Debería ser una cuestión prioritaria para ambas administraciones. Eso sí, sería conveniente determinar si, en este caso concreto, como sucede en muchos otros, los intereses puntuales de nuestros representantes políticos en las instituciones coinciden con los de los vecinos del municipio de Lugo. Dicho de otro modo, si los rectores del dinero público están a lo que tienen que estar, que es a solucionar los problemas de aquellos que pagan la fiesta, o están más pendientes, en realidad, de sus propias urgencias partidistas.

Nos encontramos en un momento delicado. Dejando a un lado lo que está sucediendo en Madrid, que no es poco, en Galicia apenas quedan unos meses para unos comicios autonómicos que, salvo adelanto, se celebrarán en primavera. Cuando vuelvan a aumentar las horas de luz y deje de llover, porque algún día dejará de hacerlo, volveremos a votar.

Andan estos días la Xunta de Galicia y el Ayuntamiento de Lugo tirándose los trastos a la cabeza a cuenta del 5% del Plan Xeral de Ordenación Municipal que todavía está pendientede aprobación. Sin ánimo de ser exhaustivos, unos y otros aseguran que no los mueve más interés que solventar la situación, para que este asunto, que es como un grano en una zona sensible, deje de ser un problema para los vecinos del municipio.

Sin embargo, vista la animosidad con la que se expresan, sin la más mínima concesión a la cordialidad y al entendimiento, uno puede pensar que han convertido este tremendo marrón en un arma política para desgastar al rival. O, al menos, que ahora mismo una de sus preocupaciones es no cargar con la culpa de una gestión que, vista la demora, se ha ejecutado de una forma nefasta. Difícilmente pueden justificar con hechos esa llamada que hacen, a modo de muletilla, a la leal cooperación institucional.

Seguramente sería injusto repartir la culpa a pachas. A fin de cuentas, es el Ayuntamiento de Lugo quien tiene la responsabilidad de sacar adelante las normas urbanísticas y la Xunta de velar que el proceso se ajuste a la normativa legal. En todo caso, a estas alturas del relato, cuando todo llega escandalosamente tarde, lo suyo sería que se sentasen de una vez por todas alrededor de una mesa y tratasen de sacar adelante el trabajo. Lanzarse recados a través de los medios de comunicación y señalarse mutuamente con el dedo no soluciona el problema. Solo sirve para calentar la caldera en la que se cuecen las decepciones de los ciudadanos. Es con ellos, en primer término, con quienes deben ser leales los políticos.