De residuo a recurso: la paja del arroz valenciano podría convertirse en envases biodegradables
Investigadores de la UPV trabajan en una alternativa sostenible al plástico utilizando restos de arroz, uva o chufa como material de relleno para envases alimentarios

Recogida del arroz
Valencia - Publicado el
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Cada septiembre, con la recogida del arroz en la Comunidad Valenciana, llega también el eterno dilema de qué hacer con la paja que queda tras la siega. Un residuo que, según los agricultores, "debería quemarse como se ha hecho toda la vida", pero que en la práctica plantea problemas medioambientales y legales que obligan a buscar soluciones año tras año.
Este 2025, sin embargo, una alternativa prometedora emerge desde los laboratorios de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Un equipo liderado por la investigadora Chelo González, del Instituto Universitario de Ingeniería de Alimentos, está trabajando en la transformación de residuos agroalimentarios en envases biodegradables. Entre ellos, la paja del arroz, pero también restos de chufa o de uva, tres cultivos profundamente enraizados en la agricultura valenciana.
“Llevamos bastante tiempo incorporando estos residuos como material de relleno en plásticos biodegradables”, explica la profesora en Mediodía COPE Más Valencia. “Son residuos ricos en compuestos fenólicos con propiedades antioxidantes y antimicrobianas, que ayudan a alargar la vida útil de los alimentos”.
La fórmula es ingeniosa: no se trata de fabricar plásticos 100% a partir del residuo, sino de utilizar estos materiales como parte del contenido que se integra en un polímero biodegradable. “Utilizamos materiales compostables y les añadimos estos residuos. Así abaratamos el coste final del producto, porque el residuo prácticamente no cuesta nada”, detalla.
La paja del arroz, rica en fibras celulósicas, es especialmente útil para este tipo de aplicaciones. Aunque no se puede usar sola para fabricar un plástico continuo, sí resulta muy eficaz como material de refuerzo. “Con ella fabricamos principalmente plásticos flexibles: bolsas monodosis, envoltorios para frutas, carnes o pescados. Las bandejas más rígidas todavía están en fase de estudio”, señala González.
Sin embargo, la gran barrera sigue siendo el precio. A pesar del bajo coste de los residuos, los bioplásticos siguen siendo más caros que los convencionales. “El principal motivo por el que no hay más envases biodegradables en el mercado es económico. Hay que involucrar a toda la sociedad: gobiernos, industrias y consumidores”, apunta la investigadora.
Desde la UPV, insisten en que “la sostenibilidad no es una opción, sino una necesidad”, y este tipo de proyectos son la prueba de que se pueden encontrar soluciones innovadoras partiendo de lo más sencillo: un residuo agrícola.
La tecnología ya está aquí, falta ahora el impulso normativo y social para que estos productos lleguen de verdad al mercado. “Poder, se puede. Lo estamos demostrando. Pero el cambio requiere tiempo, compromiso y una apuesta firme por una economía más verde”, concluye Chelo González.