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Jugar con Marruecos resulta muy caro

Marruecos y España vivieron una apacible "luna de miel" mientras vivió Mohamed V, interrumpida después por la escalada de las reivindicaciones irredentistas

Jugar con Marruecos resulta muy caro

(I-D) El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá; el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el jefe de Gobierno del Reino de Marruecos, Aziz Akhannouch; y el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Cooperación Africana y Marroquíes Residentes en el Extranjero, Nasser Bourita, durante el acto de firma de acuerdos tras la reunión plenaria de la XII Reunión de Alto Nivel Marruecos-España, en la sede del Ministerio de Exteriores marroquí, a 2 de febrero de 2023, en Rabat (Marruecos). Hoy ha tenido lugar la segunda jornada de la XII Reunión de Alto Nivel Marruecos-España, que empezó ayer, 1 de febrero y termina hoy. Desde el Gobierno de España no dudan en tachar de histórica la cita, que llega después de ocho años sin una Reunión de Alto Nivel (RAN), y ensalzan el camino recorrido en el último año, después de que el Ejecutivo respaldara el plan de autonomía marroquí para el Sáhara. Se prevé que esta cita permita sentar unas bases

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¿Empezamos de verdad una nueva etapa en las relaciones con Marruecos? La duda es razonable si se echa una mirada atrás a los encuentros y desencuentros entre los dos países desde que el Reino alauita recuperó su independencia en 1956. Durante el Protectorado, iniciado en 1912, y sobre todo con Franco, custodiado en El Pardo por la pintoresca "Guardia mora", no faltaba día sin que se loara la "amistad hispano-marroquí", acentuada en los últimos años gracias al apoyo que la Alta Comisaría de Tetuán, con García Valiño como inquilino, brindó a la lucha nacionalista contra Francia, que tuvo su mayor expresión en la condena a Francia por forzar el exilio de la familia real en 1953, primero a Córcega y luego a Madagascar.

Como consecuencia de ello, Marruecos y España vivieron una apacible "luna de miel" mientras vivió Mohamed V, interrumpida después por la escalada de las reivindicaciones irredentistas, alimentadas por el mismo nacionalismo al que tanto se había ayudado. En aquel entonces, el Partido Istiqlal (Independencia) dirigido por Al-lal El Fasi, no solo reivindicaba la soberanía marroquí sobre Ifni, el Sahara, Ceuta, Melilla.y los islotes adyacentes, sino que extendía sus reclamaciones de amplias zonas de Argelia (Colomb-Bechar, Tinduf...) y la misma Mauritania, es decir, el sueño del "Gran Marruecos" que anidaba en el belicoso imaginario nacionalista marroquí.

Años más tarde, tras la fundación de la Organización de la Unidad Africana que consagró la intangibilidad de las fronteras legadas por el colonialismo, así como de una guerra de fronteras con Argelia en 1963, Hasán II no tuvo más remedio que olvidar las entelequias nacionalistas, reconocer la independencia de Mauritania y los límites delineados por Francia en su apogeo colonial. Quedaban, claro está, los territorios ocupados por España que tuvo que "retroceder" Ifni a Marruecos después de derramar allí mucha sangre, a cambio de un asombroso convenio de pesca que permitía a la flota andaluza lanzar sus redes hasta las mismas playas marroquíes. Empezaron a surgir incidentes de todo tipo, con algunos intermedios en los que surgió el llamado "espíritu de Barajas", un acuerdo tácito entre Franco y Hasan II que duró bien poco, a pesar de que el rey marroquí llegó a decir que las relaciones de España con Marruecos eran similares a las de un "contrato matrimonial católico"... Así, con todas sus letras. Un mera ilusión, porque la espiral nacionalista no dejó de ampliarse, con España en el punto de mira, al tiempo que se sucedían las conspiraciones internas, culminadas en los sucesivos intentos de golpe de Estado.

El primero fue durante una fiesta en el palacio real de Sjirat, en presencia de todo el Gobierno y del cuerpo diplomático en pleno y del que se salvó Hasán II gracias a su astucia y la autoridad que le confería ser el Príncipe de los Creyentes cuando se tropezó en un pasillo con uno de los cadetes de la academia militar de Ahermumu, engañados por los insurgentes.

Un año después ocurrió el ametrallamiento en aguas del Estrecho de Gibraltar del avión donde Hasán II regresaba a Rabat de una visita a Paris. De nuevo el rey acudió a una treta para engañar a los pilotos de los cazas que perseguían al avión real al suplantar al piloto y comunicarse con los agresores para decirles que el rey había muerto y que dejaran de disparar. Apenas aterrizó, hizo llamar al Palacio real al todopoderoso ministro del interior, general Mohamed Ufkir, que el rey sospechaba ya como instigador del anterior golpe fallido y que fue al instante ametrallado en su presencia.

En una novela del diplomático José María Álvarez de Sotomayor, que tuve el placer de prologar, titulada "El relato de Belén Camino" (una supuesta amante española de Ufkir), el autor revela un intento de Hasán II de resolver el litigio del Sahara que apenas ha trascendido, pero que debe figurar en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Durante un viaje oficial a Rabat del ministro Gregorio López Bravo, el soberano le propuso una acuerdo secreto: la explotación conjunta de las minas de fosfatos de Bu Craa, en el Sahara, que todavía era provincia española, a cambio de olvidarse de la reivindicación marroquí sobre el territorio. La respuesta de Franco, que pretendía conocer bien al rey marroquí, fue negativa y acaso se perdió una oportunidad de oro -literalmente- de zanjar la reclamación del Sahara y de que se convirtiera en un interminable quebradero de cabeza para la ONU y para España.. Ahí empezó la escalada de tensión internacional que culminaría con la sentencia del Tribunal de La Haya sobre el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui y la consiguiente "Marcha Verde" organizada por el propio Hasán II, que sorprendió a Franco en su lecho de muerte.

Desde entonces, es decir, desde la transición democrática, Marruecos ha pasado a ser la gran asignatura pendiente de los sucesivos Gobiernos españoles, con las continuas oleadas de inmigrantes ilegales cuando subía la fiebre irredentista, a pesar del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación firmado en Madrid el 5 de febrero de 1993 por Felipe González y Ahmed Laraki. Vino a continuación el sainete del "desembarco" de unos cuantos soldados marroquíes en el islote del Perejil, al que se llega a pie, durante la marea baja, desde la costa mediterránea marroquí y que permitió a José María Aznar sacar pecho ante el recién entronizado Mohamed VI que, acaso, quiso poner a prueba la capacidad de respuesta del Gobierno español.

De los continuos tiras y aflojas en las relaciones de los dos países, lo que sobresale es un desconocimiento imperdonable por parte del actual Gobierno español de la realidad social, cultural y religiosa de nuestro vecino norteafricano. Esa ignorancia, o más bien desdén, se hizo más que visible con la ya histórica torpeza de Pedro Sánchez al admitir la entrada cuasi-clandestina a España del líder del Frente Polisario, sin advertir al Gobierno de Marruecos, tal y como estipula el Tratado de Amistad de 1993, actualizado ahora en Rabat. Para que esto haya ocurrido, Sánchez ha tenido que tragar el sapo de la soberanía marroquí sobre el Sahara por razones todavía desconocidas. Puede que algún día se sepa lo que realmente ha podido influir en Sánchez para arrastrar a España a ese cambio tan radical en la política exterior, aunque algo ha podido influir el supuesto espionaje del sistema "Pegasus" adquirido por Marruecos a Israel, y el robo de los datos del teléfono móvil de Sánchez. De esto tiene que saber mucho el CNI dadas sus estrechas relaciones con los servicios marroquíes de inteligencia, en el marco de la lucha contra el terrorismo yihadista.

En cualquier caso, lo que resulta más escandaloso, es la torpeza diplomática del desdeñoso y pedante presidente español, al no tener idea de lo que el Sahara representa para el Trono alauita y para su pueblo. Ahora lo habrá aprendido. No obstante, bueno es lo que bueno está, si realmente los dos países cumplirán con el acuerdo implícito de la "cumbre" de Rabat, de no suscitarse mutuamente discordias (lo que permite pensar que Marruecos "congelará" sus reclamaciones sobre Ceuta y Melilla), así como a consultarse previamente ante cualquier incidente que pueda molestar al vecino, tal y como ya figuraba en el olvidado Tratado de Amistad que acaba de cumplir sus 30 años. Todo ello contando con el daño colateral que han sufrido las relaciones con Argelia y que previsiblemente no pasará hasta que Sánchez se vaya de La Moncloa. La historia, en todo caso, está muy lejos de haber terminado, pero Sánchez, al menos, habrá aprendido la lección que le ha dado Mohamed VI: jugar con Marruecos resulta muy caro.

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