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CIENCIA

Hay vida en Venus o el problema de una ciencia cada vez más competitiva

Joaquín Sevilla explica el difícil proceso de exploración de lo desconocido y los riesgos que supone que además de hacer descubrimientos haya que "venderlo"

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Pamplona

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 09:51

Joaquín Sevilla, director de la Cátedra Laboral Kutxa de Divulgación del Conocimiento y Cultura Científica de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), nos habla de la investigación, de las dificultades y de los peligros. Con Nature como fuente principal nos explica cómo ha evolucionado y que deja la noticia del pasado mes de septiembre de la posible vida en Venus.

En el programa del 29 de septiembre hablamos de la posible vida en Venus a raíz de un estudio que sugería esa posibilidad.
Recordemos los elementos fundamentales de la historia: Venus es un planeta rocoso como la tierra, algo más pequeño, más próximo al sol... Y es un infierno, con una atmósfera llena de ácido sulfúrico, temperaturas de cientos de grados y altas presiones. ¿Qué vida podría haber ahí? Carl Sagan en los años 60 propuso una idea muy especulativa, quizá algún tipo de seres (algo parecido a nuestras medusas marinas) podría flotar en esa atmósfera y encontrar zonas con condiciones vivibles flotando a kilómetros sobre la superficie.

Entonces llegan unos científicos y dicen haber encontrado en la atmósfera de Venus la emisión de un gas (fosfano, el primo “fosfórico” del metano) en cantidades que no se explican por la geología del planeta. En el trabajo científico no dicen más, pero en sus comunicados a la prensa sugieren que esto podría apoyar la idea de vida en Venus. Y un titular tan llamativo (generado por unos científicos “serios”) corre como la pólvora y se convierte en la noticia científica de la semana (o más).

Como tantas veces el tema se olvida. Ahora 4 meses después parece que, no solo era aventurado relacionar una detección de un gas con vida, sino que hasta la detacción era incorrecta.

En ciencia, como en cualquier exploración de lo desconocido, es muy normal tomar caminos que no llevan a nada y tener que volver atrás a buscar nuevas rutas. Experimentos que al intentar repetiros no salen, etc. etc. Es el avance normal de la ciencia. Por eso nos dicen que comer sardinas mejor pocas, que si el pescado azul tiene mucha grasa, y décadas después que es lo mejor que hay porque está llenos de omega tres, que es buenísimo. Ambas son recomendaciones honestas hechas con el mejor conocimiento disponible en el momento.

Otra cosa es que en una ciencia cada vez más competitiva (porque hay cada vez menos fondos dedicados a ella), además de hacer descubrimientos hay que “venderlos”, hay que conseguir que tengan repercusión. Y en es búsqueda de la notoriedad se nos va la mano, como le pasó a estos científicos.

La polémica sigue abierta, los nuevos estudios proponen explicaciones alternativas. Que si los datos son compatibles con dióxido de silicio (en vez de fosfano) que es algo más esperable, u otras alternativas. La ciencia funciona así, acumulando evidencias hasta que se va alcanzando un consenso en una explicación definitiva… cuando se alcanza, porque muchos temas siguen abiertos. Conocemos muchas cosas, pero son muchísimas más las que desconocemos.

Lo más interesante de este caso tiene más que ver como las políticas de comunicación de los avances científicos que con el tema en sí, ya que es extremadamente improbable que haya medusas en Venus a la vista de toda la evidencia que disponemos sobre el planeta.

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