de sus gestos y formas expresivas nacidas del pueblo católico hispanoamericano, el Evangelio de la cercanía y el frescor de un nuevo aliento misionero. La Iglesia, que es compañía de vida y de verdad, ha redoblado su apuesta diaria por ponerse al lado de cada persona y acompañar sus alegrías y sufrimientos. En estos días en los que se palpa el dolor y crece el desconcierto, nos ha recordado que debemos “vivir con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad”. Como ha dicho en la Audiencia del pasado miércoles, la Iglesia tiene que ir al mundo “porque el Evangelio de Jesucristo es la mayor justicia que se puede ofrecer al corazón de la humanidad, que tiene una necesidad vital de ella, aunque no se dé cuenta”

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