Un fotógrafo asturiano y menorquín muestra la cruda realidad de Ucrania: "Es muy diferente a lo que vemos en la tele"

Emilio Chamizo narra sus viajes al frente de la invasión rusa, donde ha documentado el dolor y la increíble resiliencia de un pueblo que, asegura, no se va a rendir

Ignasi Catchot

Menorca - Publicado el - Actualizado

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El fotógrafo de raíces asturianas y menorquinas Emilio Chamizo ha viajado en repetidas ocasiones a Ucrania desde el inicio de la invasión rusa. Acompañado por un compañero cámara recién jubilado, se ha adentrado en zonas de alto riesgo, desde pueblos arrasados y hospitales destruidos hasta la misma línea del frente, para documentar con su objetivo no solo la devastación del conflicto, sino también la dignidad y la resistencia del pueblo ucraniano. Su experiencia sobre el terreno le ha permitido construir un relato que difiere enormemente de la visión que se tiene desde la distancia.

Lo que comenzó como una misión de ayuda humanitaria se transformó pronto en una necesidad de seguir documentando la realidad del país. Chamizo confiesa haberse quedado, "entre comillas, enganchado, viendo el dolor y sufrimiento de esa gente". Esta motivación le ha llevado a regresar una y otra vez, asumiendo los peligros de un frente armado con el único equipo de su cámara y la compañía de un colega que deseaba experimentar un viaje de esas características.

Historias que no se pueden olvidar

Cada viaje ha dejado en su memoria imágenes imborrables que reflejan la crudeza de la guerra. El fotógrafo recuerda escenas como guarderías bombardeadas donde aún se encontraban los restos de la ropa de los niños o el desgarrador testimonio de parejas que dejaban a sus hijos para marcharse ambos al frente. Estas vivencias, asegura, componen un panorama de desolación constante.

Es dolor continuo, encuentras imágenes en todas partes"

Emilio Chamizo

Fotógrafo

Uno de los episodios más impactantes ocurrió en una de sus últimas visitas. En un viaje anterior, había colaborado en la entrega de una furgoneta que funcionaba como panadería móvil en Jersón. Al regresar, descubrió que "habían matado al panadero y bombardeado la furgoneta". Para Chamizo, estas pérdidas cercanas son la prueba de que "es dolor continuo, encuentras imágenes en todas partes".

Más allá de la crudeza del conflicto, Chamizo ha forjado vínculos profundos con la población local. "Haces incluso, te diría, amigos", afirma. Esta conexión ha llegado a tal punto que, durante las inundaciones de la DANA en España, recibió llamadas desde Ucrania de gente preocupada por su estado. "Creas amistades, verdaderas amistades", explica, un lazo humano que lo une de forma permanente al destino del país.

La resistencia de un pueblo

El fotógrafo menorquín está convencido de que los ucranianos "no se van a rendir nunca". Sobre el terreno, ha entendido que para ellos se trata de una "guerra existencial", una lucha por su propia supervivencia. "Casi todos los que conocí han perdido a un hermano, un hijo, una hermana o un familiar", relata, lo que alimenta su determinación de alcanzar una paz justa y duradera.

Chamizo insiste en que la realidad de la guerra es muy distinta a lo que se percibe en los medios. "Es muy diferente a lo que vemos en la televisión, no es la realidad lo que nos cuentan", asevera. Aunque en la retaguardia la población civil "se acostumbra a los bombardeos, a la falta de luz, de calefacción", en la zona de combate directo la situación es dramática: "cada día mueren muchos chicos y chicas jóvenes de cada bando, y es muy triste ver que se matan cada día más de 1.000 personas".

El premio del humanismo

Su labor no se ha limitado a la fotografía, pues gran parte de sus viajes han tenido un fuerte componente humanitario. Una de las historias que más le marcó fue la entrega de leche infantil en polvo que llevó desde Menorca hasta Odesa. Al llegar, la directora de la ONG local le puso al teléfono a una madre que, llorando, le dio las gracias. "Esta chica había hablado conmigo hace media hora que no tenía dinero para comprar leche infantil, y has llegado tú con el furgón lleno", le explicó la responsable de la organización.

Para Chamizo, estas experiencias son "el premio al humanismo y ver que entre humanos nos podemos entender, si queremos". Aunque ha transportado material diverso, aclara que la población no sufre escasez de alimentos básicos como el trigo o la harina, ya que Ucrania sigue siendo "nuestro granero". Sin embargo, sí necesitan ayuda para paliar la falta de "luz, calefacción, agua caliente", demostrando una resiliencia que él califica como "sorprendente".

Debemos ser más empáticos con lo que pasa en este mundo hoy"

Emilio Chamizo

Fotógrafo

Esta doble faceta de fotógrafo y cooperante ha transformado su mirada. Aunque intenta mantener la neutralidad, admite que "cuando la gente te da las gracias por estar allí, la verdad que es gratificante". Ese agradecimiento le ha hecho consciente de la importancia de la cercanía y el apoyo moral para que quienes sufren el conflicto no se sientan solos. "Debemos ser más empáticos con lo que pasa en este mundo hoy", reflexiona, aplicando esta lección a todos los conflictos actuales.

Actualmente, Emilio Chamizo se encuentra trabajando en la búsqueda de financiación para poder organizar una exposición con su material. Su objetivo es darle un "enfoque humanista, no tan bélico", que permita al público conectar con las historias personales que ha documentado y comprender la verdadera dimensión de la guerra en Ucrania.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.