Pero como Dios escribe recto con renglones torcidos, todos estos sufrimientos de sus antecesores y de muchos cristianos, había contribuido a robustecer la comunidad eclesial. A la época de las persecuciones de Decio y Valeriano, siguió un momento de paz, decretado por Galieno, lo cual permitió una nueva organización y una mejora de la atención espiritual a las almas. En plena expansión y difusión, en el año 284, accede Diocleciano al trono imperial, respetando en un principio la religión cristiana. Poco a poco, empezaría una nueva hostilidad hacia los seguidores de la Cruz, más cruel que las anteriores. Entre los ajusticiados por la fidelidad a Dios se encuentra Marcelo en el 304. Atrás queda su espíritu renovador que pretendía dar un gran impulso a la Fe, desde su carácter fuerte y enérgico, que le compaginaba con una buena dosis de dulzura y sencillez en el trato con los demás. Todas estas medidas le hicieron signo de contradicción, puesto que contó con la aprobación de unos y la reprobación de otros. Iconografía: Se le representa con su escudo papal. Otros Santos: Honorato, Ticiano y Beata Juana María.